Una nueva camada de cineastas viene demostrando la existencia del cine independiente cubano, que se produce al margen del apoyo estatal y se mantiene alejado de las salas de estreno y de los medios de comunicación.
Graduados de escuelas de arte, realizadores autodidactas y, en general, personas vinculadas a organismos del Estado o a la sociedad civil, son artistas que, "lejos de sentarse a esperar por la industria", han salido "a luchar sus espacios", dijo a IPS Lucía López Coll, cineasta y periodista.
"A pesar de la calidad de muchos materiales y el interés que despiertan, su difusión aún se encuentra limitada al estrecho círculo de muestras y festivales. Incluso los que han obtenido algún premio no tienen acceso a la programación cinematográfica o televisiva del país", afirmó la directora y asistente de dirección de varios documentales.
"Monte Rouge", cortometraje sobre el trabajo de los órganos de seguridad del Estado, del realizador Eduardo del Llano, es sólo uno de los tantos materiales que circulan de mano en mano, se rentan en bancos de vídeo clandestinos, o, en el mejor de los casos, se exhiben en festivales y concursos.
Por las calles de La Habana y de otras ciudades también se habla de "Frutas en el café", de Humberto Padrón.
"Ambos títulos se inscriben en el cada vez más amplio espacio de creación que se ha estado desarrollando al margen de la industria cinematográfica cubana y que, como casi siempre ocurre en el arte, hace explícita su vocación renovadora en cuanto a temas y presupuestos estéticos", dijo López Coll.
Un total de 39 obras, 11 de ficción, 23 documentales y cinco de animación, fueron presentadas entre el 21 y el 26 de febrero en tres salas de la capital cubana, durante la V Muestra Nacional de Nuevos Realizadores, un encuentro convocado anualmente por el estatal Instituto Cubano del Arte e Industria Cinematográficos (ICAIC) desde 2001.
Si los cineastas jóvenes de los años 80 hurgaron sobre todo en la unidad familiar, el drama de los marginados, la frustración y el conflicto generacional, la nueva generación indaga además en las más diversas aristas de los efectos sociales de la crisis económica que se desató en la última década del siglo XX.
Entre las obras presentadas pueden encontrarse los problemas con el agua en la urbe habanera, el drama de un transexual, el movimiento rastafari, los caminos de la homofobia, la cotidianidad de un anciano que vive de revender periódicos y las aspiraciones de un grupo de patinadores callejeros.
Aunque estas expresiones no se encuentran estructuradas como un movimiento homogéneo, fuentes oficiales del ICAIC reconocieron a inicios de esta década la necesidad de "tener en cuenta lo que hacen los realizadores jóvenes más allá del Instituto" y "la importancia de escuchar y estructurar un relevo, mirando hacia el futuro".
De hecho, algunos de los jóvenes realizadores que se han dado a conocer al margen de la industria han contado con la posibilidad de dirigir sus primeros trabajos en el ICAIC. Tal es el caso de Pável Giroud, Lester Hamlet y Esteban Insausti, directores del largometraje de ficción "Tres veces dos", compuesto por tres historias.
A pesar de las buenas intenciones, López Coll estima que "si el ICAIC no tiene posibilidades reales de producir todos los proyectos de los directores que tiene en su plantilla, tampoco podrá asumir las exigencias de esta nueva hornada de creadores que necesita encontrar sus espacios".
Los cineastas no siempre miran hacia el ICAIC como la opción que "encaje con lo que ellos quieren decir", opinó Marta María Ramírez, periodista especializada en temas culturales.
En 2000, según fuentes oficiales, el Movimiento Nacional de Video de Cuba contaba con más de cien grupos, afiliados a instituciones estatales tan disímiles como el Ministerio de la Construcción, Salud Pública o la Agricultura, más otros que desde la periferia, como creadores independientes, filmaban trabajos de diversos géneros.
Se estima que, ya en la década de 1980, el auge de este movimiento provocó que el ICAIC dejara de aparecer como gestor oficial y controlador de lo que empezaba a llamarse el "audiovisual". Sin embargo, la crisis económica de los años 90 llevó a muchos realizadores al exilio o al silencio artístico por falta de recursos.
Para Ramírez, autora de varios trabajos sobre la vinculación de las nuevas tecnologías y la producción cinematográfica en América Latina, la alternativa llegó con la tecnología digital. "Esta ha sido la vía para la democratización de una industria en decadencia, dominada por los ya encumbrados, los nuevos favorecidos, y sus discursos", dijo a IPS.
Por supuesto, cine independiente no es sinónimo de calidad. Según Ramírez, buena parte de las obras no "escapan de la crisis del cine como ejercicio intelectual", deben "atender más a la calidad y claridad de la historia que cuentan, a la fotografía y al sonido, talón de Aquiles de la cinematografía cubana".
Al mismo tiempo, afirmó la analista, "la legitimidad de estas obras la marca la irrupción de una generación con su manera de ver el cine y con un compromiso muy particular con el arte y la sociedad", lo que podría considerarse "el renacimiento del cine de género en la isla".