Estados Unidos, líder de los países ricos, e India, uno de los principales representantes del Sur en desarrollo, llegaron a la Sexta Conferencia Ministerial de la OMC, que comenzó este martes en Hong Kong, decididos a defender a ultranza sus respectivas posturas sobre el comercio agrícola internacional.
Para un país agrícola, importar alimentos es importar desempleo. Eso dejó en claro Nueva Delhi al subsecretario (viceministro) de Agricultura de Estados Unidos, J. B. Penn, cuando visitó India el mes pasado.
"Podemos hacerlo (abrir los mercados, como solicita Penn), siempre y cuando Estados Unidos esté dispuesto a darle una visa a cada agricultor desplazado como consecuencia de la importación de alimentos baratos porque son altamente subsidiados", dijo el ministro de Comercio de India, Kamal Nath.
Es casi seguro que el Congreso legislativo de Estados Unidos rechace cualquier tipo de acuerdo en Hong Kong que no contemple la apertura de mercados de los países del Sur en desarrollo, incluso de aquellos cuyas economías dependen de la actividad agrícola.
Una semana antes de que comenzara la conferencia en Hong Kong, el presidente del Comité de Agricultura del Senado estadounidense, Saxby Chambliss, se mostró desafiante.
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"Si todo lo que resulta de la conferencia en Hong Kong es (un acuerdo para) que abramos nuestros mercados, así de sencillo, sin que como contrapartida nuestros agricultores tengan acceso a otros mercados, entonces no habremos logrado absolutamente nada", afirmó..
Mientras, en India, el ministro Nath también se paraba firme. "No puedo sacrificar el futuro de 600 millones de agricultores indios a cualquier precio", dijo al parlamento momentos antes de partir a la conferencia de Hong Kong, que se desarrollará hasta el domingo.
"Lo que propuso Estados Unidos el mes pasado no fue recortar sus subvenciones agrícolas. La verdadera eliminación de los subsidios se verá cuando haya una disminución real del apoyo que el (Departamento del) Tesoro le brinda a sus agricultores", subrayó.
Las protecciones y apoyos que los países del Norte industrializado conceden a su producción agrícola, afectando así la competitividad de los del Sur, siguen siendo el principal escollo en la llamada Ronda de Doha de negociaciones multilaterales, lanzada en la capital de Qatar en 2001 y destinada a liberalizar el comercio mundial en el sector agropecuario, entre otras áreas.
Las naciones industriales que conforman la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) vuelcan 1.000 millones de dólares diarios en subsidios agrícolas.
Los últimos estudios indican que los países en desarrollo pierden más de 24.000 millones de dólares al año debido a esta protección de los países ricos.
Estas mismas discrepancias precipitaron el fracaso de las conferencias ministeriales de 1999, en la noroccidental ciudad estadounidense de Seattle, y de 2003, en el sudoriental balneario mexicano de Cancún.
Sin embargo, los países ricos siguen fortaleciendo su agricultura y dificultan el ingreso de productos de los países pobres, a quienes, por otra parte, presionan para que abran sus mercados industriales y de servicios.
Las amenazas no faltan."Las naciones en desarrollo perderán si fracasa la Ronda de Doha", advirtió el mes pasado el director general de la OMC, el francés Pascal Lamy, a los ministros de comercio africanos. "Estados Unidos y Japón podrían elevar en 5.000 millones de dólares cada uno los distorsionadores apoyos internos, y la Unión Europea en 25.000 millones", dijo.
También las presiones y ofertas seductoras son parte de las estrategias de "negociación" en la OMC.
Las potencias industriales ofrecieron un paquete de incentivos a los países menos adelantados (PMA), la "ayuda a cambio de comercio" por cerca de 4.000 millones de dólares como presunta asistencia para cubrir los costos que tendrá la apertura comercial y para el suministro de infraestructura.
El "paquete de desarrollo" incluye cuotas de importación libre de aranceles para productos de los PMA, propuestas de trato especial y diferenciado y períodos de transición más largos para la puesta en marcha del Acuerdo de la OMC sobre Aspectos de los Derechos de Propiedad Intelectual relacionados con el Comercio (TRIPS por sus siglas en inglés). Pero a la vez plantea la erosión de las preferencias de acceso a mercados del Norte que gozan algunas de esas naciones.
Activistas señalan que esta oferta es una trampa para dividir a las naciones del Sur, que estrecharon sus filas en la conferencia de Cancún.
Mientras se desarrollan las negociaciones, los productos altamente subsidiados de los países industrializados hacen daños irreparables en el potencial agrícola de las naciones en desarrollo.
Entre 1995 y 2004, sólo Europa incrementó sus exportaciones agrícolas 26 por ciento, en gran medida gracias a los subsidios.
Por otro lado, una vasta mayoría de países en desarrollo de África, América Latina o Asia, se convirtieron en importadores de alimentos en los primeros 10 años de vida de la OMC. Millones de agricultores perdieron sus medios de sustento como consecuencia de la inundación de productos importados a bajo costo.
Si las negociaciones de la OMC siguen por el mismo sendero, el mundo pronto se podría dividir en dos sistemas agrícolas: por un lado los países ricos, cultivando alimentos de primera necesidad para la población mundial, y por el otro las naciones en desarrollo produciendo los llamados cultivos industriales, como café, cacao, fresas y vegetales.
Esto ocurrió en varios países de América Latina, que fueron obligados a diversificar su producción agrícola con fines de exportación. La misma estrategia es legitimada para el resto del mundo bajo el marco legal de la OMC.
El dinero que los países en desarrollo obtienen al exportar esos cultivos son usados para comprar granos a las naciones industrializadas, resignando así su soberanía alimentaria.
Para India, un gran productor agrícola, eso implicaría renunciar a su autosuficiencia, lograda con el esfuerzo de cientos de millones de pequeños productores.
Es el sustento de estos agricultores, así como la seguridad alimentaria de las personas que alimentaron por decenios, lo que está en juego en Hong Kong.