A 30 años de la oscura muerte del obispo católico argentino Enrique Angelelli, durante la dictadura militar (1976-1983), la cúpula eclesiástica manifiesta por primera vez su voluntad de esclarecer si se trató de un crimen y, en tal caso, de reivindicarlo como a un mártir.
El arzobispo de Buenos Aires y presidente de la Conferencia Episcopal Argentina, cardenal Jorge Bergoglio, ofreció el viernes una misa en la catedral de la noroccidental ciudad de La Rioja, capital de la provincia homónima, junto a otros 30 obispos en lo que fue un homenaje a Angelelli sin antecedentes en estos 30 años.
Pero Bergoglio no sugirió que su muerte fue un homicidio, un pronunciamiento que muchos esperaban, sino que reconoció su labor pastoral y su martirio.
"Fue testigo de la fe derramando su sangre", dijo, y reconoció que existía un "diálogo amoroso entre el pastor y su pueblo" y que la Iglesia de La Rioja, cuando él estaba "era la Iglesia que se quería desde el Concilio Vaticano II".
Angelelli falleció el 4 de agosto de 1976 en un presunto accidente de tránsito cuando la camioneta que conducía dio varios vuelcos en una ruta nacional de la provincia de La Rioja, 1.100 kilómetros al noroeste de Buenos Aires. Tenía entonces 53 años y era obispo provincial.
La catedral estaba colmada. Bergoglio rindió homenaje desde el púlpito a dos sacerdotes y a Wenceslao Pedernera, un laico que también trabajaba cerca de Angelelli, todos asesinados pocos días antes de Angelelli.
El gobierno de Néstor Kirchner, que declaró el viernes "día de duelo nacional", sostiene que Angelelli fue asesinado. Por eso, en 2005 la Secretaría de Derechos Humanos se presentó ante la justicia junto a una organización humanitaria pidiendo la investigación de las verdaderas causas de su muerte.
Esa organización, el Servicio de Paz y Justicia presidido por el premio Nobel de la Paz Adolfo Pérez Esquivel, presentó su primera denuncia en 1983 junto a tres obispos opositores al régimen. La pesquisa concluyó que se trató de un crimen y señaló a militares como los autores intelectuales.
El juzgado apuntó a miembros del III Cuerpo de Ejército por el homicidio, pero con la posterior sanción de la ley de obediencia debida los militares se libraron de este y otros procesos penales. Ahora, tras la declaración de inconstitucionalidad de esa norma, la causa se reabrió y la justicia avanza para esclarecer el caso.
Pérez Esquivel dijo a IPS que "nunca dudó" sobre "el asesinato" de Angelelli y atribuyó su desaparición a su "compromiso con los más necesitados". Según el activista cristiano, la jerarquía de la Iglesia Católica, salvo contadas excepciones, se negó a admitir el crimen.
Uno de los obispos críticos que se presentó a la justicia es Miguel Hesayne, quien insiste hoy en que Angelelli "fue asesinado para acallar su mensaje". El obispo se había reunido con él días antes de su muerte y le aconsejó salir del país. Pero su colega le respondió: "Si me voy, seguirán matando a mis ovejas".
"Es hora de que la Iglesia reconozca en Angelelli al primer obispo mártir de Argentina", exigió el prelado, obispo de Viedma, esta semana en vísperas del 30 aniversario de la muerte.
Mientras duró el régimen militar, algunos obispos fueron cómplices de los uniformados, otros se mantuvieron neutrales y unos pocos denunciaron las atrocidades de la dictadura. Angelelli estaba entre estos últimos, y su muerte fue silenciada por la Iglesia durante muchos años.
En 2001, los miembros de la Conferencia Episcopal Argentina insistían en aludir al trágico destino de Angelelli como el de un hombre "que encontró su muerte", no que fue asesinado. Pero desde hace algunos meses los obispos realizan un informe con datos de la propia Iglesia para aportar a la justicia.
El viernes, una treintena de obispos viajaron hasta el lugar donde murió la víctima para rendirle homenaje. Fue una peregrinación encabezada por el gobernador de La Rioja, Ángel Maza, y por religiosos y laicos de todo el país. Llegaron hasta Punta de los Llanos, el paraje donde murió violentamente el obispo.
El portavoz de la Conferencia Episcopal, Jorge Oesterheld, estuvo en la peregrinación y admitió que la Iglesia estaba recogiendo datos sobre el caso del prelado que "murió por predicar el Evangelio", remarcó.
"No tenemos dudas de que ha sido perseguido", declaró el portavoz y añadió que "la posibilidad de que haya sido asesinado es muy real". Oesterheld no descarta que la Iglesia se sume como parte querellante a la causa judicial y explicó que hasta hace poco tiempo la vigencia de la ley de obediencia debida le impedía involucrarse.
La versión oficial indicó accidente, pero diversos testimonios, pruebas y antecedentes sugieren que se trató de un asesinato. Él se sabía perseguido, murió cinco meses después del golpe de Estado y a pocos días del asesinato de dos sacerdotes de su diócesis.
El obispo solía decir que para servir a Dios "hay que tener un oído en el Evangelio y otro en el pueblo". Era muy querido en sectores populares de La Rioja por su fuerte compromiso social. Esa inclinación se acentuó en vísperas del golpe y en los primeros meses de la dictadura, cuando se desató una feroz represión.
Su acompañante en el momento de su muerte, el ahora ex párroco Arturo Pinto, dice que nunca creyó en la teoría del accidente. "A Angelelli lo mataron", recuerda hoy tras declarar ante la justicia federal. "Es un mártir de una Iglesia que durante 30 años no movió un dedo por la muerte violenta de uno de los suyos", dijo.
Pinto acompañaba al obispo cuando vio venir un auto por la izquierda que los pasó en una curva y luego los encerró. El ex párroco recuerda que sintió un ruido que pudo ser un disparo o el reventón de un neumático, pero perdió el conocimiento. Al recuperarse, un mes después, supo de la muerte de Angelelli.
El testigo recuerda que en vísperas del siniestro, la Iglesia riojana estaba conmocionada por los asesinatos de los sacerdotes Carlos Murias y Gabriele Longueville, apenas 20 días antes. Angelelli había realizado su propia investigación sobre esos crímenes y elaboraba un informe para enviar al Vaticano.
Angelelli no fue el único superior eclesiástico que murió durante el régimen. El obispo Carlos Ponce de León, de la diócesis de San Nicolás, provincia de Buenos Aires, falleció poco menos de un año después en un presunto accidente de similares características, y que apenas hora la justicia federal investiga en profundidad.
Ponce de León era otra figura incómoda para la jerarquía eclesiástica, pues reclamaba sin éxito al episcopado un fuerte pronunciamiento contra los atropellos del régimen, y murió justamente cuando viajaba a Buenos Aires con una carpeta dirigida a la Nunciatura en la que denunciaba secuestros y torturas de religiosos.
La documentación desapareció, los certificados sobre las causas de su deceso también, y los testigos no fueron indagados. Sin embargo, la investigación se ha reabierto, y Ponce de León podría ser ahora, casi 30 años después, uno de los dos obispos mártires de la Iglesia Católica argentina.
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