SIDA: Alentar el análisis… ¿y después, qué?

La promesa de nuevas vacunas y de programas de prevención más eficaces no lograrán detener la propagación del VIH y del sida, a menos que se elimine el temor y el estigma social contra los que viven con el virus, y aún entre los propios portadores, según expertos.

Twana Dlamin, portadora de VIH de Botswana,vive a más de 100 kilómetros del centro de salud más cercano Crédito: Kristy Siegfred/IRIN News
Twana Dlamin, portadora de VIH de Botswana,vive a más de 100 kilómetros del centro de salud más cercano Crédito: Kristy Siegfred/IRIN News
Más allá de la miseria personal que supone, el estigma significa, también, que muchos se niegan a someterse al análisis para detectar el VIH (virus de inmunodeficiencia humana, causante del sida), e, incluso, a las terapias que podrían prolongarles la vida.

"Apenas 10 por ciento de quienes viven con VIH están al tanto de su condición", dijo Kevin De Cock, director del Departamento de VIH/Sida de la Organización Mundial de la Salud (OMS) en la 16 Conferencia Internacional sobre Sida en curso esta semana en Toronto, Canadá.

Investigadores en la conferencia aseguran que embarazadas sudafricanas se niegan a ingerir un medicamento gratuito que reduciría la posibilidad de transmitir el VIH al bebé en el parto, pues implicaría reconocer la infección y sufrir discriminación dentro de sus comunidades.

Las dos grandes figuras públicas de la conferencia, el ex presidente estadounidense Bill Clinton y el empresario Bill Gates, exhortaron a las autoridades mundiales a combatir el estigma del VIH.
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Julia Göd, presidenta de la Asociación Onghalo y médica en un hospital de Viena que coopera con varios países africanos, coincidió en que muchos en el continente "y en todo el mundo niegan que haya un problema, aun los infectados".

La Asociación Onghalo recauda fondos para apoyar a un hogar en el norte de Namibia donde se brinda capacitación a familias afectadas por el VIH. "No sienten que la enfermedad sea un peligro real", dijo Göd a IPS en Viena la semana pasada.

Como consecuencia, no existe una sensación de urgencia sobre el problema, lo cual alentaría el uso de condones y la reducción de las conductas sexuales riesgosas. "Los infectados son con frecuencia dejados de lado por sus familias, que, a veces, creen que la enfermedad es un castigo divino", agregó.

A través del asesoramiento, este temor puede reducirse y las familias aprenden cómo ayudar, agregó.

En todo el mundo, las concepciones equivocadas persisten 25 años después de la identificación del VIH como causante del sida.

En áreas rurales y urbanas en Etiopía, Tanzania, Vietnam y Zambia, la población suele expresar su temor de que el virus se transmita a través del contacto diario y habitual con personas portadoras, según un estudio realizado en 2004 y 2005 por el Centro Internacional para la Investigación sobre las Mujeres (ICRW).

Más de la mitad de las personas que viven con VIH sufrieron al menos una forma de estigma o discriminación, incluidos el aislamiento, el abuso físico y verbal y la pérdida de empleos.

En casi todos los países investigados, las mujeres sufren el estigma con más frecuencia que los hombres. La población femenina de portadoras, por otra parte, sufren el doble de violencia física que la masculina, según el estudio.

En muchas zonas del mundo, quienes viven con VIH temen constantemente que su condición se conozca, y, en ese caso, por las consecuencias que eso puede tener hacia ellos y sus familias, dijo la presidenta de ICRW, Geeta Rao Gupta.

"Si queremos acabar con la pandemia de sida, debemos hacer frente al estigma y a la discriminación", advirtió la activista de esta organización con sede en Washington, dedicada a mejorar la vida de las mujeres pobres.

"El temor al estigma reduce la eficacia de las campañas de prevención, tratamiento y cuidado, porque los infectados se vuelven reticentes a aprovechar esos servicios", dijo la principal experta de ICRW en la materia, Laura Nyblade.

La discriminación genera "problemas para impedir el contagio y el acceso al cuidado, apoyo y tratamiento", agregó Nyblade.

Muchas personas no acuden a los centros de salud para conocer el resultado de los análisis por temor a que descubrirse portadores de VIH les apareje acusaciones de llevar el virus a sus familias.

Joe Amon, director de los programas de VIH/sida de la organización de derechos humanos Human Rights Watch, sostuvo que el asesoramiento voluntario debería incluirse en todos los programas de análisis, aunque menos de uno por ciento de los adultos del mundo tiene acceso a esos servicios.

De hecho, algunas políticas gubernamentales en materia de análisis no solo violan los derechos individuales y fracasan en su intención de impedir la propagación del VIH y alentar el tratamiento, sino que, de hecho, agravan la discriminación, según Human Rights Watch.

El gobierno del estado indio de Goa, por ejemplo, impone el análisis premarital de VIH, a pesar de la oposición de organizaciones femeninas y de portadores. El análisis es obligatorio en Arabia Saudita para los trabajadores extranjeros, que terminan confinados en hospitales y luego deportados de resultar positivo.

Todos los periodistas de Malawi y Sierra Leona deben someterse al análisis, así como los trabajadores del sector turístico y de salones de belleza de la ciudad china de Ghiyang, los estudiantes que solicitan becas en Botswana y los solicitantes de licencia de conducir en el estado indio de Punjab.

En cambio, el programa ugandés que ofrece tratamiento, asesoramiento, preservativos y análisis voluntario y en el hogar logró reducir 98 por ciento la transmisión de VIH.

"La evidencia de que el análisis de VIH tenga, por sí misma, impacto en la epidemia es pequeña o nula", dijo Amon. "Pero los programas voluntarios de análisis que respetan los derechos civiles, aseguran la confidencialidad de los pacientes y están vinculados con servicios de asesoramiento y terapia han sido enormemente exitosos."

Human Rights Watch también cuestionó a los gobiernos que, cada vez con mayor frecuencia, endurecen las leyes que tipifican como delito la transmisión del VIH, normas a las que calificó de arbitrarias.

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