La esperanza de un nuevo comienzo para Afganistán tras décadas de turbulencia cede ante la ansiedad, dos años después de la investidura de Hamid Karzai como presidente con el apoyo de una coalición militar internacional encabezada por Estados Unidos.
Un recrudecimiento de los ataques armados, bombardeos y atentados que se propagó desde las provincias meridionales a la capital sacudieron la confianza del público afgano en la capacidad del gobierno de proporcionarle seguridad.
Es en el sur donde remanentes del movimiento islamista Talibán, que gobernó entre 1996 y 2001, se reagruparon con resultados mortales.
El 10 de octubre explotó una bomba en un vecindario de Kabul, en la hora pico de la mañana, un día después del segundo aniversario de la consagración de Karzai como presidente.
El objetivo del ataque fue un autobús policial. Nadie resultó muerto, y la mayoría de los heridos sufrieron lesiones menores.
El movimiento islamista armado Talibán, que gobernó en Afganistán entre 1996 y 2001, se atribuyó el atentado realizado con una bomba de baja potencia atada a una bicicleta y activada por control remoto.
"La inseguridad es preocupante", opinó una funcionaria del Ministerio de Educación que dijo haber regresado a Afganistán desde el exilio con mucha esperanza luego del fin del régimen de Talibán. "Ahora, con bombas explotando a diario en Kabul, no se sabe qué ocurrirá."
Quienes diariamente viajan de una ciudad a otra buscan rutas alternativas. Las oficinas consideran cambios de horario para que los empleados que se trasladan en autobús eviten los embotellamientos, habituales en la congestionada Kabul.
"Eviten conducir detrás de vehículos de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) o de la policía, porque, junto con los transportes militares estadounidenses, suelen ser objetivo de atentados con explosivos", dijo Aziz Hakimi, editor ejecutivo de The Killid Group, organización de prensa independiente que posee dos revistas y una radio, en una reunión con sus periodistas esta semana.
Pocos tienen fe en el impresionante arsenal de Karzai o en el de Estados Unidos y la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN), que llegaron a Afganistán para aplastar a las fuerzas hoy insurgentes de Talibán.
"Las razones de la escalada de violencia son la debilidad en el centro y la interferencia en nuestras fronteras. El gobierno no tiene una estrategia, ni siquiera contra el problema del narcotráfico. Tampoco hay coordinación con las fuerzas de la coalición" internacional, dijo un profesor de la Universidad de Kabul que se identificó como Stankoay.
Hay rumores de falta de apoyo a las autoridades en esta materia incluso en el parlamento, donde la inseguridad interna fue analizada esta semana. "El gobierno se debilita día a día", declaró a Radio Killid un legislador de Kabul identificado como Joinda.
Yazdan Panst, una de 68 legisladoras en la Asamblea Nacional Afgana de 249 miembros, atribuyó al gobierno la desilusión generalizada.
"Las autoridades están ocupadas manteniendo sus cargos. No piensan en el pueblo. Así que se hacen muchas promesas, pero nunca se las implementa", afirmó Panst en una entrevista radial.
Karzai, originalmente impuesto por Washington, tenía entonces el objetivo de unificar a las tribus afganas en guerra en una nación democrática luego que Estados Unidos bombardeó al país, derrocando al régimen del Talibán en 2001 y estableciendo un gobierno interino.
Menos de tres años después, el ex asesor de la compañía petrolera estadounidense Unocal para las obras del oleoducto Turkmenistán-Afganistán-Pakistán se había convertido en el primer presidente afgano elegido en las urnas.
Pero un mandato popular no fue suficiente para que su gobierno hiciera frente a numerosos problemas.
El gobierno de Karzai fue incapaz de arrebatarle el control del territorio a los poderosos señores de la guerra. Karzai es el jefe de la pequeña tribu Popolzai de la etnia pashtún (patana), en la meridional provincia de Kandahar, centro de creciente resistencia a su gobierno y a las tropas extranjeras acusadas de apuntalarlo.
Restablecer la paz, desarmar a los señores de la guerra, reconstruir el ejército nacional y la infraestructura destruida, eliminar la corrupción y reanimar a la economía fueron algunas de las promesas del presidente.
Pero no fue capaz de mantener su palabra en ninguno de estos aspectos, para decepción de muchos afganos comunes que esperaban ver un nuevo futuro.
El mes pasado, reunido en Washington con sus pares George W. Bush, de Estados Unidos, y Pervez Musharraf, de Pakistán, Karzai reveló su nueva estrategia para poner fin a la insurrección de Talibán en el sur. Pero recibió poco apoyo entre los observadores políticos de Kabul.
Algunos escépticos advierten que las propuestas asambleas conjuntas de ancianos de las tribus en la frontera entre Afganistán y Pakistán con el fin de alejarlos de la influencia del Talibán y sus partidarios pueden terminar siendo apropiadas por sus representantes.
Informes desde la ciudad pakistaní de Peshawar, próxima a la frontera con Afganistán, indican que la tregua anunciada por Musharraf con Talibán el 5 de septiembre en la agencia de Waziristán del Norte fortaleció más a la organización en Pakistán, a expensas de los ancianos de las tribus y del gobierno político.
(*) Publicado en acuerdo con el Killid Media Group, con aporte de la corresponsal de IPS Ann Ninan. ***** +AFGANISTÁN: Ramadán no interrumpe los combates (https://www.ipsnoticias.net/nota.asp?idnews=38798) +AFGANISTÁN: A cinco años del 11/9, el Talibán regresa (https://www.ipsnoticias.net/nota.asp?idnews=38601) +AFGANISTÁN: Coalición en un callejón sin salida (https://www.ipsnoticias.net/nota.asp?idnews=38747)
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