Si son ciertas las versiones sobre el creciente respaldo al cardenal alemán Joseph Ratzinger para suceder a Juan Pablo II, la Iglesia Católica podría volverse más centralista y conservadora que bajo el último papado.
Incluso algunos de los actos más populares de Juan Pablo II (1978-2005), como las reuniones interreligiosas y los mea culpa o reconocimientos de culpas históricas de las autoridades eclesiásticas, quedarían de lado. La Iglesia iniciaría una lucha contra el demonio occidental, opinó Sandro Magister, experto en asuntos del Vaticano, en declaraciones a IPS.
El verdadero conflicto no es entre la Iglesia Católica y el Islam, sino entre la Iglesia y la emancipación radical del hombre respecto de Dios y de las raíces de la vida que caracteriza a la cultura occidental contemporánea y conduce al final a la destrucción de la libertad, dijo Ratzinger, quien fuera la mano derecha de Juan Pablo II.
El cardenal Camillo Ruini, presentado como el próximo canciller del Vaticano por el grupo de Ratzinger, apoya firmemente la candidatura de éste, quien ha dicho que la cultura europea actual es la contradicción más radical del cristianismo y de las tradiciones religiosas y morales de toda la humanidad.
Ratzinger, de 78 años, se propone limpiar a la Iglesia de suciedad, fortalecer la formación doctrinal y moral del clero, y lanzar una nueva campaña misionera. Las medidas en este sentido han acercado al Vaticano con el gobierno de Estados Unidos.
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Sin embargo, el cardenal Ratzinger, jefe de la Congregación para la Doctrina de la Fe, es impopular en vastos sectores de la Iglesia por sus posiciones rígidas y por perseguir y silenciar a los disidentes.
Su postura neoconservadora ha generado resistencias en la Iglesia. Por diferentes motivos, es rechazado por cardenales estadounidenses y noreuropeos.
Europa tiene 58 de los 117 cardenales habilitados para elegir al nuevo Papa en el cónclave que comenzará el próximo lunes 18. Estados Unidos y África tienen 11 cada uno, y América Latina, 21. Pero la votación no se realizará necesariamente según grupos nacionales o regionales.
Muchas voces se alzaron a favor de un Papa del Sur en desarrollo. El Sur tiene gran apoyo de algunos cardenales europeos también, dijo a IPS Gianni Avena, jefe de redacción de la agencia de noticias Adista, especializada en asuntos religiosos.
Pero ningún cardenal asiático votará por un africano, ni un africano por un latinoamericano, advirtió.
Mientras, los opositores de Ratzinger se están coaligando en torno a la figura del cardenal papable Carlo María Martini, ex arzobispo de Milán, quien actualmente vive retirado en Jerusalén y parece estar construyendo una alianza entre cardenales italianos y del Sur en busca de un cambio.
Martini buscó por mucho tiempo un papel de vínculo del clero local entre los fieles y la curia romana, y en 1999 reveló su sueño de un Concilio Vaticano III para promover una reforma sinodal del gobierno de la Iglesia. Los sacerdotes progresistas lo quieren como sucesor de Juan Pablo II, pero son conscientes de que sus probabilidades de éxito son muy remotas.
Muchos cardenales de este grupo buscarán reducir el wojtylismo (por Wojtyla, el nombre real de Juan Pablo II), señaló Avena. Esto significa que el próximo Papa no sería el único protagonista de la Iglesia, y que se buscaría la colegiación para los procesos de decisión.
Otro objetivo de este grupo es reducir el enorme poder de movimientos católicos de derecha como el Opus Dei, que se fortalecieron bajo el papado de Wojtyla, monopolizaron espacios y estructuras eclesiásticas y redujeron el papel de de los obispos.
Dentro de las candidaturas que permitirían una transigencia entre el grupo de Ratzinger y sus opositores se considera que la de Dionigi Tettamanzi, arzobispo de Milán, tendría probabilidades de éxito.
Pero el misterio sólo se develará a partir del lunes por la tarde, cuando comience la votación. Desde el martes, los cardenales votarán cuatro veces por día.
