LIBROS-ARGENTINA: Kirchner, la incógnita

¿Quién es realmente Néstor Kirchner, que preside Argentina con un elevado nivel de popularidad, pero que choca con diversos gobiernos vecinos? Es una de las preguntas que intenta responder Walter Curia, autor de un libro que está entre los más vendidos en la actualidad en el género político.

"El presidente es dueño acaso de una de las personalidades más complejas que ha dado la dirigencia política argentina desde 1983", tras la recuperación democrática, señala Curia, periodista de la sección política del diario nacional Clarín, al comenzar su libro titulado "El último peronista. La cara oculta de Kirchner".

Para ilustrar esta idea de la doble faz del mandatario, el autor apela al caricaturista uruguayo Hermenegildo Sábat, de muy extensa trayectoria en la misma sección de Clarín, quien representa a Kirchner con una composición artística de dos rostros: uno de perfil que mira sonriente y uno de frente, con el gesto adusto, como vigilando desde su ojo desviado por el estrabismo.

La imagen explica como pocas esta dualidad en una misma persona. A más de tres años de gestión, Kirchner tiene la aprobación de 75 por ciento de los consultados por la firma encuestadora Opinión Pública, Servicios y Mercado y de 75,8 por ciento según el sondeo del Centro de Estudios de Opinión Pública.

Esta popularidad contrasta con las complicadas relaciones que mantiene con algunos de sus pares de América del Sur y con las más tormentosas con empresarios nacionales e internacionales. Una columna de opinión del editorialista Joaquín Morales Solá, publicada el 30 de julio en el matutino local La Nación, señala que el presidente "se va quedando sin amigos".

Con la presidenta de Chile, Michelle Bachelet, mantiene una seria disputa por el aumento del precio del gas natural que le vende Argentina, como resultado a su vez del incremento del valor de ese mismo combustible que Buenos Aires importa de Bolivia.

De más larga data y más complejo, es el enfrentamiento del gobierno de Kirchner con el de Tabaré Vázquez, de Uruguay, por las dos fábricas de celulosa que ese último país instala sobre la costa de un río compartido y cuyo impacto ambiental temen los vecinos de la otra ribera.

Al flamante mandatario de Perú, Alan García, lo desairó faltando al faltar a su asunción el 28 de julio, mientras que el mexicano Vicente Fox se quejó del trato recibido de parte del gobierno de Argentina en ocasión de la IV Cumbre de las Américas, realizada en diciembre pasado en la meridional ciudad de Mar del Plata.

"El presidente tiene una tendencia aislacionista" que puede perjudicar a Argentina, advierte Morales Solá tras enumerar esas disputas. El columnista afirma que sólo se lleva bien con su par de Venezuela, Hugo Chávez.

El libro de Curia intenta desentrañar la personalidad de este hombre que parece desdoblarse permanentemente con un perfil local amigable y una cara externa decidida a enfrentar con todo aquel que se interponga en su línea de acción política o de gobierno.

Según Curia, Kirchner tiene estallidos de furia que atemorizan a sus colaboradores más cercanos. No se intimida ante nadie y es capaz de dejar esperando a un presidente extranjero o a un alto empresario si tiene que resolver un asunto doméstico que considera prioritario.

Agrega que no lo sensibiliza la música, ni la literatura, ni la plástica. Rechaza la frivolidad y las modas. Tiene una única vocación: el poder. Desde mediados de los años 80, en su natal provincia de Santa Cruz, en el sur del país, proyectaba llegar a la presidencia y lo consiguió.

Es desconfiado y obsesivo. No hace reuniones de gabinete. No usa computadora, sí una pequeña libreta. Su sistema de poder es radial. Todo confluye en él. Es pragmático. Valiente sin ser temerario. Se hizo fama de amarrete, y es porque tiene una concepción de la política que se apoya en el manejo férreo y eficiente del dinero.

"Para mí la política es 'cash' (por lo concreto) y expectativas", confesó a Curia en una oportunidad. Y así se refleja a lo largo de su carrera. En su primer cargo en la función pública, en la presidencia de la Caja de Previsión provincial, se preocupó de administrar de manera eficiente. Lo hizo luego como intendente de Río Gallegos, capital de Santa Cruz, de 1987 a 1991.

Más tarde, Kirchner fue gobernador provincial por 12 años y logró que el distrito se destaque por el buen manejo financiero y los mejores indicadores económicos y sociales del país a comienzos de 2000, cuando el resto de Argentina ingresaba en la recta final de la crisis hacia el colapso de 2001.

