El socialdemócrata Alan García inauguró su segunda presidencia en Perú con un vigoroso discurso, sustentado en un drástico programa de austeridad del sector público y en la creación de un millonario fondo para sacar de la pobreza a 13 millones de ciudadanos.
Pero en su discurso de este viernes, García dejó de lado cuestiones fundamentales como el impacto del tratado de libre comercio firmado con Estados Unidos, y que los legisladores de su partido avalaron en el Congreso sin dudas ni murmuraciones.
Tampoco mencionó el proceso de extradición del ex presidente Alberto Fujimori, hoy detenido en Chile, y los juicios pendientes contra los funcionarios corruptos de su régimen.
Menos aun figuró en la oratoria la aplicación de las recomendaciones de la Comisión de la Verdad y Reconciliación sobre reparación a las víctimas de las violaciones de derechos humanos entre 1980 y 2000, periodo que comprende su primera presidencia (1985-1990).
El mandatario criticó con severidad lo que consideró un frívolo aumento del gasto público durante el gobierno de su antecesor, Alejandro Toledo, a quien atribuyó el crecimiento de la cantidad de funcionarios públicos con salarios desproporcionados.
Además, acusó a Toledo de realizar gastos superfluos en viajes al extranjero y crear embajadas onerosas.
García concibió un discurso para atraer la atención y el aplauso de los trabajadores de a pie y las amas de casa, de las familias que carecen de agua y energía eléctrica y de los pobladores de las zonas andinas del sur del país, donde la pobreza alcanza a 83 por ciento de la población.
Con 57 años de edad, el líder del socialdemócrata Partido Aprista Peruano, que recoge el legado de la Alianza Popular para la Revolución Americana (APRA), ganó las elecciones presidenciales en segunda vuelta al nacionalista Ollanta Humala por una ventaja de 5,2 puntos porcentuales.
Además de los 120 congresistas, estaban presentes en el Parlamento los presidentes Luiz Inácio Lula da Silva, de Brasil, Álvaro Uribe, de Colombia, Evo Morales, de Bolivia, y Michelle Bachelet, de Chile.
También asistieron el príncipe de Asturias y heredero de la corona española, Felipe de Borbón, y el secretario (ministro) de Comercio de Estados Unidos, Carlos Gutiérrez, entre otras personalidades extranjeras.
García llegó por primera vez a la jefatura del Estado peruano hace 16 años. En esa ocasión inició su gobierno con la aplicación de medidas de corte izquierdista, como la reducción unilateral del pago de la deuda con el Fondo Monetario Internacional (FMI), la nacionalización de la banca y la anulación de un contrato de compra de 14 aviones de guerra Mirage 2000.
Cinco años después, su presidencia concluyó con una inflación explosiva, sin reservas internacionales y un desempleo masivo, en medio de la violencia generalizada de las organizaciones guerrilleras Sendero Luminoso y Movimiento Revolucionario Túpac Amaru.
García pretendió controlar a ambos grupos insurgentes dotando a las fuerzas de seguridad de facultades especiales, lo que allanó el terreno a numerosas violaciones de derechos humanos.
Perseguido por la dictadura de Fujimori, que le acusó de actos de corrupción, García estuvo exiliado entre 1992 y 2000. Al retornar la democracia presentó su candidatura a la presidencia y quedó en segundo lugar detrás de Toledo.
No obstante, obtuvo una votación que el mal recuerdo que había dejado su gobierno, según las encuestas, no permitía prever.
García se convirtió en el líder de la oposición a Toledo y se dedicó a preparar su segunda postulación a un nuevo mandato. Pero le resultó muy difícil debido a la desconfianza de los peruanos por los resultados de su primer periodo.
Aunque ganó la segunda vuelta, quedó claro que los peruanos le ofrecían una segunda oportunidad condicionada a que demostrara que había madurado y que ya no era el joven radical de los años 80.
Lo primero que sorprendió del segundo debut de García es la composición de su gabinete ministerial. Incluyó a figuras del gobierno de Toledo, que profesan el neoliberalismo y que le fueron recomendadas por la ex candidata presidencial derechista Lourdes Flores Nano.
Entre ellos figuran el ex viceministro de Hacienda y ahora ministro de Economía Luis Carranza Ugarte y la ex secretaria general de la Presidencia del Consejo de Ministros, y hoy ministra de Transportes y Comunicaciones, Verónica Zavala, hermana del último ministro de Economía de Toledo, Fernando Zavala.
Para tener una idea más exacta del perfil del segundo gobierno de García es preciso mencionar la designación como ministro de Producción a uno de sus opositores más encarnizados, el congresista Rafael Rey Rey, aliado de Flores Nano, líder del movimiento derechista Renovación, profujimorista y miembro de la prelatura personal católica conservadora Opus Dei,
De los 16 ministros, sólo cinco son militantes del Partido Aprista Peruano. García asignó el cargo de primer ministro al secretario general de su organización, Jorge del Castillo, quien en el último periodo legislativo tuvo un acercamiento a los sectores empresariales.
García asumió su nuevo mandato con un severo programa de ajuste que incluye la reducción del sueldo presidencial de 13.000 dólares mensuales a 5.000, la eliminación de embajadas y agregadurías militares, la unificación de las compras estatales, la disminución de los salarios del Estado de alto nivel y la propuesta de un ajuste en el de los legisladores.
Prevé que con estos recortes el Estado ahorrará 213,3 millones de dólares anuales, suma que destinará íntegramente al Fondo para la Igualdad, plan de reducción de la pobreza y de la indigencia que sufre más de la mitad de la población.
La idea del jefe de Estado es que ese fondo disponga su dinero en la construcción de carreteras, hospitales y otras obras en las zonas más empobrecidas del país.
