INDÍGENAS-BRASIL: ”Lula frustró nuestras expectativas”

A los 28 años, Jecinaldo Barbosa Cabral es líder de la Coordinación de Organizaciones Indígenas de la Amazonia Brasileña (COIAB), el mayor grupo de su tipo en el país.

Como maestro, defendió y difundió la enseñanza bilingue, empezando por su comunidad sateré-mawé. Luego creó un movimiento educativo, pasó a presidir el Consejo de Educación Indígena del noroccidental estado de Amazonas y finalmente llegó a ser coordinador general de la COIAB, que congrega a 75 organizaciones representativas de 165 etnias y más de 200 mil personas, cerca de 60 por ciento de la población indígena de Brasil.

Los sateré-mawé se destacan por su ”experiencia intercultural” al hablar el portugués además de su propia lengua, y también por el cultivo sustentable de guaraná (Paullinia cupana), un fruto amazónico con el que se elabora un refresco consumido en todo el mundo.

Barbosa Cabral dialogó con Tierramérica sobre los desafíos de los pueblos indígenas, sobre todo el acceso a la tierra, en momentos en que el presidente Luiz Inácio Lula da Silva enfrenta encendidos reclamos campesinos por la aceleración de la reforma agraria.

—¿Por qué apoya la COIAB al Movimiento de los Sin Tierra (MST), que llegó a Brasilia el 17 de mayo para demandar la reforma agraria? —El MST no existiría si estuviese solucionado el problema de la concentración de tierras y renta en Brasil. Parte de las presiones sobre las tierras indígenas tiene origen en esa injusticia, cuestionada por los trabajadores rurales sin tierra organizados. La reforma agraria puede, sin duda, permitir un nuevo ordenamiento territorial que genere justicia social y convivencia armoniosa entre campesinos e indígenas, al democratizar el acceso a la tierra.

—¿El gobierno de Lula responde a las expectativas que generó? —En general frustró las expectativas. Le faltaron pulso y voluntad política para cumplir sus compromisos con los indígenas, sus promesas electorales. Esto se hizo visible en la demarcación de tierras, la desarticulación de las acciones de salud, educación y sustentabilidad, entre otras, y la exclusión de los pueblos indígenas del proceso de elaboración e implementación de la política indigenista.

—¿Cómo cree que evolucionará la situación de los indígenas brasileños, sobre todo de la Amazonia, en la próxima década? —Dependerá de la suma de varios factores, entre ellos la consolidación del proceso organizativo interno, la conciliación entre formas tradicionales de vida y el modo adquirido en el contacto con la sociedad que nos rodea, y la eficiencia de las políticas públicas que buscan regularizar el registro de las tierras indígenas, y de las acciones dirigidas a nuestras comunidades en materia de sustentabilidad económica, salud, educación y revitalización de la identidad y cultura. Todo eso significará fortalecer el protagonismo de los pueblos indígenas como sujetos políticos, demandantes y depositarios del derecho a la autonomía, en el marco institucional definido en acuerdo con el Estado brasileño.

—¿Qué metas pretende alcanzar la COIAB en ese futuro cercano? —Queremos consolidar política e institucionalmente a la COIAB para que responda a las demandas de sus bases, ante las presiones externas del mundo globalizado y el cerco de las fuerzas políticas y económicas sobre los territorios indígenas y sus recursos naturales.

—¿Cree que todas las tierras indígenas estarán demarcadas en diez años? —Lucharemos por esto, es un objetivo que depende del avance del movimiento indígena. Pero no queremos demarcación sólo en el papel, sino que las áreas no sufran más invasiones y que en ellas se desarrollen proyectos sustentables. Entonces sí podremos hablar de garantías de territorio.

—¿Quiénes son los enemigos y los aliados para alcanzar tales metas? —Seguirán opuestos los sectores hegemónicos que, en nombre del desarrollo, consideran a los indígenas como expresión de rezago, primitivismo e inviabilidad económica, como una cultura anacrónica que debe ser asimilada, es decir extinguida, en favor de la unidad nacional. Son sectores que ven la demarcación de tierras indígenas y nuestra organización como amenazas a la soberanía e integridad territorial del país, olvidando que fueron los pueblos indígenas los que aseguraron la protección de las fronteras y de las inmensas reservas de riquezas naturales y biodiversidad de Brasil. Aliados serán aquellos que refuercen el avance organizativo, el fortalecimiento del protagonismo indígena y la creación de condiciones dignas para la continuidad física y cultural de los pueblos indígenas.

—¿Qué articulación puede tener el movimiento indígena con los ambientalistas? —Será una articulación fructífera si hay convergencia de expectativas, sobre todo con los sectores que apoyan las propuestas del movimiento indígena y tienen una visión amplia e integrada del universo, de la naturaleza, que abarca la diversidad social, y no sólo vegetales y animales.

—El movimiento indígena ha mostrado su fuerza política en países como Bolivia y Ecuador. ¿Y en Brasil? —La fuerza del movimiento brasileño se refleja en sus acciones locales y en iniciativas de articulación nacional que inciden en la política gubernamental, especialmente en la relacionada con los indígenas. Queremos ahora construir un Parlamento Indígena donde todos los pueblos indígenas estén representados. Constituiría el marco de nuevas relaciones entre el Estado brasileño y las comunidades. Esa fuerza, articulada con experiencias de otros países, podría diseñar una nueva era, donde la diversidad, la plurietnicidad y el multiculturalismo no serían vistos como obstáculos, sino como riqueza de la nación.

* El autor es corresponsal de IPS. Publicado originalmente el sábado 14 de mayo por la red latinoamericana de diarios de Tierramérica.

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