RELIGIÓN: Libre expresión limitada por el miedo o por decreto

El caso de las viñetas de Mahoma que enfurecieron a musulmanes de todo el mundo, tras su publicación en periódicos europeos, plantea un debate entre la libertad de expresión y el respeto de la sensibilidad religiosa por parte de los medios de comunicación.

La violencia desatada por las caricaturas de Mahoma y la condena al negador del Holocausto David Irving ponen a prueba el discurso europeo sobre libertad de expresión. Crédito: David Irving's Action Report
La violencia desatada por las caricaturas de Mahoma y la condena al negador del Holocausto David Irving ponen a prueba el discurso europeo sobre libertad de expresión. Crédito: David Irving's Action Report
Pero ambos argumentos merecen un análisis más pormenorizado, pues no sólo existe una brecha que los separa. También las hay dentro de ellos mismos.

Para empezar, ¿se trata, simplemente, de libertad de prensa y contención editorial?

Los medios que no publicaron los dibujos o pidieron disculpas por haberlo hecho no tomaron tales decisiones en consideración a la sensibilidad de los musulmanes. El temor, en muchos casos, fue el verdadero motor de la decisión editorial, no el respeto a una religión.

"En este caso, hay gente que usa la violencia para imponer límites a la libertad de expresión en un país distinto a aquél en que residen", dijo Bill Kovach, presidente del Comité de Periodistas Preocupados, organización de profesionales, académicos y propietarios de medios radicada en Estados Unidos.
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Los actos de violencia que siguieron a la publicación de las ilustraciones parecieron corroborar el temor de los editores que evitaron reproducirlas.

Los editores de dos de los medios que publicaron los dibujos se disculparon luego: el del diario danés Jyllands-Posten, el primero en reproducirlos en septiembre pasado, y el de la revista noruega Magazinet.

Además, el editor del diario francés France Soir fue despedido. Las autoridades de Malasia suspendieron la licencia del diario Sarawak Tribune, cuyo editor renunció. Las autoridades de Indonesia requisaron la edición del semanario Peta en que se reproducían los dibujos.

También fueron suspendidas las licencias de dos semanarios de Yemen, Yemen Observer y Al-Raï Al-Aam. Varios periodistas de la televisión de Argelia sufrieron despidos.

Y Yihad Momani, editor del periódico jordano Shihan, fue despedido cuando intentaba fundamentar a sus compatriotas que la reacción ante las ilustraciones era excesiva.

Nadie duda que los episodios de violencia tendrán influencia en decisiones editoriales que se tomen en el futuro.

"Vale la pena preguntar" por qué "a raíz del escándalo de las viñetas blasfemas, una buena parte de la Europa que disfruta de esa cultura de la libertad ha mostrado una prudencia o desgano en la defensa de lo mejor que tiene y que ha legado al mundo", observó el escritor peruano Mario Vargas Llosa en su columna para el diario madrileño El País.

"El primer ministro danés (Anders Fogh) Rasmussen ha rechazado las amenazas y los chantajes de los gobiernos musulmanes que quisieran ver introducidas en Dinamarca las prácticas intimidatorias, censoras y brutales con que ellos suelen manipular a sus medios de información. Pero su orfandad en el seno de la Unión Europea ha sido patética", añadió Vargas Llosa.

La violencia y el temor a la violencia oscurecieron pronto el debate entre libertad y responsabilidad. Tal vez sea el miedo lo que está detrás de quienes aseguran que el silencio es una actitud responsable, y que reclaman demandas judiciales.

Pero no es solo la violación de las leyes lo que ensombrece la discusión: también las leyes en sí mismas. El ejemplo europeo es significativo.

Un tribunal de Austria condenó el lunes al historiador británico David Irving a tres años de cárcel por haber dicho en 1989 que no creía en la existencia de cámaras de gas en el campo de concentración de Auschwitz durante la segunda guerra mundial (1939-1945).

La sacó barata. La ley austriaca prevé una pena máxima de 10 años de cárcel por negar el Holocausto judío.

En el juicio, Irving dijo que luego de sus declaraciones obtuvo información según la cual sí existieron cámaras de gas, y que millones de judíos murieron bajo el nazismo. Al mismo tiempo, consideró "ridículo" ser encarcelado por expresar una opinión.

También Alemania, Bélgica, Eslovaquia, Francia, Lituania, Polonia, República Checa, Suiza y, por supuesto, Israel, cuentan con leyes según las cuales quienquiera que diga creer que el Holocausto no existió irá a la cárcel.

Ningún país admite la libertad de expresión absoluta. Hay inevitables limitaciones, como las leyes contra la difamación, la obscenidad o la confidencialidad de algunas informaciones procedentes de parlamentos o tribunales.

"Por cierto, todos los países limitan la libertad de expresión en cierto sentido o en otro", dijo Kovach desde Washington, entrevistado por correo electrónico. "Cuanto más límites a la expresión hay en un país, menos libre es."

Si la libertad es limitada tanto por la ley como por el temor a las consecuencias de la violación de una ley, ¿es posible alcanzar un acuerdo universal en materia de libertad de expresión?

Vincent Brossell, de Reporteros Sin Fronteras (RSF), sostuvo que la libertad de expresión no debe amparar los llamados a la violencia y el asesinato. Ese fue el caso de la radioemisora de Ruanda que exhortó a la mayoría étnica hutu a eliminar a miembros de la minoría tutsi.

