El Islam solía encontrarse en la cima de la lista de asuntos que no se podían abordar en público en Malasia, pero en las últimas dos semanas parece que no hubiera ninguna otra cosa que discutir.
Dos hechos disímiles, ocurridos uno tras otro en diciembre, pusieron la cuestión religiosa en los principales titulares de los medios de comunicación.
El primero fue la aprobación de una ley islámica de familia que motivó la crítica de organizaciones feministas y de musulmanes moderados. El segundo caso fue el entierro según el ritual musulmán del cuerpo de un soldado que profesaba la religión hindú, pese a que la familia se oponía. Las autoridades insistieron en que se había convertido al Islam.
Ambos episodios pusieron en cuestión el rol de un Islam cada vez más puritano en una sociedad multiétnica que se jacta de ser tolerante y de sentirse a gusto con un estilo de vida moderno.
En el marco de la administración más liberal y menos autoritaria del primer ministro Abdullah Badawi, quien asumió en 2003, salen a la superficie frustraciones largamente reprimidas y se escuchan llamados cada vez más audaces para que se actúe con mayor ecuanimidad y se haga justicia.
Uno de tales debates es entre los fundamentalistas religiosos que dominan el floreciente Departamento de Asuntos Islámicos que administra la sharia (ley islámica), por un lado, y las feministas de esa misma religión, por otro, que en su mayoría fueron educadas en Occidente.
Estas organizaciones feministas dicen que el Departamento, guiado por una interpretación demasiado militante del Corán, se está excediendo al redactar leyes que discriminan a la mujer y a los niños.
Desde 1980, señalan, la posición de las mujeres se ha venido erosionando en relación con los hombres musulmanes.
El último capítulo en tal sentido lo representa la nueva ley islámica de la familia, que facilita los trámites de divorcio y la poligamia y que permite a los hombres reclamar para sí las propiedades de sus esposas, al punto de poder congelar las cuentas bancarias de sus ex cónyuges y de sus hijos.
"En ningún lugar del mundo islámico hay una ley semejante que discrimine tanto a las mujeres", dijo Zainah Anwar, directora ejecutiva de Hermanas en el Islam, un movimiento feminista que lidera la actual campaña nacional para repeler la nueva norma.
La campaña ha ganado un apoyo muy extendido tanto dentro del gobierno y los círculos académicos como entre el público en general.
El entierro de M. Moorthy, un alpinista de religión hindú que pasó a la historia por integrar la primera excursión malasia al monte Everest y que según las autoridades islámicas terminó abrazando esta religión, también provocó una tormenta de rechazos tanto entre quienes no son musulmanes como entre los moderados de este culto.
Todos ellos exigen que el gobierno corrija la Constitución para que las leyes civiles tengan supremacía sobre la ley islámica, y muy especialmente en aquellos casos que involucren a ciudadanos que no son musulmanes.
La cuestión de la religión y el Islam, que antes eran un tema tabú y nadie se animaba a discutir abiertamente, ahora son objeto de debate en la prensa, los programas de televisión y hasta en Internet.
Los periódicos vinculados al gobierno que normalmente nunca abordaban estos temas, ahora se sienten libres para publicar cartas con palabras bien fuertes y comentarios escritos por sus propios periodistas o expertos consultados, muchos de los cuales son musulmanes.
Las cartas que envían los lectores también son difundidas. Las conversaciones por Internet son todavía más desenfadadas y contundentes en sus afirmaciones, comentarios y reclamos.
Una coalición de organizaciones no gubernamentales (ONG), incluyendo feministas musulmanas, también llevó adelante una vigilia de velas encendidas de un mes de duración en el exterior del edificio de la Suprema Corte de Justicia para protestar contra un fallo de un juez musulmán, en cuanto a que el tribunal civil no tiene jurisdicción sobre asuntos islámicos.
Respaldándose en una orden ex-parte del tribunal de la sharia, las autoridades religiosas islámicas dieron un entierro musulmán a M. Moorthy, fallecido el 20 de diciembre a los 36 años por complicaciones derivadas de un accidente de tránsito.
Al llevar a cabo este ritual no tuvieron en cuenta las protestas de su familia hindú. La indignación alcanzó su punto culminante cuando el juez Raus Sharif se lavó las manos, diciendo que el tribunal civil no tenía jurisdicción sobre el caso.
"Ellos han estado diciendo mentiras. Nada más que mentiras", dijo Kaliammal Sinnasamy, esposa de Moorthy. "Quedé conmocionada cuando me dijeron que se llevarían el cuerpo cuando él muriera".
La Corte se negó a intervenir u oír evidencias de la familia según las cuales Moorthy no se pudo haber convertido, alegando que no tenía jurisdicción sobre los asuntos que están bajo la órbita del tribunal de la sharia.
