Malayos musulmanes del sur de Tailandia acusan al gobierno de este país, de mayoría budista, de la escalada de violencia que se ha cobrado 1.000 vidas desde enero de 2004.
Desde el comercio de venta de té que dirige junto a su marido, Maye Leh sondea el silencio que ha descendido sobre las pequeñas casas de los alrededores, de paredes rotas, ventanas y puertas cerradas en la mañana de un domingo.
Los únicos sonidos son el cacareo de las gallinas, el gorjeo de los pájaros enjaulados y la extraña brisa que sobrevuela la aldea desierta.
Los malayos musulmanes han huido del poblado luego de que militares fuertemente armados ingresaran la semana pasada en busca de responsables del linchamiento de dos infantes de marina, en medio de la escalada de violencia que azota a la región desde enero de 2004.
Los soldados habían sido golpeados y apuñalados hasta morir el día 21, tras ser mantenidos 18 horas como rehenes en una edificación de una sola habitación de paredes manchadas, cerca de una mezquita a medio construir y del cementerio de la aldea.
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Maye, de 50 años, no sabe cuándo la aldea, ubicada entre las plantaciones de caucho y la exuberante vegetación tropical de la austral provincia tailandesa de Narathiwat, recuperará su ritmo de vida normal.
Noticias de la brutalidad y relatos de cientos de mujeres musulmanas bloqueando la entrada a Tanyong Limo durante el drama de los rehenes pusieron colofón a años de oscuridad vividos por esta comunidad.
La aldea de 2.000 habitantes es la última incorporación a una creciente lista de localidades bañadas en sangre a raíz de la escalada de tensiones étnicas que domina esta región cerca de la frontera con Malasia desde enero de 2004.
El enojo dirigido a esta comunidad de pobres cultivadores de caucho por el gobierno del primer ministro Thaksin Shinawatra, en funciones desde 2001, consolida la creencia de que a las autoridades le importa poco el bienestar de la gente en estas tierras tan alejadas de Bangkok.
Los marines fueron asesinados en represalia por las muertes de dos aldeanos y las heridas causadas a otros cuatro en un tiroteo indiscriminado desde un vehículo que circulaba. Las balas alcanzaron el comercio de té de Maye.
"No tengo idea de por qué les dispararon", expresó Maye, acomodándose el chal blanco que cubría su cabeza. "Les dije a los hombres que no se demoraran y se fueran a sus casas por lo que ha estado ocurriendo estos días".
"Era sólo un cultivador de caucho", dijo Maeje Niumah, madre de uno de los hombres asesinados en el comercio de té.
Los aldeanos enojados de Tanyong Limo acusan a los soldados de estar detrás de las muertes. También pobladores de Lahan, otra aldea de la provincia de Narathiwat, creen que el ejército fue responsable del asesinato de un imán (líder religioso) apenas unos días antes.
Los habitantes de Lahan reaccionaron al asesinato de su líder religioso de un modo similar, bloqueando la entrada de soldados con barricadas improvisadas.
Pero también más de 130 hombres, mujeres y niños de Lahan y sus alrededores huyeron fuera de fronteras para asilarse en Malasia, desatando una tormenta diplomática entre estos dos países vecinos de Asia sudoriental.
El miedo de los aldeanos era natural. Después de todo, fue en la localidad de Tak Bai, en la misma provincia, que 78 niños y hombres musulmanes murieron asfixiados bajo custodia militar, en octubre de 2004. Todos ellos habían sido arrestados por manifestar contra los abusos policiales.
La desconfianza de los aldeanos hacia el régimen de Bangkok se debe a "un sentido de injusticia", según Perayot Rahimullah, ex profesor de Ciencia Política y ahora parlamentario por Narathiwat del opositor Partido Demócrata.
"Los musulmanes en las tres provincias sienten que no tienen dignidad social debido a la realidad que encuentran", dijo Perayot a IPS, refiriéndose a Narathiwat y a las provincias vecinas de Pattani y Yala. La etnia malaya, predominantemente musulmana, es mayoría en esa área.
Pero eso no es sólo creación del gobierno de Thaksin. Los musulmanes de la zona se han quejado durante mucho tiempo sobre la negligencia económica y la discriminación cultural que han soportado durante décadas y de la que han responsabilizado a los políticos de Bangkok.
Las consecuencias de esa política se refleja en estudios de agencias de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), según los cuales en Narathiwat, 82 por ciento de cuyos 730.146 habitantes son malayos musulmanes, la pobreza es dos o tres veces más alta que el promedio nacional de Tailandia.
La pobreza y las privaciones son visibles en Tanyong Limo, en las descuidadas casas hechas de madera o de ladrillos grises y cemento que están a un mundo de distancia del ruido comercial y los edificios de cristal que hacen de Bangkok una capital de clase mundial.
La antipatía de los musulmanes hacia el estado tailandés solo ha crecido desde que las provincias del sur, que otrora integraron el reino musulmán de Pattani, fueron anexadas por Siam (como se llamaba Tailandia entonces) en 1902.
Sucesivos regímenes militares y gobiernos elegidos en las urnas han alimentado el resentimiento a través de políticas dirigidas a homogeneizar una identidad tailandesa unificada.
Su fe islámica y el idioma yawei distinguen a los malayos musulmanes de los budistas de habla tailandesa, que constituyen la comunidad mayoritaria en Tailandia.
En los años 70, la intolerancia y la negligencia alentaron a los movimientos rebeldes de malayos musulmanes comprometidos con la lucha separatista contra el estado de Tailandia.
La violencia que ha sumido a esta región en los últimos meses aún no puede ser calificada de "levantamiento separatista". Los funcionarios tailandeses dicen que al menos parte del fenómeno se vincula con redes criminales, incluso del narcotráfico.
Pero para testigos como Maye ya ha significado días llenos de silencio y miedo. "Los soldados son buenos a veces, pero tengo miedo después de lo que hemos visto y oído que sucedió aquí y en otras aldeas", dijo.