COLOMBIA: Indígenas hacinados entre dos fuegos

El miedo es rey en este vecindario rural del sudoeste de Colombia, en cuyo puesto de salud se refugian desde hace una semana centenares de indígenas nasa de la reserva San Francisco del municipio de Toribío, en el departamento del Cauca.

En lo alto de un cerro, sobre una explanada que domina un amplio paisaje de la cordillera de los Andes, se levanta el centro de atención de Natalá, designado por las autoridades nasa como lugar de ”asamblea permanente”, como le llaman los indígenas a sus campos de refugiados.

Desde las faldas de ese mismo cerro, combatientes de las izquierdistas Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) disparaba el lunes a la montaña de enfrente, desde donde les respondían efectivos del Ejército.. Los combates se prolongaron sin tregua toda la tarde y hasta entrada la noche.

Mientras, el albergue, de sólo dos servicios sanitarios, había quedado estrecho ya el domingo ante la presencia de 500 personas, entre ellas 150 niños, pero desde el lunes entró en emergencia total al continuar los combates y aumentar con ello esa cifra de refugiados, según pudo constatar IPS en el lugar.

Milciades Musicué, gobernador de la reserva indígena de San Francisco, había dicho ese día a IPS que ”unos duermen adentro, otros afuera y, aunque llegaron unas pocas colchonetas y cobijas, no resultan suficiente”.
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Los indígenas llegaban estos últimos días sólo para pasar la noche. ”La gente viene por las tardes porque en la zozobra y el miedo, estar aquí acompañados nos da valentía y nos da poder”, agregó el gobernador.

La cocina, que no es otra cosa que una enramada improvisada a un costado de la edificación, ofreció el domingo como almuerzo una sopa de papa con pasta, sin asomo de una proteína.

El lugar estuvo rodeado de astas altas con banderas blancas hechas de ropa de cama, costales de plástico y hasta una pañoleta blanca de lunares.

”Aquí no está toda la comunidad. Natalá son 1.200 personas, entre niños y adultos”, señaló el gobernador. En total, Musicué es responsable de 6.500 comuneros de todo el resguardo.

La noche del sábado al domingo ”lo pasamos muy asustados porque como a las cinco de la tarde disparó el Ejército hacia acá, e incluso una bala pegó directamente en el puesto de salud”, narró.

En cambio, la situación estuvo más calmada el domingo, aunque el lunes volvieron a tronar las armas y obligaron a que una parte de la comunidad se marchara hacia otros lugares de asamblea, pues en Natalá ya no cabía nadie más.

Para entonces un niño se enfermó de hepatitis A, y el personal del servicio de salud del pueblo nasa, servicio reconocido por el estado, se veía ya a gatas para mantener al pequeño aislado, en medio del hacinamiento. El lunes estalló la varicela.

La guerrilla ha estado atrincherada en la parte baja de las faldas de ese cerro, desde donde domina un tramo de la carretera que lleva a Toribío, por lo cual el Ejército no pudo pasar con sus tanquetas del caserío de Tierrero, ubicado a 20 kilómetros de la cabecera municipal, y en la montaña que queda al frente de Natalá.

En ese mismo lugar permanecieron durante cinco días, al contrario de lo indicado por declaraciones oficiales que daban cuenta de que los blindados avanzaban ”lentamente” en dirección a Toribío. Las retiró el domingo hacia las dos y media de la tarde. Las tanquetas eran esperadas el miércoles anterior en Toribío.

Toribío, una localidad de 3.000 habitantes y rodeado de resguardos del pueblo nasa, fue tomado por asalto el 14 y el 16 de este mes por las FARC, la mayor organización guerrillera de Colombia y que lleva más de 40 años de guerrear.

El punto donde las tanquetas estaban estacionadas, en medio de una hilera de casas que lleva el nombre de Tierrero, fue hostigado el sábado por la guerrilla cada 10 minutos, con cilindros de gas rellenos de metralla y dinamita, que las FARC usan como artillería.

A pesar del peligro, los militares obligaban a todos los conductores de automotores a detenerse, hacían preguntas y requisas.

Así ocurrió con el vehículo de todo terreno en el que viajaban IPS y Nicole Karsin, periodista independiente en misión para el periódico estadounidense San Francisco Chronicle, escoltadas por cinco guardias indígenas, la vigilancia civil del pueblo nasa armada sólo de bastones.

También fue detenida y abordada una ambulancia que transportaba a una decena de voluntarios médicos y paramédicos de la Fundación Salamandra, que acudieron en ayuda de los indígenas, y con un autobús de línea repleto de civiles y remesa para los sitios de asamblea permanente.