Tres días más tarde, el mismo tribunal ofreció argumentos similares mientras rechazaba una postulación de dos ex musulmanas para una declaración de que habían abandonado el Islam.
"No podemos permitir que un pequeño grupo (de administradores musulmanes), cuyos puntos de vista son extremos, dominen la vida social y religiosa de la nación", dijo Wong Kim Kong, portavoz del Consejo Consultivo Budista, Cristiano, Hindú y Sij de Malasia. "Si el gobierno no toma ninguna acción, entonces podría sembrar desarmonía".
El Consejo lanzó una campaña para enmendar la Constitución, a los efectos de permitir la supremacía de la ley civil sobre la sharia en casos que involucren a no musulmanes, por ejemplo la conversión, la custodia de los hijos, la disposición de propiedades y otros asuntos familiares o personales.
El Partido de Acción Democrática, el principal de oposición, exigió una importante revisión del artículo 121 (1A), que establece que los tribunales civiles no tendrán jurisdicción sobre "ningún asunto" que esté dentro de la atención de los tribunales de la sharia.
En 1988, la cláusula fue insertada en la Constitución por parte del ex primer ministro Mahathir Mohamad (1981-2003), luego que encarceló a alrededor de 100 parlamentarios y defensores de la democracia y clausuró tres periódicos, incluyendo el influyente The Star, de circulación masiva.
El gobierno de Mahathir había dado al parlamento un aviso de un día sobre el cambio constitucional, que fue realizado con un masivo apoyo de legisladores oficialistas.
En el caso de la ley de la familia islámica se dio un poco más de tiempo, pero hubo que cruzar los dedos para asegurarse de que el parlamento la aprobara, a comienzos de diciembre, sólo para enfrentar una avalancha de protestas de organizaciones de la sociedad civil y de feministas musulmanas.
La ley afecta sólo a los musulmanes, que constituyen 53 por ciento de los 24 millones de habitantes de Malasia. El resto de la población se compone de budistas (17 por ciento), taoístas (11 por ciento), hindúes (siete por ciento), cristianos (siete por ciento) y sijs (cinco por ciento).
Las restricciones contra los hombres malasios musulmanes que tienen cuatro esposas bajo la ley islámica fueron eliminadas, y ellos ya no tienen que demostrar capacidad financiera o capacidad para tratar a todas las esposas de modo justo.
Las organizaciones de mujeres planean presentar peticiones, campañas a través de cartas y otras estrategias para presionar al gobierno de no convertir este proyecto en ley.
Según las numerosas cartas publicadas en los periódicos dominantes y en salas de conversación en Internet, se muestra que la mayoría de los malasios están indignados y sienten que se ha cometido una injusticia con las minorías y con los musulmanes moderados de igual modo.
"Este episodio entero pintó una imagen negativa del Islam, no sólo para los malasios de otros credos, sino para el resto del mundo", dijo a IPS Ezam Mohamad, líder del Partido Justicia Nacional.
"Debe hacerse más para potenciar la confianza mutua y la armonía entre las diferentes comunidades. La manera en que lo están haciendo las actuales autoridades representa un paso atrás en las relaciones interraciales e interreligiosas", agregó.
La clase de Islam tolerante de Abdullah Badawi, o "Islam Hadhari" es difícil de superar, a medida que las personas cuestionan el amplio abismo entre sus inclinaciones moderadas y el fanatismo de las autoridades islámicas que cobraron fuerza bajo el mandato de 22 años de Mahathir Mohamad.
Abdullah Badawi, que es respetado por igual por musulmanes y no musulmanes, tiene la difícil y poco envidiable tarea de reinar en medio de caballos desbocados o, de lo contrario, ver cómo su popularidad cae en picada.
Si no logra contener los excesos, su gran visión de todas las razas viviendo juntas felizmente bajo un multiculturalismo paternal y tolerante puede resultar malograda.
Los expertos dicen que, para Abdullah Badawi, el éxito radica en abordar y resolver las políticas raciales y discriminatorias que forman el cimiento de la llamada sociedad "feliz" de Malasia.
"A menos que los problemas profundamente arraigados y la libertad religiosa sean abiertamente discutidos y resueltos, cada malasio continuará viviendo con miedo y sospechas del otro", opinó S. Arulchelvam, secretario general del Partido Socialista de Malasia.
"La unidad malasia es una farsa, a menos que estos temas sean abordados directamente y resueltos adecuadamente", dijo a IPS.
"Todas las políticas discriminatorias basadas en la raza y en la religión deben quedar fuera de la ley. Es imposible construir la unidad basándose meramente en eslóganes y propaganda", añadió.