Anderson Sa tenía 10 años cuando presenció por primera vez un homicidio. Frente a un comercio de Vigario Geral, una de las favelas más violentas de Río de Janeiro, un hombre fue sacado a la fuerza de su automóvil, atacado a golpes y luego asesinado con un tiro en la cabeza.
No tengo miedo a la muerte, dijo Anderson tras ser testigo del crimen.
Con esta historia se da inicio al documental de 78 minutos de duración Favela rising (Favela naciente) sobre el surgimiento del Grupo Cultural AfroReggae, en Río de Janeiro, que nació como un boletín cultural barrial y se transformó en un programa para sacar a los jóvenes de las drogas.
La película, dirigida por los estadounidenses Jeff Zimbalist y Matt Mochary, ganó el mes pasado el premio al mejor documental en el Festival de Cine de Tribeca, de Nueva York.
Anderson tomó contacto con AfroReggae en 1993, durante un período de tensas relaciones entre los señores de la droga de las favelas (los barrios marginados de Río de Janeiro) y las autoridades. Ese año, la policía ingresó en Vigario Geral y mató a 21 residentes, luego de que los narcotraficantes asesinaran a cuatro policías que los extorsionaban.
La imagen de los 21 cadáveres en la Plaza de Vigario impactó a todo el país, y Anderson comenzó a pensar en formas de combatir la brutalidad policial y la violencia de los narcotraficantes.
Se dio cuenta de que no existía una identidad colectiva en las favelas fuera del tráfico de droga, y que los niños y niñas carecían de buenos referentes.
Entonces, junto a otros vecinos crearon una revista cultural, que poco a poco se convirtió en un grupo comunitario destinado a persuadir a los niños y niñas que se alejaran de las drogas ofreciéndoles alternativas artísticas, como la música, la capoeira (mezcla de danza y arte marcial, de origen africano y desarrollada por esclavos en la época colonial), la pintura, la d anza y el cine.
El movimiento busca ayudar a personas destruidas, dijo el coordinador de AfroReggae, José Junior.
Cuando algunas áreas son abandonadas y marginadas, con frecuencia hay una actitud de decir 'nunca vamos a superarnos si no viene alguien de afuera y nos ayuda', lo cual implica un modelo paternalista. Pero esto genera problemas y no es sustentable, dijo Zimbalist a IPS.
Tan pronto como un donante o una institución caritativa cualquiera decida mudarse, uno queda tan desolado y abandonado como antes, explicó.
El documental de Zimbalist y Mochary comienza como una crónica sobre cómo nació AfroReggae, pero luego se interna en la realidad de las favelas cariocas para mostrarnos en qué contexto surge el movimiento.
El filme incluye imágenes de persecuciones policiales, entrevistas con adolescentes que aspiran a ingresar al mercado de la droga e incluso una escena en que narcotraficantes limpian sus armas. Zimbalist señaló que todos los traficantes que aparecen en el documental fueron luego asesinados.
Él y Mochary aprovecharon la creciente atención mundial a la situación de las favelas, gracias en especial a la película brasileña Ciudad de Dios (2002), para ir más allá de las típicas ilustraciones de la vida de los pobres urbanos y comprender el trasfondo de sus necesidades.
Cuando escudriñas una comunidad puedes encontrar personas que luchan por superar sus dificultades. Las personas que sueñan solas, sólo tienen eso, un sueño. Pero cuando sueñan juntas, se inicia una realidad. Si cuentas estas historias, creo que comienza a cambiar la visión del mundo que tiene la gente, dijo Zimbalist.
El cineasta ha recorrido América Latina como trabajador social y también visitó Katmandú en el marco de una iniciativa del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo.
Anderson, quien antes pensaba que iba a morir antes de los 20 años (ahora tiene 26), habla en la película sobre sus sueños de niño de convertirse en un líder de la favela, y dice que su único temor era quedar paralítico por un balazo.
A mitad del documental, la pesadilla de Anderson se acerca a la realidad. Un accidente de surf lo deja internado en un hospital y con grandes posibilidades de quedar parapléjico. La película, entonces, da un brusco giro y deja de contar las luchas de AfroReggae para centrarse en la batalla personal de uno de sus líderes.
Más de una cuarta parte de los ocho millones de habitantes de Río de Janeiro viven en asentamientos irregulares, pero, como señala Zimbalist, hay muchas personas más en el resto de la ciudad que afrontan los mismos problemas de pobreza y marginación.
Vigario Geral tiene entre 20.000 y 30.000 habitantes, y se piensa que el número de narcotraficantes se redujo de 150 a 15 o 20 desde la creación de AfroReggae, con el agregado de que los que quedan son en realidad habitantes de favelas vecinas.
AfroReggae trabaja con más de 2.000 jóvenes en nueve favelas, y sus programas han captado la atención de fundaciones privadas de Estados Unidos. El movimiento ahora intenta extenderse a otras comunidades, en la medida de sus posibilidades.
AfroReggae no puede ayudar a todos. Cada comunidad tiene sus propios problemas y su propio proyecto social. La manera en que AfroReggae puede ayudar es atrayendo a otros. Las personas pueden ver lo que el movimiento hace y aplicarlo en sus propias comunidades, dijo Anderson a IPS.