CHILE: Parlamento habilitado para sepultar herencia dictatorial

Por primera vez desde el fin de la dictadura en Chile en 1990, las fuerzas democráticas cuentan con mayoría en las dos cámaras del parlamento, hasta ahora bloqueado por la designada «bancada militar», para desarmar todo el entramado institucional heredado de la dictadura.

Con casi 52 por ciento de los votos en los comicios parlamentarios del domingo, la centroizquierdista Concertación por la Democracia que gobierna el país desde la recuperación democrática tiene ahora la oportunidad de cumplir con la promesa pendiente de eliminar el sistema binominal, en vigor en los 60 distritos para diputados y en los 19 para senadores.

Por este sistema se eligen sólo dos representantes por cada circunscripción y el sector que resulte ganador se lleva uno y debe duplicar el caudal de votos respecto del segundo para quitarle el restante puesto parlamentario. Empero, el inmediato perseguidor del triunfador sólo necesita lograr 34 por ciento de los votos para asegurarse un legislador.

El oficialismo en su conjunto, con los comicios del domingo pasó de tener 63 a 65 de las 120 bancas con que cuenta hoy la Cámara de Diputados, en tanto que la derechista "Alianza por Chile" bajó de 57 a 54 lugares.

La Concertación también obtuvo la mayoría tras renovarse el domingo 20 de los 38 escaños del Senado de este país, con 15,6 millones de habitantes.

A pesar de la neta mayoría conseguida en las elecciones, ya que la Concertación y la izquierda extraparlamentaria suman 60 por ciento de los votos, los resultados provocaron confusión y un pequeño terremoto en el grupo más grande de la alianza oficialista, la Democracia Cristiana (PDC) que recogió 20 por ciento de los sufragios, pero perdió cinco senadores y tres diputados.

Por su parte, el pacto izquierdista opositor Juntos Podemos, de los partidos Comunista y Humanista, obtuvo 7,4 por ciento de los sufragios parlamentarios, pero debido al sistema electoral vigente no pudo acceder tampoco esta vez al Congreso.

Es que el sistema binominal beneficia a las grandes coaliciones en detrimento de los grupos minoritarios, pues en caso de regir la proporcionalidad los analistas proyectan que Junto Podemos debió haber obtenido siete u ocho diputados, que se le restarían a la coalición derechista.

La erradicación de ese sistema electoral es la mayor deuda que deja el gobierno de Ricardo Lagos, tras prolulgar en septiembre las reformas constitucionales que elminaron a partir de la próxima legislatura los cargos de nueve senadores designados, cuatro de los cuales provenían de las Fuerzas Armadas, así como la condición de miembro vitalicio de la cámara alta para los ex presidentes.

También esas enmiendas restituyeron al presidente la potestad de nombrar y remover a los altos mandos de las Fuerzas Armadas y pasaron a apenas un organismo asesor al hasta ahora poderoso Consejo de Seguridad Nacional. Todas esas disposiciones habían sido incorporadas en el referéndum de 1980 durante la dictadura del general Augusto Pinochet (1973-1990).

Con el resultado de la víspera, sin embargo, la izquierda extraparlamentaria demostró que tiene la llave maestra para la definición del balotaje el 15 de enero entre la oficialista Michelle Bachelet, que logró casi 46 por ciento de los votos, y el empresario derechista Sebastián Piñera, que apenas pasó 25 por ciento pero que suma el 23 por ciento de su aliado Joaquín Lavín.

El precio de la entrada que cobrará la izquierda a Bachelet será seguramente un compromiso programático.

Dos mujeres demócratacristianas obtuvieron las dos primeras mayorías nacionales: la ex canciller Soledad Alvear fue elegida senadora por Santiago, con 43,6 por ciento de los sufragios, en tanto que Alejandra Sepúlveda repite como diputada por la provincia central de San Vicente con 54,2 por ciento.

