El auxilio del camote peruano para combatir la falta de vitamina A en África, así como el hallazgo en Colombia de un biofungicida que ataca a plagas de los frijoles y de las rosas son muestras elocuentes de la aplicación de biotecnología para aprovechar, económica y socialmente, la biodiversidad andina.
Los países de la Comunidad Andina "contienen una gran riqueza de diversidad biológica y endemismos, y la biotecnología moderna ofrece la oportunidad de convertirla en elemento de desarrollo económico y social a través de su valoración, uso sostenible y conservación", según un estudio de la Comisión Económica Para América Latina y el Caribe (Cepal) y la Corporación Andina de Fomento (CAF).
La CAF es el brazo financiero de la Comunidad Andina, integrada por Bolivia, Colombia, Ecuador, Perú y Venezuela.
El biofungicida, descubierto por Guillermo Castellanos, del colombiano Centro Internacional de Agricultura Tropical (CIAT), es un extracto de swinglea (Swinglea glutinosa), árbol africano introducido en Colombia por productores de caña de azúcar, para utilizarlo como cerco vivo.
Castellanos notó que las plantas de swinglea crecían libres de patógenos y logró un extracto de ese árbol que combate eficazmente el oidio o cenicilla (Erysiphe poligon) y otros hongos que afectan al frijol, las rosas, el café y la uva Isabella.
El hallazgo lo hizo hace dos décadas "pero en esa época mandaban los agroquímicos", ha dicho Castellanos, cuyo extracto comenzaron a utilizar en años recientes no sólo cultivadores de frijoles, sino también floricultores que siembran rosas, uno de los productos de exportación más importantes de Colombia, responsable de unos 140.000 empleos.
El camote (Ipomoea batata) de Perú, también llamado batata o boniato, es rico en vitamina A, cuya deficiencia es factor de riesgo para mujeres embarazadas, y constituye la mayor causa de mortalidad infantil en buena parte del continente africano.
Por eso el Centro Internacional de la Papa (CIP), con sede en La Molina (en la periferia de Lima) se incorporó al programa Vitaa, o Vitamina A para África, buscando variedades mejoradas de camote, de mayor calidad y resistentes a plagas.
En el CIP se guardan semillas de 5.000 variedades de papa, 6.500 de camote y 1.300 de otras raíces y tubérculos comestibles, señaló a Tierramérica Marc Ghislain, especialista en biotecnología de esa institución.
El centro peruano "ayudó en la recuperación de las colecciones de semillas destruidas en Afganistán, participa de un programa para llevar variedades de camote resistentes a las tierras salinizadas por el tsunami del año pasado en el sureste asiático, y prepara otro de provisión de semillas a Corea del Norte, para atender su crisis alimentaria", explicó.
Colombia, Perú y Venezuela son vanguardia andina en el uso de la biotecnología para explotar de manera sustentable la biodiversidad, con Bolivia y Ecuador un poco más rezagados, quizá por sus complejas situaciones políticas, comentó a Tierramérica Roberto López, ejecutivo de desarrollo sostenible de la CAF, que junto con la Cepal condujo un estudio sobre el asunto.
En la región "existe un divorcio entre lo que se hace en universidades y centros de investigación, y los requerimientos y tendencias de los mercados. Los esfuerzos de instituciones como las nuestras apuntan a tender puentes entre uno y otro sector", comenzando por identificar las potencialidades, apuntó López.
Los cinco países de la Comunidad Andina están entre los diez más biodiversos del planeta. Sólo en Colombia se registran 45.000 variedades de plantas con flores y en Perú 1.703 especies de aves.
El potencial apenas insinuado de la biodiversidad andina se encuentra ante mercados que, según un estudio de Fernando Quezada para la CAF, movieron en 2004 más de 90.000 millones de dólares, entre ellos el de medicamentos (incluyendo vacunas) para humanos y animales, con unos 41.000 millones, pero también los de cosméticos y productos de cuidado personal, en particular para la piel y contra el envejecimiento.
A eso se agregan los pujantes mercados de medicina herbal y alimentos funcionales (con fines específicos), que movilizaron unos 20.000 millones de dólares en 2004, el de biotecnología agrícola (desde semillas hasta bioplaguicidas) con 4.000 millones, y con volúmenes menores los de enzimas industriales, bioinformática (bases de datos y software sobre genética) y bioconductores electrónicos, que vienen creciendo hasta 40 por ciento al año.
El conocimiento básico existente de los seres vivos abarca la descripción de 91 por ciento de 45.000 vertebrados, y 85 por ciento de 270.000 plantas, pero menos de siete por ciento de 72.000 hongos y menos de uno por ciento de 8.000 bacterias y virus.
Los gobiernos andinos "disponen de instrumentos de políticas públicas para apoyar el desarrollo del sector biotecnológico", y en la CAF, "donde nos empezamos a mojar los pies" en esta materia, se identifican áreas sobre las que es preciso incidir, informó López.
Estos ámbitos son el apoyo a la comunidad científica y tecnológica, y el desarrollo de los recursos humanos. Ambos requieren medidas presupuestarias y fomento a la investigación y desarrollo, pero también estímulos a la comercialización y la búsqueda de alianzas estratégicas internacionales, abundó.
Esas naciones entienden que el intercambio de información y experiencias es vital para sostener sus posibilidades, pero también han dictado normas que aseguran su soberanía sobre tales recursos, un elemento que ha surgido en la discusión de un Tratado de Libre Comercio con Estados Unidos, recordó López.
* El autor es corresponsal de IPS. Con aporte de Abraham Lama (Perú). Publicado originalmente el sábado 2 de julio por la red latinoamericana de diarios de Tierramérica.