CINE-VENEZUELA: Música contra la marginalidad

– Cuando Solveig Hoogesteijn escuchó por primera vez la orquesta de un albergue juvenil e infantil en la capital venezolana decidió hacer una película. La rodó en 2003, se titula «Maroa», la han visto miles desde hace semanas y resulta un canto a la fuga de la marginalidad y el maltrato por el camino de la música.

"Vi la cicatriz del flautista, de la oreja al mentón; la carita seria de una niña violinista tapando la huella de una quemadura en la mejilla con un mechón de cabello; y la mirada desdeñosa de la violonchelista quinceañera que empuñaba su instrumento como un arma, mientras interpretaban a Mozart y Bach. El público, impresionado, aplaudió de manera atronadora", rememoró la cineasta.

Pero "yo me pregunté ¿cómo es posible que niños que oyen a diario merengue, changa y reggaetón se entusiasmen con música clásica? ¿Cómo es capaz la música de cambiar sus vidas? Y me dije: aquí hay un tema de fondo que vale la pena seguir", comentó la realizadora a IPS.

Hoogesteijn es la directora de la película que batió récord de taquilla en los cines de Venezuela en 1987, "Macu, la mujer del policía", sobre la historia de real de la joven esposa de un agente cuyos tres amigos adolescentes son asesinados. Ahora convirtió en protagonista de la nueva lucha entre marginalidad y arte a una niña de 11 años.

Siguiendo el guión escrito por la venezolana Claudia Nazoa y el argentino Fernando Castets, Maroa (Yorlis Domínguez) vive en una barriada marginal con su abuela (Elba Escobar) y sobrevive distribuyendo a la vez estampitas religiosas y revistas para adultos entre conductores de autobuses, vendedores ambulantes y niños que delinquen.

Una noche, cuando acompaña a un adolescente para desvalijar un vehículo, en los sótanos de un moderno teatro, Maroa escucha a un joven músico (Tristán Ulloa) ensayando con un clarinete, y queda fascinada.

Envuelta en un tiroteo y testigo de un asesinato, Maroa es capturada por un policía (Luke Grande), falso predicador y en realidad corrupto y violador —la película no escapa a los lugares comunes del cine de violencia venezolano— y llega a un albergue.

Sorpresa: el joven del clarinete es un español que da clases a los chicos del albergue para montar una orquesta, y la pequeña Maroa pronto llegará al mundo de la música sin que falten el enamoramiento no correspondido hacia su profesor y otras peripecias que redondean el retrato de marginalidad y superación que pretende la película.

Desde hace tres décadas en Venezuela se ha desarrollado un sistema de orquestas juveniles e infantiles que ha logrado sobrevivir a los vaivenes de la intemperancia política y se ha implantado con éxito en sectores populares.

"La película dice: 'Ten tu sueño, atrévete, si sostienes un sueño tendrás 100 herramientas más que si no lo tuvieras'", comentó Hoogesteijn.

Para el crítico de cine Edgar Moreno, "Maroa hace música para no matar", en tanto el escritor de novelas policíacas y criminólogo Marcos Tarre dijo que "quizá lo que conmueve y emociona sea la gota o isla de ternura que sobresale entre la violencia estructural y deshumanizada que nos rodea".

La película, una coproducción hispano-venezolana con un costo estimado de 800.000 dólares, fue vista por unos 80.000 espectadores en España y presentada en el Festival de Biarritz y en cinco plazas alemanas antes de llegar a Venezuela.

Una curiosidad que precedió a su rodaje, motivo ella misma para otra película, es que Hoogesteijn no conseguía una chica que calzara en su idea de Maroa "y, tras probar a unas 200 sin éxito, contrató a una especialista, Mireya Guanipa", relató Nazoa a IPS.

"Al final teníamos tres, sin decidirnos por ninguna, y ya la fecha de comienzo del rodaje estaba encima. Entonces un día, Guanipa caminaba por una urbanización de Caracas cuando vio a esta niña, una pequeña mezcla de Sonia Braga y Shirley Temple", relató.

La niña caminaba entre su padre y su madre rumbo a un kiosco de venta de diarios. Cuando Guanipa se acercó al grupo familiar oyó al padre que decía: "Vamos a comprar un periódico para ver dónde hacen casting".

Los padres regresaban con Yorlis de una consulta con un psicólogo que atendió a la niña remitida desde su escuela por un supuesto déficit de atención por dispersión, y les había recomendado que, para ayudar en su concentración, la introdujeran en teatro o televisión y buscasen quién le diese oportunidad en algún casting.

Domínguez, una niña de un hogar pobre y habitante de una barriada de las afueras de Caracas, resultó una apasionada por la música y una excelente y aprovechada actriz. Con el dinero que ganó por el filme su familia ya compró una casa nueva y la ahora adolescente Yorlis hace estudios de secundaria y evalúa proseguir en la actuación.

Hoogesteijn tiene también una historia sobre la piratería: cuando regresaba en su auto del estreno de la película en un exclusivo cine de Caracas, el tránsito intenso le hizo detener su vehículo y en la atestada autopista un joven vendedor le mostró una copia ilegal de Maroa en DVD: "Llévela señora, es de la que hizo Macu, está muy buena". (

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