La alta probabilidad de que Bachelet sea elegida finalmente presidenta de Chile y la preminencia de mujeres con buenos resultados electorales, empero, oculta la persistencia de un parlamento discriminatorio.

En la Cámara de Diputados, las mujeres ocuparán sólo 18 escaños, mientras que en el Senado se sumaron sólo dos en los 20 cargos elegidos. Ellas sumaban apenas 67 de los 400 postulantes para los cargos parlamentarios disputados el domingo.

El sistema político chileno otorga inmensas facultades al Poder Ejecutivo, y en el parlamento quienes zanjan todos los temas fundamentales son los senadores, un segmento que el diseño de la dictadura había reservado para ser controlado por una minoría designada.

Posiblemente Chile sea, hasta marzo de 2006, el único país democrático del planeta en que las Fuerzas Armadas designan representantes en la cámara alta.

No sólo el tema del sistema electoral espera al nuevo parlamento, ahora controlado por la coalición oficialista. En el programa original de la Concertación figuran también reformas importantes en los sistemas de previsión, salud y educación, todos total o parcialmente privatizados durante la dictadura.

En el discurso de agradecimiento a sus seguidores, en la noche del domingo, Bachelet prometió que realizaría "la mayor revolución en el sistema educacional de la historia de Chile". El régimen de Pinochet descentralizó el sistema educacional, entregándolo a las municipalidades, con lo que automáticamente se creó un régimen discriminatorio por comunas pobres y ricas.

Fuentes de la izquierda opositora indicaron este lunes que demandarían compromisos precisos de Bachelet sobre la reforma previsional, una especie de bomba de tiempo social que amenaza con estallar cuando los afiliados al sistema privado lleguen masivamente a la edad de jubilación.

La candidata socialista exigió a sus partidarios, y en particular a los dirigentes, a salir a la calle a trabajar por la victoria en lugar de concentrarse en apariciones mediáticas, en un aparente giro importante en una campaña dominada casi hasta el fin por los expertos comunicacionales.

Si bien los férreos controles policiales del sistema electoral de voto obligatorio garantizan una alta participación, la campaña registró muy pocas manifestaciones populares.

La única concentración masiva convocada al cierre de la primera etapa de los comicios, de Bachelet, fue suspendida abruptamente tras la caída al lecho de un río de un autobús lleno de jóvenes socialistas, con un saldo de cinco muertos.

Casi todas las organizaciones políticas, con la excepción de la izquierda opositora, proyectaron imágenes similares: mucho azul en los fondos y mucho blanco en las vestimentas, mucha sonrisa y consignas de poco contenido ("alas para todos", "estoy contigo", "se puede", etc).

La soporífera calma del día electoral fue interpretada por la gran mayoría como muestra de la madurez cívica de los chilenos, que ya no ven de manera traumática los procesos políticos. El dato oculto, sin embargo, es que casi un tercio de los posibles votantes, unos 2,25 millones de jóvenes, no participan por no estar inscritos en el registro electoral.

Una campaña masiva de aliento a la inscripción, lanzada por el gobierno, resultó en el registro de apenas 10 por ciento de los posibles electores.

El ex ministro del Interior y actual secretario general de la Organización de Estados Americanos, José Miguel Insulza, dijo a IPS que no se justifica que en un país donde la cedulación alcanza 100 por ciento de la población, la inscripción electoral no fuese automática y el voto un acto voluntario, como en Estados Unidos o Venezuela.

En la segunda vuelta electoral, muchos de los que no se inscribieron estarán posiblemente arrepentidos, porque de la abulia de un resultado garantizado, Chile regresa a una definición en que cada voto vale.

Ya Bachelet anunció el regreso de la política al proceso electoral, al denunciar a su rival como representante de la misma derecha de siempre, ahora disfrazado de reformista y demócrata. El propio Partido Comunista, que siempre dijo que la Concertación y la derecha son "lo mismo", esta vez guarda un cauteloso y calculador silencio.

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