Como presidente desde mayo de 2003, lideró la reestructuración de una multimillonaria en dólares deuda externa con acreedores privados, que incluyó una fuerte quita, y logró cancelar todas las obligaciones con el Fondo Monetario Internacional (FMI) a fin de liberarse de la cuestionada tutela de ese organismo.

"No puedo tener deudas", reconoce Kirchner ante su círculo íntimo de familiares y amigos.

Para hacer culto de esta independencia económica, Kirchner se preocupó por atesorar una pequeña fortuna. "Para hacer política primero hay que hacer guita (dinero)", solía decir en sus años como abogado, representando a comercios y a sindicatos de su provincia.

Kirchner llegó al gobierno nacional tras obtener 22 por ciento de los votos, el segundo más votado en la primera vuelta electoral a sólo dos puntos porcentuales detrás del ex presidente Carlos Menem (1989-1999), quien no se presentó a la segunda ronda ante la coincidencia de sondeos que le daban al ahora mandatario una abrumadora mayoría.

Enseguida de asumir el cargo se dedicó a construir liderazgo en la gestión. Su primera acción fue descabezar la cúpula del Ejército, emparentada con la historia de la dictadura (1976-1983), un gesto con el que inauguró su política de reivindicación de las víctimas de las violaciones de los derechos humanos de esa época y de revisión judicial de los responsables de esos delitos, amnistiados hasta entonces.

Avanzó en la reestructuración de la Corte Suprema de Justicia, desplazando a los jueces acusados de corruptos, y en poco tiempo logró consolidar un modelo económico que evidencia crecimiento del producto, de las inversiones, de las ventas externas y el empleo. La pobreza y la desocupación se redujeron de manera considerable, y todo dentro de un esquema de equilibrio fiscal.

Pero este mismo Kirchner, que fue capaz de reconstruir una Argentina en ruinas, también es un hombre inseguro, que se enfurece con sus críticos. Su enemistad con la prensa es ya una marca de gobierno y sus enfrentamientos no terminan allí.

El presidente se ha enfrentado con fuerza con empresarios del campo, con industriales, dueños de supermercados, con grandes inversores locales y del exterior, con jefes de la Iglesia Católica, representantes de organismos multilaterales de crédito, con otros presidentes y hasta con la Organización de las Naciones Unidas (ONU).

Con el mandatario brasileño, Luiz Inácio Lula da Silva, se molestó cuando consideró que no lo había apoyado explícitamente en sus negociaciones con el FMI por la deuda pública poco después de asumir el gobierno.

También Kirchner se distanció en su momento con el secretario general de la ONU, Koffi Annan, y con el entonces director del Banco Interamericano de Desarrollo, Enrique Iglesias, luego que ambos rechazaron la candidatura del ex vicepresidente argentino Carlos Álvarez (1999-2000) para dirigir la Comisión Económica para América Latina y el Caribe.

Los problemas que enfrentó a Buenos Aires con París ser relacionan con la controvertida salida del país de la empresa francesa que tenía el control de la empresa de aguas argentina.

Según cuenta Curia, con el ex presidente uruguayo Jorge Batlle (2000-2005) tuvo un diálogo durísimo. Fue en junio de 2003, cuando Kirchner tan sólo un mes después de haber asumido el gobierno acudió a su primera cumbre del Mercosur (Mercado Común del Sur), entonces integrado por Argentina, Brasil, Paraguay y Uruguay.

"Quién podía imaginar hace un mes en Argentina que vos terminarías sentado acá!", le dijo Batlle. "En cambio, en Uruguay, todavía se preguntan cómo puede ser que usted siga sentado acá", le espetó Kirchner, en alusión al colapso económico y el consecuente temblor político que sufrió el país gobernando por su interlocutor de ocasión.

Con su antecesor en la presidencia de Argentina, Eduardo Duhalde (2002-2003), y correligionario, cortó todo vínculo en la campaña para los comicios legislativos de 2005, cuando sus respectivos candidatos se presentaron divididos en listas bien diferenciadas.

Duhalde era entonces titular de la Comisión de Representantes Permanentes del Mercosur.

Curia revela que al tomarse la llamada "foto de familia" de la cumbre presidencial del bloque de ese año en Asunción, Kirchner le dijo a Duhalde en un susurro: "Vos siempre atrás mío, ¿está claro, no?". (

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