«Con estas tres computadoras y la conectividad a Internet tocamos el cielo con las manos», sintetizó ante IPS Analía Bonesso, directora y maestra de los ocho grados de primaria en una escuela rural de Argentina sin teléfono ni radio, a la que asisten apenas 14 alumnos.
La escuela Tomás Espora está en Campo Durango, en la provincia de Santa Fe y a unos 400 kilómetros al noroeste de Buenos Aires, una "zona que (antes) era de tambos (establecimiento de ganado lechero), pero que ahora todo se transformó a campos de soja y los alumnos van migrando detrás del trabajo de sus padres", describió Bonesso.
Este modesto centro de enseñanza primaria forma parte desde 2002 de una red de 17 escuelas rurales distribuidas por el país que recibieron equipamiento y conexión a Internet por banda ancha o vía satélite del programa Educ.ar, del Ministerio de Educación. En teoría también les acercan soporte técnico y pedagógico.
Pero el proyecto tiene sus fallas. Bonesso aprendió a usar la computadora "un poco sola y un poco con amigos". Los equipos se usan por todos "para leer los diarios o buscar información", mientras que el correo electrónico sólo es utilizado por el personal de la escuela, y no por los niños y niñas pues, según la maestra-directora, dicen que "no tienen familiares a quienes escribirle".
"¿No se conectan con niños de otras escuelas?", preguntó IPS. "Sí, algunas veces, pero yo intento que les envíen correos los familiares que algunos de ellos tienen en otros puntos del país", explicó la educadora.
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La distancia que existe entre la provisión de equipos y la verdadera apropiación de las nuevas tecnologías por parte de los destinatarios del sistema es señalada como una constante por organizaciones no gubernamentales, que procuran acortar la brecha digital familiarizando a los más pobres en el uso de las herramientas de comunicación e informática.
El problema no se limita a escuelas aisladas. En la ciudad de Buenos Aires hay centros de educación primaria bien dotadas de equipos, pero donde los docentes no saben usarlos. "Los padres decidimos poner dinero para pagar un profesor de computación que va dos veces por semana", comentó a IPS Silvina Márquez, madre de un alumno.
Eso es lo que ocurre cuando los equipos caen del cielo, sin preparar el terreno.
"El Estado y el sector privado trabajan mucho para financiar equipos y dotar de conectividad, pero el desafío que aún está pendiente es el de lograr que la comunidad se 'adueñe' de los instrumentos y los utilice para atender sus necesidades", explicó a IPS Angélica Abdallah, directora de la Asociación Argentina de Teletrabajo.
Una encuesta realizada por la empresa Microsoft determinó que casi ocho millones de los 37 millones de argentinos navegan con regularidad por la red mundial de computadoras y utilizan el correo electrónico. Se trata de un porcentaje de acceso más alto que el de la mayoría de los países de América Latina.
Sin embargo, el uso de esta tecnología está muy concentrado en las ciudades. Sólo en la capital argentina y en sus zonas aledañas hay 9.000 locutorios y cibercafés con más de 52.000 computadoras en red, indica la misma investigación de la empresa multinacional realizada en 2004.
Los locutorios son locales de las empresas telefónicas donde se brinda el servicio de uso de fax, teléfono para llamadas de corta y larga distancia, y también computadoras con acceso a Internet. El servicio no es gratuito, pero los precios son accesibles, lo cual permitió expandir el fenómeno en las urbes.
Según un sondeo realizado este año por el diario argentino Clarín y la consultora D'Alessio Irol, 60 por ciento de los navegantes se conecta desde locutorios y cibercafés, 41 por ciento desde su residencia, 14 por ciento desde el trabajo y apenas tres por ciento desde instituciones educativas de todos los niveles, incluyendo las universidades estatales y privadas.
Esta última franja es clave para aumentar el acceso en sectores marginales.
En el proceso hacia la segunda fase de la Cumbre Mundial sobre la Sociedad de la Información, que se realizará del 16 al 18 de noviembre en Túnez, los gobiernos latinoamericanos se comprometieron a duplicar para 2007 el actual número de escuelas, bibliotecas y centros comunitarios conectados a Internet.
