La demora de militares y gobernantes de Brasil en aceptar la tesis de suicidio en la muerte del general Urano Bacellar, que comandaba la fuerza de paz de la ONU en Haití, refleja incredulidad y también muchos temores.
La primera baja fatal de las tropas brasileñas que integran la Misión de Estabilización de las Naciones Unidas en Haití (Minustah) no podría ser peor. Además de tratarse del jefe de los llamados cascos azules, los indicios "entre ellos un tiro en la cabeza con su propia pistola" apuntan al suicidio, como ya reconocieron peritos policiales y avala la propia ONU.
El vicepresidente de Brasil, José Alencar, a cargo también del Ministerio de Defensa, y su canciller, Celso Amorim, fueron los exponentes iniciales de la resistencia en admitir esa conclusión.
Es difícil imaginar a un oficial de ese rango, entrenado para la guerra durante décadas, quitándose la vida, además de que hay testimonios sobre su tranquilidad en la víspera de la muerte, sin que mostrara señales de depresión o tensión extrema.
El general Bacellar, quien había asumido el 31 de agosto el comando militar de la Minustah en reemplazo de su compatriota Augusto Heleno Ribeiro, tenía esposa en Brasilia y dos hijos viviendo en Estados Unidos.
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El suicidio del jefe militar alienta especulaciones sobre su insatisfacción o escepticismo ante el rumbo y los resultados de la misión. Puede así afectar la imagen del país que lo designó y fortalecer presiones por la salida de sus tropas, ante la persistencia del caos en Haití y la imposibilidad de su reconstrucción sin la ayuda financiera prometida por los países ricos.
El tema del retiro de tropas volvió al debate en Brasil. Diputados izquierdistas reiteraron su posición por la retirada, pero también diarios conservadores criticaron la presencia militar en el pequeño país caribeño, el más pobre de América.
Hay que "repensar la misión en Haití", afirmó un editorial del martes del diario O Estado de Sao Paulo, mientras que su colega Correio Braziliense, de Brasilia, opinó que este país metió en un "atascadero" y un "callejón sin salida" donde "la situación tiende a empeorar".
El presidente de la Comisión de Relaciones Exteriores del Senado, Saturnino Braga, del gobernante Partido de los Trabajadores, anunció que pondrá en discusión el tema en la próxima reunión del cuerpo el 19 de este mes.
Brasil no puede retirar ahora sus tropas, pero puede reclamar de la ONU (Organización de las Naciones Unidas) mejores condiciones para su presencia en Haití, señaló el senador.
Pero la discusión debería ampliarse al papel de Brasil en la seguridad internacional y el de las propias Fuerzas Armadas que, como las de casi todos los países, viven "una crisis existencial" desde el fin de la llamada guerra fría, dijo a IPS Clovis Brigagao, director del Centro de Estudios Americanos de la Universidad Cándido Mendes, en Río de Janeiro.
Sin nuevo papel definido ante la desaparición de los conflictos ideológicos que dividieron el mundo, las instituciones militares usan las llamadas misiones de paz para entrenar sus efectivos, actualizar sus equipos y doctrinas, conocer otras fuerzas, "construir confianza mutua" y comprender cuestiones de la seguridad internacional, explicó el experto.
Con los conflictos transfiriéndose para dentro de los Estados, destacando nuevos actores como el narcotráfico, el terrorismo y los flujos migratorios, cambian también las necesidades militares, sus estructuras, tácticas y estrategias, exigiendo nuevos conocimientos y conceptos.
Las misiones de paz ayudan, pero no resuelven la crisis de identidad de las fuerzas armadas y la necesidad de formular nuevas políticas de defensa "con una filosofía por detrás", observó el experto. Sólo Estados Unidos, con su presencia militar en muchas partes, su guerra contra el terrorismo y los "ejes del mal" diseñados, no tienen ese problema, acotó.
En las honras fúnebres por Bacellar, realizadas el miércoles en Brasilia, el jefe del Ejército, general Francisco Albuquerque, afirmó que la pérdida de este oficial fortalecerá "nuestra vocación de 'Guerreros de la Paz'", asumiendo la ambigüedad de la expresión.
Brasil, sin graves amenazas externas, tiene tradición en participar de las misiones multilaterales, ya que lo hizo en 27 oportunidades. Pero en Haití es distinto, pues no se trata simplemente de "mantener la paz, sino de una intervención, de entrar al conflicto", evaluó Brigagao. Aumentaron la responsabilidad y los riesgos.
El comando militar de la fuerza conjunta de 13 países de la ONU, enviada a Haití unos tres meses después de que el presidente Jean Bertrand Aristide fue derrocado el 29 de febrero de 2004, estuvo da cargo desde el principio por Brasil, que además contó entonces con la mayor cantidad de efectivos al sumar unos 1.200.
La duplicación en las últimas semanas de la tropa de Jordania, que ya llega a 1.600 efectivos, conforma ahora el mayor contingente presente en Haití, pero igual Brasilia logró apoyos decisivos para mantener la jefatura, ante lo cual ya elevó dos nombres para que la ONU elija el sucesor de Bacellar.
La Minustah, cuyo jefe máximo en representación de la ONU es el chileno Juan Gabriel Valdés, cuenta en la actualidad con unos 9.000 solados y policías, pese a lo cual no logra mantener la paz y la seguridad, según informes independientes.
La participación en esas misiones es "un instrumento muy útil de política externa" para Brasil, porque estrecha relaciones con países que le interesan y proyecta una imagen favorable, según la definición del propio ejército.
El papel ejercido en Haití significa una "mayor inserción internacional" de Brasil en cuestiones de seguridad, un avance necesario para un país que pretende conquistar un asiento permanente en el Consejo de Seguridad de la ONU, destacó Brigagao.
Pero también desnuda una deficiencia del país, al limitar esa acción internacional a la dimensión militar. Falta acompañarla de una "diplomacia de la sociedad civil", de "expertos en gestión de conflictos" que actúen en su prevención y en la reconstrucción postconflicto.
Por ello, la presencia brasileña en organismos e iniciativas internacionales es muy escasa, en comparación con naciones más pequeñas, aunque tiene un ejemplo destacado de ese tipo de experto en Sergio Vieira de Mello, quien murió en 2004 en el atentado contra la oficina de la ONU en Iraq, concluyó Brigagao.