Pero las autoridades de Bélgica, Estados Unidos, Francia y en la Organización de las Naciones Unidas (ONU) "no hicieron nada para silenciar a la radio que emitía llamados a la matanza", informó la organización de derechos humanos Human Rights Watch.

El dibujane John Callahan se disculpó por haber retratado en 1995 a un Martin Luther King Jr. de 13 años de edad frente a sus sábanas sucias diciéndole a su madre, a modo de explicación: "Tuve un sueño." La frase remeda la pronunciada una y otra vez en el discurso más célebre del activista por los derechos civiles de los negros estadounidenses, pronunciado en 1963 en Washington.

Como consecuencia de esa ilustración, Callahan fue despedido del diario The Miami Herald.

El diario iraní Hamsahri lanzó el 13 de este mes un concurso de ilustraciones sobre el Holocausto judío, para poner a prueba los límites de la libertad de expresión de los europeos.

¿Burlarse del profeta Mahoma es, acaso, diferente de burlarse del Holocausto? Si la negación del Holocausto puede ser prohibida, ¿también deberían serlo los dibujos de Mahoma? ¿Dónde detenerse?

El debate que tiene de un lado los derechos y del otro las responsabilidades se vuelve rápidamente más y más complejo a medida que avanza.

Al parecer, no obstante, existe una diferencia entre criticar al Islam —o al Papa, a Buda o al clero cristiano— y negar la masacre de millones de personas. No es una cuestión de revisionismo histórico —los hechos no pueden negarse—, sino de mal gusto.

Y parece que publicar dibujos cómicos sobre el Holocausto en Irán no es tan insolente como representar la imagen de Mahoma en Europa.

Pero algunos intelectuales ven un correlato entre el Holocausto y las viñetas.

El escritor alemán Günter Grass sugirió, entrevistado por El País de Madrid, que los tabúes del Islam deben respetarse. "Hemos perdido el derecho a buscar protección bajo el derecho a la libertad de expresión. No hace mucho, existían los delitos de lesa majestad (falta de respeto a la autoridad, en particular al jefe de Estado), y no debemos olvidar que hay lugares en el mundo en que la Iglesia y el Estado no están separados."

"¿De dónde saca Occidente esta arrogancia de querer imponer lo que puede hacerse y lo que no? Recomiendo a todos mirar de cerca las caricaturas: son reminiscencias del famoso diario de la era nazi, Der Stürmer, que publicaba dibujos antisemitas de estilo similar", advirtió Grass.

Este debate preocupa al Comité de Periodistas Preocupados, y, de hecho, a profesionales de todo el mundo.

"No quiero trazar un límite a la libertad de expresión, excepto para decir que un límite no debe ser resultado del temor ni del decreto, sino consecuencia de una discusión calmada y racional en que se atiendan los sentimientos, opiniones, necesidades y valores de todos", dijo Kovach.

Nadie niega que la furia que los dibujos provocaron en el mundo musulmán condujeron a los actos de violencia. Si el silencio en torno de los dibujos en Europa fue producto del temor más que de una reflexión sobre derechos y responsabilidades, la provocación tampoco fue un acto simple.

¿Los editores que publicaron las ilustraciones fueron provocadores? ¿Provocaron la ira?

"Debemos entender que toda sociedad y religión tienen sus propios tabúes", dijo Brossel desde París, entrevistado por correo electrónico. "Es una cuestión de respeto. No puede motivar una censura dura, pero sí una simple pregunta: ¿era necesario publicar dibujos causantes de pena e ira en una gran población?"

Kovach dijo que las ilustraciones "fueron una provocación solo para quienes fueron provocados". Pero el periodista también se preguntó qué tipo de provocación.

"Una función importante que los periodistas cumplen en una comunidad es invitar a la gente a pensar sobre nuevas ideas u otras opiniones sobre asuntos importantes del día. En este caso, una prueba importante que un periodista responsable debe aplicar es preguntarse: ¿Esta caracterización, sea visual o textual, desafía al público a pensar, o simplemente lo enfurece?

"Si apenas enfurece, no implica una reflexión, debate o discusión. La reflexión termina donde comienza la furia", concluyó Kovach.

A juzgar por las imágenes de violencia callejera en todo el mundo, las ilustraciones parecen haber provocado más furia que reflexión. Pero a muchos puede haberlos llevado a pensar en silencio, pues no pueden expresar sus opiniones por falta de libertad. El temor y el decreto no sólo silencian a los editores.

Pero aunque la furia sea legítima —que no la violencia—, ¿puede la ley ordenar el silencio sobre asuntos delicados, sea la representación de Mahoma o las dudas sobre el Holocausto? ¿Y hasta qué punto la ley debería limitar la libertad de expresión del pensamiento?

"La gente crece en la medida en que esté dispuesta a escuchar el pensamiento de otras personas", consideró Kovach. "Algunos de esos pensamientos pueden resultarle repugnantes o detestables. Tales pensamientos exponen a quienes los emiten al escarnio y al rechazo público."

"La belleza y el valor de la verdad es que, aunque otros puedan negarla, sigue en su lugar. La inutilidad de una mentira radica en que su mera mención no le aporta ninguna validez. Sigue siendo una mentira."

(*) Miren Gutiérrez es editora jefa de IPS.

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