A Karsin, un militar le prohibió tomar fotos de la escena, bajo amenaza de que le confiscaría ”el rollo” de su cámara digital.

En momentos en que Karsin reclamaba al oficial, por la obstrucción a la misión periodística, explotó un cilindro con explosivos contra el barranco pocos metros abajo del retén y de las tanquetas, lo que causó una estampida de pánico entre los civiles.

Los cilindros, capaces de destruir un blindado, y que en Tierrero sirvieron para frenar el avance del Ejército hasta Toribío, fueron usados también por las FARC en el ataque a la población.

El saldo material de ese asalto urbano, atribuible al daño que causa esa arma altamente imprecisa para dar en el blanco, fue de 18 casas totalmente destruidas y otras 206 averiadas, que luego deberán ser demolidas.

Tanto el gobierno colombiano de Álvaro Uribe como las FARC han anunciado que no darán su brazo a torcer en la batalla en este territorio indígena, que este jueves cumple dos semanas de intensos combates.

”Esto va para largo en el área rural, yo creo que esto va a seguir así todavía 15 días o un mes”, según Arquimedes Vitonás, el indígena nasa alcalde del municipio asediado.

A Vitonás le preocupa que ”la gente vive del jornal diario y toda esta semana no pudo trabajar. Hoy (el sábado) no tuvo con qué comprar el mercado. El café comienza a caerse, porque es tiempo de cosecha”, agregó.

Con un mes más de combates, el funcionario ve que los 30.000 habitantes del municipio sufrirán una severa crisis económica.

Con su política de ”seguridad democrática”, principal bandera electoral, el derechista presidente Uribe espera llevar la presencia de la fuerza de seguridad estatal a todo el país, al tiempo que niega que haya una guerra civil.

Para Uribe, el conflicto armado interno es una ”amenaza terrorista”.

Así, a Toribío envió a fines de 2003 a un grupo de policía, que este mes fue blanco del ataque guerrillero que se prolonga. Otros 15 puestos de policía fueron instalados en otros tantos pueblos de la región.

El gobierno ha destinado máximos esfuerzos a combatir lo que considera la retaguardia de las FARC, en el sur del país, mediante el denominado Plan Patriota, financiado por Estados Unidos y asesorado por militares de ese país.

El analista en temas de seguridad Alfredo Rangel comentó a IPS que el gobierno ha destinado 20 por ciento de su fuerza militar efectiva para el Plan Patriota, sólo en la Amazonia, y ha dejado una precaria disponibilidad de tropas en regiones como el Cauca, donde, además, la guerrilla se estaría fortaleciendo ”aceleradamente”.

Rangel señaló que en la misma noche del ataque a Toribío, la guerrilla hostigó simultáneamente cuatro poblados del vecino departamento de Nariño, limítrofe con Ecuador, y otro poblado en el Cauca.

Para él, la batalla de Toribío, que ya se ha extendido a otros municipios de la región indígena, ”es el más importante pulso militar entre las FARC y Uribe”.

El mandatario declaró el martes en Bogotá que ”sacarᔠa las FARC del Cauca, y que ”hay que persistir”.

”Si hubiera diálogos (de paz con la guerrilla) no estaríamos en esto. Ha habido un gobierno muy radical. Él (Uribe) cree que allá sentado, en medio de tantos batallones, la cosa es mandar. Y una cosa es mandar, pero otra es estar aquí en estas montañas, como son, de quebradas”, advirtió el gobernador Musicué.

”El gobierno nacional dice que tienen controlada la zona y que no hay combates, pero ustedes mismas ven cómo los combates siguen. Entonces una cosa es que él (Uribe) hable allá bien sentado y durmiendo tranquilo, y otra es estar acá en medio de la gente, cómo se sufre”, agregó.

”El pueblo nasa estaba en alerta roja sobre la violencia que se venía. Nosotros como autoridades tenemos que prevenir, en las reuniones con la comunidad”, explicó.

”En este momento en que estamos amontonados aquí, lo que hemos dicho es que hay que tener paciencia, porque para dónde corremos, si no vamos a dejar abandonado nuestro territorio, porque aquí vivimos y aquí moriremos”, dijo.

”Sabemos que si nos vamos para las ciudades va a ser más el hambre, la necesidad y la miseria. No nos queremos ir para los centros poblados. Aquí tenemos nuestras matas de yuca, fríjol, maíz, y sabemos que cuando afloje un poquito la guerra podremos ir a traer nuestro sustento”, expresó.

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