Las iniciativas para abatir el desempleo crónico no abundan en el mundo. Por eso se destaca la experiencia de organizaciones sociales de Argentina para atraer con éxito al mundo laboral a desocupados sin oficio y a mujeres que nunca trabajaron.
"Creíamos que el desempleo se resolvía creando fuentes de trabajo, pero el tema es mucho más complejo", reconoció ante IPS Carlos Chile, líder del Movimiento Territorial Liberación, una agrupación que formó una cooperativa de vivienda y hoy es en una empresa constructora eficiente que gana licitaciones de obras públicas.
"Reinsertar a un desocupado sin oficio o que estuvo 10 años sin empleo es un trabajo que lleva por lo menos seis meses", explicó Chile ante un auditorio de activistas de distintas organizaciones civiles reunidas esta semana en Buenos Aires en el I Foro Permanente para la Vivienda Social.
"El desocupado no tiene disciplina. Ve televisión por la noche. Se levanta tarde. Duerme de día, puntualizó. Se trata de personas mal alimentadas, que no están físicamente preparadas para realizar tareas de fuerza y, en el afán por volver a producir, "se enferman o se lesionan más a menudo", explicó.
El colapso de fines de 2001, que sobrevino en Argentina tras cuatro años de recesión, dejó a 54 por ciento de sus 37 millones de habitantes sumergidos en la pobreza y a 24 por ciento de su población económicamente activa sin empleo.
La recuperación de la actividad económica posterior posibilitó que la pobreza se redujera este año a 38 por ciento de la población y la desocupación a 12 por ciento de los activos.
No obstante, los datos últimos indican que, a igual ritmo de crecimiento económico, la pobreza se revierte más lentamente. El gobierno no presenta programas de desarrollo destinados a incluir a los más pobres y desempleados crónicos y hasta ahora la principal política social es de tipo asistencial.
"Nos gustaría saber si el Estado estaría dispuesto a financiar estos seis meses que se requieren para la reinserción", desafió Chile en el foro, al que asistieron también representantes del gobierno centroizquierdista de Néstor Kichner.
Todas estas observaciones son producto de la experiencia del Movimiento luego de crear la Cooperativa de Vivienda, Crédito y Consumo Emetele.
La cooperativa está por terminar un conjunto de 11 edificios de apartamentos en el sur de la capital argentina, en un predio adquirido con un crédito del Instituto de la Vivienda de la Ciudad de Buenos Aires, y donde trabajan 250 operarios, todos ex desocupados que al terminar la obra estarán en carrera para acceder a una de esas unidades.
Para ser candidatos a una vivienda deberán demostrar que pueden pagar la hipoteca. En el comedor, donde descansan a mitad de la jornada, los trabajadores reciben una dieta equilibrada y abundante.
"Me gustaría que les pregunten a los (empleados) bancarios que sintieron la primera vez que los trabajadores (de la cooperativa) fueron a retirar sus sueldos a las sucursales. Les aseguro que temblaron. Sin saber cómo sacar su dinero, los muchachos querían romper a patadas (puntapiés) los cajeros automáticos que desconocían por completo", recordó Chile con una sonrisa.
Los salarios que reciben son similares a los del mercado laboral y prácticamente multiplican por siete el monto mensual del subsidio que entrega el Estado a un jefe o jefa de hogar desocupado para que sostenga a su familia. Además, 40 por ciento de los empleos están cubiertos por mujeres y no sólo en la cocina, pues también las hay albañiles o electricistas.
"Quebrada la cultura del hombre proveedor fueron ellas las que salieron a trabajar, así que en igualdad de condiciones, el puesto en nuestra cooperativa es primero para la mujer", remarcó Chile.
Habrá que ver qué pasa cuando esas mujeres disputen un empleo fuera de la cooperativa. "Ese será el reto de la sociedad", respondió.
Chile sostuvo que el Estado gasta millones de dólares en subsidios a empresas para que levanten viviendas sociales al precio de unidades de lujo, que luego tienen vicios de construcción ocultos. Los funcionarios las entregan graciosamente a beneficiarios que no siempre las pueden mantener en condiciones, denunció.
Por eso, puntualiza que el proyecto de la cooperativa es mucho más que construir una vivienda. "Es construir una nueva cultura, que devuelva la felicidad a nuestra gente", remarcó el dirigente.
Desafíos similares afrontan los integrantes de otra cooperativa. Las Antenas surgió en el partido de La Matanza, populosa localidad en el círculo metropolitano de la ciudad de Buenos Aires, para pelear por el acceso a la tierra a comienzos de los años 90. Hoy llevan construidas 250 viviendas y tienen varios contratos de refacción de edificios públicos.
"Vivíamos hacinados en villas (asentamientos irregulares), aislados de la sociedad", contó durante el foro Hugo Molinas, presidente de la cooperativa. "La construcción fue una excusa para volver a la cultura del trabajo", añadió.
"En nuestro barrio los jóvenes se crían con padres desocupados que ya ni recuerdan sus oficios y con la droga (a mano) en cada esquina", comentó. "Quisimos cambiar esto a través de ir cambiando la fisonomía del hábitat", añadió.
Para lograrlo, la cooperativa recibe un aporte del Estado para construir cada vivienda en seis meses y paga los magros sueldos correspondientes. Pero los integrantes de Las Antenas, que ya tienen oficio y experiencia, construyen las unidades en apenas dos meses y entonces el excedente les permite pagar una diferencia salarial.
Molinas indicó a IPS que al principio muchos no se sentían capaces de ser parte del proyecto. "Estaban muy desganados", describió. Él los animaba: "¿cómo no vamos a poder construir nuestras casas si se las hacemos para los demás?", les preguntaba. "Es que lo difícil no es hacer casas, sino construir organización", acotó.
Los cooperativistas admiten que no se trata sólo de voluntad. La capacitación fue imprescindible.
"Nuestra gente no tiene siquiera estudios secundarios y tuvimos que organizar cursos para enseñarles a administrar una cooperativa, porque de su capacitación depende la calidad de la institución que creamos", advirtió Molinas.
También Chile explicó que la cooperativa Emetele entrenó a los desocupados en oficios que faltaban, como plomeros, herreros, carpinteros, electricistas y administrativos.
Otro que expuso su experiencia en el foro fue la Cooperativa 25 de Marzo, levantada en nueve manzanas en la Villa 20, en el barrio de Lugano, en el sudoeste de la ciudad Buenos Aires. Hace cinco años los cooperativistas lograron adquirir las tierras que ocupaban y comenzaron un plan de construcción de viviendas.
En las mismas unidades precarias que vivían se erigían una casa nueva y más sólida, en dos modestas plantas. "No queríamos hacer cajas de zapatos. Hicimos ya 170 viviendas dignas", se entusiasma Marisa De León, administradora de la cooperativa, en diálogo con IPS.
De León contó que las obras generaron no sólo fuentes de trabajo, que se pagaron con un subsidio de la oficina gubernamental de Promoción Social. También se motivó a los pobladores a aprender nuevos oficios y a lanzarse a nuevas empresas para producir bienes para la industria del sector.
Para afirmar sus comentarios, muestra fotos de mujeres trabajando en carpintería de todo tipo: muebles, puertas y ventanas. Luego decidieron asfaltar la calle, que luego de cada lluvia se transformaban en un lodazal, y ahora incorporaron servicios de agua potable, cloacas y gas, además de un mejor alumbrado público.
"La gente no hace sólo una vivienda", remarcó De León. "La gente hace una gran experiencia. La vivienda es apenas una extraordinaria excusa", apuntó. (