Las mujeres están en la vanguardia de la resolución de conflictos a nivel comunitario, pero rara vez se las incluye en los procesos de paz nacionales y regionales a pesar de las directivas de la comunidad internacional en ese sentido, según expertas.
Que el Consejo de Seguridad de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) haya ordenado en 2000 aumentar la participación de las mujeres en las negociaciones de paz, mediante su Resolución 1.325, dejó en evidencia la magnitud del problema más de lo que contribuyó a solucionarlo.
Pocos avances se han alcanzado en ese sentido, dijo Nyaradzai Gumbonsvanda, del Fondo de las Naciones Unidas para la Mujer (Unifem).
Hay conciencia, pero la conciencia no es suficiente. La conciencia no se ha traducido en acciones, dijo Gumbonsvanda este lunes en una conferencia de prensa a la que asistieron 24 periodistas, todas ellas mujeres.
Mientras se aproxima el quinto aniversario de la Resolución 1.325 en octubre, es evidente que se requiere un apoyo más fuerte para la participación de las mujeres en todos los esfuerzos para promover la paz y la seguridad, agregó la subdirectora de Unifem, Joanne Sandler.
La labor que cumplen las mujeres a nivel local y regional es crucial para los procesos de consolidación de la paz, pero sus roles son con frecuencia subestimados o ignorados, a pesar del hecho de que tienen derecho a participar en iguales términos que los hombres en todos los procesos de gobierno y toma de decisiones, dijo Gumbonzvanda.
Las negociaciones formales de paz que dejan de lado a la mitad de la población tienen limitadas expectativas de apoyo popular, observó.
Algunos países aprobaron leyes para alentar la participación femenina en los procesos de paz, pero tales leyes son con frecuencia diluidas.
Una ley aprobada en marzo en Israel establecía en su formulación original que las mujeres debían constituir 25 por ciento de los participantes en el diálogo de paz. Pero como el gobierno de Ariel Sharon era reticente a establecer una cuota, la norma indica, finalmente, que una cantidad decente de mujeres deben ser incluidas en las gestiones.
El legislador a cargo de anunciar la aprobación de la ley sostuvo que se ocupaba su escaño gracias a mi esposa. Otro parlamentario replicó: Algunos preferirían que su esposa estuviera aquí gracias a usted.
Debajo del lenguaje políticamente correcto de la legislación por la equidad subyace con frecuencia una cultura política patriarcal. Ni siquiera la ONU pudo cumplir con sus propias normas en ese sentido.
La Cuarta Conferencia Mundial sobre la Mujer, celebrada en 1995 en Beijing, estableció como meta la participación en partes iguales de hombres y mujeres en el sistema de las Naciones Unidas para 2000, objetivo que no se ha cumplido aún.
La Resolución 1.325 también reclama al secretario general de la ONU, Kofi Annan, la designación de más mujeres como representantes especiales en zonas de conflicto, lo cual no se ha cumplido tampoco.
Hay solo una mujer en el nivel de representante especial del secretario general, con 50 cargos en total, indicó el viceembajador de Canadá en la ONU, Gilbert Laurin.
La situación siembra dudas sobre la eficacia de criterios como el de la Resolución 1.325 para hacer la diferencia. La asesora de Unifem Tonni Annbrodber cree que sí: aunque la norma no cuenta con un mecanismo de implementación, es un poderosa arma en la defensa de las mujeres a nivel comunitario y regional.
Es un buen marco. Se debe trabajar a todos los niveles. Es necesario algo para llamar a responsabilidad a los gobiernos, dijo Annbrodber a IPS.
El trabajo de Unifem en Haití dio a las mujeres herramientas y les permitió conocer las normas internacionales que el país había firmado y según las cuales ellas tienen derechos.
Intentamos tender un puente. Las mujeres negocian a diario en todos los niveles. En el comercio negocian con sus clientes, negocian en sus hogares. Deben negociar en su comunidad y en sus países para asegurarse de que se conozcan sus necesidades, consideró Annbrodber.
La legisladora somalí Asha Hagi Amin, fundadora de la organización Salvar a las Mujeres y los Niños de Somalia, recordó que en las negociaciones de paz de su país se acordó una representación equitativa para los cinco clanes nacionales, pero ninguno de ellos garantizó la presentación de una representante mujer.
A las mujeres no se les reconoce la oportunidad de proteger al clan ni la responsabilidad de representarlo, sostuvo Amin. Como mujeres, no tenemos papel alguno en la representación de nuestros propios clanes, y, por lo tanto, se nos acalla en en proceso de paz.
Las somalíes no nos resignamos a ser víctimas y por eso hacemos propuestas hacia la paz, agregó. Así, las mujeres formaron un sexto clan, que finalmente fue aceptado como participante en las negociaciones.
Permanecimos en una carpa fuera del recinto demandando nuestro derecho a participar. Fue la primera vez en que las mujeres fuimos a mesas de negociación de alto nivel a participar en pie de igualdad, como ciudadanas de nuestro país, afirmó.
El sexto clan logró la inclusión de normas de acción afirmativa y una carta de derechos femeninos en la constitución somalí.