Las remesas de emigrantes latinoamericanos y caribeños a sus países sumaron unos 45.000 millones de dólares en 2004, duplicando el monto de una década atrás y en constante crecimiento.
Esos recursos enviados por trabajadores emigrantes a sus familias insuflan grandes bocanadas de aire a la economía regional y rescatan de la pobreza a más de 2,5 millones de personas.
Si bien para la población general de América Latina y el Caribe, el efecto de las remesas en la atenuación de la pobreza es pequeño, éste se vuelve enorme para los beneficiarios directos. La mitad o más de los miembros de hogares vinculados con emigrantes serían pobres sin las remesas, mientras algunos pobres serían indigentes.
Tales conclusiones están incluidas en el informe Panorama Social 2005, que este viernes difundió la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal), en su sede en Chile.
La pobreza y la indigencia que afectan en conjunto a 301 millones de personas, siguen una tendencia de reducción, abonada en pequeña proporción por las remesas, pero a un ritmo muy lento.
El mexicano Francisco Morales, cuyo hijo José, de 25 años, le envía mensualmente 200 dólares desde Estados Unidos, dijo a IPS que estaría "en la calle" sin ese dinero.
"Aquí (en la capital) no hay empleo, y yo necesito medicinas (para la diabetes), y mi otra hija aún estudia y requiere ayuda", relató. Esos 200 dólares "nos sacan en algo de la pobreza", dijo Morales, viudo que trabaja como conserje nocturno en un edificio de apartamentos.
México recibe casi 40 por ciento del total de remesas a la región. Sin esos ingresos, la pobreza en las zonas rurales se elevaría en 10 por ciento, estima el estatal Consejo Nacional de Población.
En las zonas rurales mexicanas, donde se concentra 75 por ciento de la pobreza del país, viven 25 millones de personas.
Las remesas latinoamericanas se duplicaron en los últimos 10 años, y 55 por ciento de las mismas van a México y los países de América Central, 31 por ciento a América del Sur, y 14 por ciento al Caribe.
La mayoría de esos dineros proceden de latinoamericanos y caribeños que residen en Estados Unidos, país al que llegaron en muchos casos sorteando obstáculos y peligros.
Pero las remesas proceden también de Canadá y España y, en menor medida, de Japón, donde residen más de 254.000 brasileños, según indica un estudio realizado por la Organización de los Estados Americanos en 2004.
Ese mismo documento reconoce que el dinero de los inmigrantes no es "de por sí" una solución para los problemas de la pobreza. "En muchos casos, quizá en la mayoría de ellos, las remesas representan un alivio temporal para la pobreza de las familias, pero rara vez implican un camino permanente hacia la seguridad financiera".
Cepal apunta que las economías de Haití, Nicaragua, Guyana y Jamaica tienen una elevada dependencia económica de los flujos de dinero de los emigrantes, pues representan entre 29 y 16 por ciento de su producto interno bruto.
Para naciones como Ecuador, México o El Salvador, las remesas superan la inversión extranjera directa, y en algunos otros países, representan más de 50 por ciento del monto de sus exportaciones.
Es tal la importancia del dinero enviado por quienes abandonan sus países agobiados por la pobreza, pero también impulsados por dinámicas económicas internacionales y por vínculos familiares, que todos los gobiernos del continente americano se esfuerzan por facilitar este forma de asistencia.
En la Cumbre Extraordinaria de las Américas, realizada en México a inicios de 2004, los gobiernos de la región firmaron un compromiso para reducir al máximo los costos de envío de las remesas.
Además, algunos países trabajan en planes destinados a que parte del dinero de los emigrantes se destine a proyectos de desarrollo.
"Muchos gobiernos expulsan a su gente y luego quieren aprovecharse del dinero que envían, es una paradoja que habla de las contradicciones, injusticias y de los grandes problemas económicos de nuestros países", dijo a IPS Tomás Vergara, profesor de economía en varios colegios de educación secundaria en la capital mexicana.
La Cepal afirma: "los datos correspondientes a 11 países de la región muestran, en primer lugar, que la repercusión de las remesas en términos de pobreza de toda la población es poco significativa".
"Los mayores efectos se observan en El Salvador y República Dominicana, donde la suma de las remesas al ingreso del hogar reduce la pobreza 4,5 y 2,2 puntos porcentuales, respectivamente. En los demás países, las disminuciones son inferiores a 2 puntos porcentuales", afirma.
No obstante, el panorama se modifica cuando se analiza el impacto de esos recursos en el conjunto de hogares que los reciben.
"El 50 por ciento o más de las personas que residen en hogares receptores se encontrarían bajo la línea de pobreza si no contaran con el aporte de estos ingresos", aclara la Cepal, al remitirse a datos que hablan del impacto de las remesas en Bolivia, Ecuador, El Salvador, Guatemala, Honduras, México, Nicaragua, Paraguay, Perú, República Dominicana y Uruguay.
"En un conjunto significativo de hogares bastan las remesas recibidas para salir de la condición de pobreza extrema. Si bien existen también hogares que continúan siendo pobres pese a que reciben transferencias del exterior, esta fuente reduce de todas maneras la brecha entre sus ingresos y la línea de pobreza", indica Cepal.
El impacto de las remesas en la pobreza general aún es limitado, pues el porcentaje de hogares que recibe esos apoyos no supera16 por ciento del total en los 11 países que analizó la agencia de la Organización de las Naciones Unidas.
Sin embargo, la existencia de estos recursos evita que sean pobres al menos 2,5 millones de personas en 11 países analizados, concluye la Cepal.