García determinó ese tono para su discurso porque en las elecciones presidenciales su contrincante Humala le venció en regiones como Cusco, Ayacucho, Apurimac, Huancavelica, Puno y Huanuco, entre otras, donde entre 60 y 80 por ciento de población es pobre.
"Alan García ha dicho la verdad al afirmar que en el Perú hay crecimiento económico pero sin desarrollo social, con profundas desigualdades y con un sistema político desprestigiado", señaló a IPS el ex congresista socialista Javier Diez Canseco.
"Pero cuando formula las soluciones plantea un discurso que encaja en una campaña electoral. Hizo promesas y ofrecimientos y no ha señalado cómo los va a cumplir. Creo que ha repetido el personalismo, el caudillismo y eso puede ser muy peligroso", sostuvo.
García también se refirió a la necesidad de negociar con las empresas mineras alguna forma de compensación por los ingresos extraordinarios que les deparó el aumento del precio de los minerales, lo cual consideró una opción mejor a la creación de nuevos impuestos.
Resaltó, asimismo, la necesidad de un pacto porque de lo contrario la explosión social podía arruinarlo todo.
Para Diez Canseco, el planteamiento de García fue equivocado. "No me parece digno negociar con las empresas mineras que donen dinero para que los pobres no creen tensiones ni pongan en riesgo las inversiones. No se puede mendigar un óbolo", dijo.
En materia de la justicia, García anunció que nombrará a un "zar anticorrupción", sin precisar sus funciones. Ya existe una procuraduría especial dedicada a los casos de Fujimori y su asesor Vladimiro Montesinos.
Sin embargo, el nuevo presidente no dijo nada sobre el proceso de extradición de Fujimori, ya que el equipo a cargo del juicio necesita la ratificación y el respaldo del nuevo presidente.
"Es lamentable que no haya ni mencionado el tema", dijo a IPS el ex procurador del caso Fujimori-Montesinos, Ronald Gamarra. "El éxito de un gobierno depende de que exista una política adecuada de enfrentamiento a la corrupción, y eso conlleva una serie de medidas como establecer una oficina nacional anticorrupción que centralice y dirija las políticas en esta materia."
"En el marco de los procesos contra Fujimori y Montesinos, es importante el establecimiento de medidas que establezcan la imprescriptibilidad de los delitos de corrupción", agregó Gamarra. "Creo que esas son medidas urgentes, pero no dijo nada."
Fiel a su estilo enfático, grandilocuente y casi teatral, García resaltó que gobernaría para todos los peruanos, pero en especial para los 13 millones de pobres. Invocó constantemente al fundador del APRA, Víctor Raúl Haya de la Torre, y mencionó "al viejo Karl Marx".
Pero si bien su discurso estuvo dedicado a los que sufren con las multas de tránsito —que prometió reducir—, a los que padecen mala atención en los hospitales —aseguró que ampliará los horarios— y a los jubilados —cuyos ingresos, dijo, aumentarán—, algunos observadores advirtieron que le faltó consistencia.
"Es un discurso que deja muchas dudas sobre la orientación del gobierno. Creo que hay una apuesta por relegitimar el sistema político a través de una lucha contra la corrupción y de la austeridad", explicó a IPS el profesor universitario de ciencias políticas Aldo Panfichi.
"En términos generales, postuló la continuidad de la política económica neoliberal, y eso se evidencia en anuncios como el respeto los contratos de estabilidad tributaria y la búsqueda de inversión privada nacional y extranjera", agregó Panfichi.
"García anunció exoneraciones tributarias y detalló una serie de obras y usos del dinero ahorrado. Entonces, la política económica será continuada, pero también hay reflejos protagónicos del viejo Alan, que trata de centralizar las decisiones", sostuvo. "Esperaba un discurso más pragmático, menos detallista, donde aparecieran los ministros con el camino más claro de hacia dónde ir. Pero ha aparecido su estilo político protagonista."
Manuel Cortez, dirigente de la Confederación de Trabajadores del Perú (CGTP), el principal sindicato del país, destacó la mención en el discurso de García del respeto irrestricto de la jornada de ocho horas y de la eliminación de formas de contratación informales, pero advirtió que el mandatario dejó cuestiones clave sin abordar.
"La principal omisión del discurso fue no haber señalado la importancia y la necesidad de la aprobación de una nueva ley general del trabajo, así como una reforma tributaria integral, para que paguen más aquellos que tienen más", dijo Cortez a IPS.
"Tampoco mencionó la reposición de los despedidos durante la época de Fujimori. Hay miles que todavía están en la calle por culpa de la dictadura", agregó el sindicalista.
El profesor de Ciencias Políticas de la Pontificia Universidad Católica, Rolando Ames, reconoció la aspiración de García de plantear cambios profundos, pero consideró que el mandatario se extendió demasiado en los anuncios.
"Quizá hizo demasiados anuncios, incluso algunos que tienen que ver con leyes y programas ya en marcha. Pero me parece interesante que haya querido mostrar la búsqueda de otra manera de relacionar el Estado con la gente. Ha querido demostrar que los políticos no serán privilegiados, y que el Estado será legitimado con determinadas medidas. Eso era necesario", señaló Ames a IPS.
Luego de su discurso, Alan García se dirigió a Palacio de Gobierno. Caminó las cinco calles de distancia entre la sede del Congreso y su nueva residencia. Ingresó al lugar entre los vítores de los militantes de su partido.
Acababa entonces de comenzar para García el desafío de llevar a la práctica lo que ha anunciado. Si no cumple con sus promesas de este viernes, no tendrá una tercera oportunidad. Se puede resucitar una vez, no dos. (FIN/IPS/ap/mj/la ip if dv hd sl/06)