«Una noche tibia nos conocimos, junto al lago azul de Ypacaraí», comienza la más famosa canción folklórica de Paraguay. La principal atracción del turismo interno está bajo creciente contaminación, que niegan las autoridades, pero confirman nuevos estudios.
Cincuenta kilómetros al este de Asunción, Ypacaraí (lago del Señor en lengua guaraní), tiene una cuenca de 1.017 kilómetros cuadrados, y convoca anualmente a cientos de miles de veraneantes.
Según la Secretaría Nacional de Turismo, en la última temporada estival, más de 300 mil personas concurrieron a la "villa veraniega" de San Bernardino, en la costa este del lago. En la margen opuesta se encuentra la ciudad de Areguá.
La gran cuenca es alimentada por cuatro menores, compuestas por los arroyos Yukyry, Pirayú, San Bernardino y Areguá. El lago descarga al río Paraguay a través del río Salado. Diez por ciento de los habitantes del país, unas 600.000 personas, vive en su área de influencia.
Ochenta por ciento de esa población está a la vera del Yukyry, "lo que es una suerte, ya que antes de desaguar en el lago está el humedal del Yukyry", dijo a Tierramérica Elena Benítez, directora general de Recursos Hídricos de la Secretaría del Ambiente (SEAM).
Benítez explicó que "los humedales actúan como descontaminantes de la materia orgánica" contenida en las aguas servidas que llegan al lago.
La cobertura de saneamiento es muy baja en Paraguay, pues abarca 22 por ciento de Asunción y su área metropolitana y apenas 10 por ciento de todo el país, dijo la funcionaria.
"El resto se está vertiendo directamente a los cursos de agua o a las napas freáticas a través de los pozos ciegos y cámaras sépticas", sostuvo.
En la cuenca del Yapacaraí, la SEAM ha registrado 145 industrias en actividad, incluidos mataderos, frigoríficos, fábricas de jabón y curtidurías. También funcionan allí tres grandes hospitales públicos..
Pero la Secretaría no cuenta con datos sobre volúmenes de descargas de líquidos industriales y aguas servidas. "El estudio estadístico se encuentra en ejecución", justificó Benítez.
Pero "no es ningún secreto que desde hace más de 30 años (el lago Ypacaraí) tiene coliformes fecales", aunque "si hacemos un monitoreo de toda el área, podemos decir que, en la media, no está contaminado".
Sin embargo, la Agencia Japonesa de Cooperación Internacional (JICA, por sus siglas en inglés) "detectó en 2000 indicios sobre la existencia de unas algas que podrían ser tóxicas", añadió la funcionaria.
En enero, plena temporada turística, apareció en el centro del lago gran cantidad de espuma, mientras se hacía público el informe de JICA, lo que motivó la intervención del fiscal ambiental Isacio Cuevas.
Cuevas ordenó tres análisis a laboratorios del Ministerio de Agricultura y Ganadería, del Instituto Nacional de Tecnología y Normalización y del Ministerio de Salud, relató el fiscal a Tierramérica.
En esos análisis se hallaron "coliformes fecales, cromo y mercurio, entre otros componentes, pero en niveles insignificantes", dijo Cuevas, y añadió con ironía: "Observando estos análisis, yo me baño en el lago".
El fiscal espera comparar esos análisis con los resultados de una cuarta serie de estudios de expertos de la oficina de JICA en Brasil sobre la gran cuenca del Ypacaraí.
Hideo Kawai, técnico al frente de ese estudio, dijo a Tierramérica que los resultados no estaban aún disponibles, pero adelantó el hallazgo de concentraciones muy superiores a las tolerables de coliformes fecales, materia orgánica, fósforo y nitrógeno.
Las aguas del lago son muy ricas en nutrientes, que favorecen la rápida reproducción de cianobacterias tóxicas, como el alga microcystis aeruginosa, hallada en Ypacaraí.
Kawai explicó que el alga produce una toxina cancerígena capaz de afectar el hígado humano en caso de consumo constante. Pero añadió que en el agua potable procesada por la empresa sanitaria estatal Essap, no se encuentran rastros de microcystis.
El agua potable llega a 87 por ciento de la población de Asunción y su área metropolitana.
Cuando los estudios estén concluidos, Kawai efectuará una serie de recomendaciones a las autoridades, que incluirán la ejecución de un plan director y la búsqueda de recursos técnicos y financieros para tratar las aguas servidas, factor primordial para la reproducción de las cianobacterias.
Además, es recomendable que habitantes y turistas eviten el contacto directo de la piel con las aguas del lago, sostuvo.
Miguela González, propietaria de una casa de fin de semana en San Bernardino, dijo a Tierramérica que no permite a sus hijos, de siete y 10 años, bañarse en las aguas cuando visitan la zona. "Ahora, con lo de las algas, es mucho más peligroso que antes", agregó.
* El autor es colaborador de Tierramérica. Publicado originalmente el 3 de septiembre por la red latinoamericana de diarios de Tierramérica. (