El gobierno argentino del centroizquierdista Néstor Kirchner, que asumió en mayo de 2003, dio un fuerte impulso a la provisión de equipos.
Además de mantener la conectividad en escuelas de zonas marginales de los centros urbanos, el Ministerio de Educación lanzó este año la Campaña Nacional de Alfabetización Digital, que entregará 100.000 ordenadores en 12.000 establecimientos educativos.
Laura Serra, directora de proyectos de Educ.ar, admitió a IPS que detectaron dificultades en las escuelas que integran la red y procurarán solucionarlas. Pero la política principal del área está centrada ahora en la campaña de alfabetización que brindará, además, conexión, contenidos para la enseñanza y capacitación docente.
"Lo que ayuda a reducir la brecha digital es trabajar en todos los aspectos a la vez", sostuvo Serra. "No sirve sólo entregar computadoras y conectividad si no hay capacitación o contenidos", reconoció la funcionaria.
Hasta ahora, el gobierno entregó la mitad del total de equipos previsto y la provisión se completará sólo a fines del año próximo.
Para la capacitación docente, la cartera firmó un convenio con las universidades públicas del país, a fin de preparar a unos 15.000 maestros y profesores en el manejo de las nuevas tecnologías en el aula.
Finalmente, el gobierno de Kirchner mantiene otro proyecto que se había lanzado con ímpetu a fines de los años 90 y sobrevivió sólo en parte. Se trata de los Centros Tecnológicos Comunitarios (CTCs), que dependen de la Secretaría de Comunicaciones del Ministerio de Planificación Federal, Inversión Pública y Servicios.
Se trata de 1.350 CTCs en todo el país y en los que el Estado aportó equipos y capacitó a un responsable técnico y a uno pedagógico para cada caso. Las instituciones huéspedes son escuelas, parroquias, bibliotecas, cuarteles de bomberos, municipios y organizaciones no gubernamentales.
En esos casos, el Estado financia el acceso a Internet con un límite mensual del tiempo de conexión, pero una vez más el éxito o eventual fracaso de la experiencia no depende de la tecnología o la velocidad de la banda utilizada.
"Para que los CTCs tengan impacto en su comunidad tiene que haber personas preparadas para gestionarlos, que los hagan sustentables en el tiempo", apuntó Abdallah. "¿De qué sirve un centro cuando ya no puede adquirir el papel o cartuchos para la impresora?", se preguntó Serra.
Planteos similares hace la Asociación Civil Nodo Tau, que capacita a organizaciones sociales en el uso de la red mundial de computadoras.
"Para utilizar esta tecnología hay que capacitar, poner a las organizaciones en red y fomentar el acceso también de los sectores más marginales", comentó a IPS Carolina Fernández, coordinadora pedagógica de la asociación.
Las organizaciones favorecen la apertura de espacios informáticos de uso comunitario (telecentros) en organizaciones sociales. Y para ello, algunas se sumaron a la Red Unesco (Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura) de telecentros libres, que estimula el reciclado de equipos y trabaja con software libre.
"Nosotros hacemos hincapié en acercar a emprendedores y a profesionales a fin de que utilicen el telecentro como herramienta para el mercadeo de sus productos y servicios", comentó Abdallah. "También queremos generar demanda privada de servicios que puede ofrecer el telecentro a fin de hacerlo sustentable", añadió.
Para eso hace falta "capacitar a la gente para que sea capaz de gestionar", señaló. Abdallah sostiene que, en lugar de esperar que la tecnología "llegue de arriba", hay que trabajar desde la base, escuchando las necesidades de la comunidad y capacitando para el uso apropiado de la tecnología.
La asociación Nodo Tau apoyó la creación de siete telecentros que ofrecen servicios a muy bajo costo en organizaciones sociales. "Hay usuarios de todas las edades, pero principalmente adultos que no se llevan bien con la estética moderna de los cibercafés", explicó Fernández..
Para Fernández, la brecha digital no está aislada de otras brechas sociales, culturales y económicas propias de un país en desarrollo.
"Para acortar esta brecha no se debe hacer hincapié en obtener la máquina sino en la apropiación de la herramienta por parte de los vecinos, porque de esa manera se asegura que su utilización sirva para transformar la realidad", apuntó.