Con el torso desnudo y mostrando arcos, flechas y atuendos tradicionales, centenares de indígenas barí, yucpa y wayúu del extremo occidental de Venezuela se movilizan en reclamo del cese de la explotación del carbón junto a sus tierras en la Sierra de Perijá.
Traen contaminación, enfermedades, acaban con la cultura de la siembra, van a acabar con el agua y terminarán acabando con la vida, dijo a IPS Cesáreo Panapaera, cacique de 32 comunidades yucpa en Tokuko, un paraje de la Sierra distante 600 kilómetros de Caracas.
Centenares de ecologistas y activistas de grupos de izquierda acompañaron la primera caminata de los indígenas de occidente por el centro de Caracas en su intento del último día de marzo por llegar hasta la sede del gobierno, acción que fue impedida a 150 metros de sus puertas por guardias antimotines.
Queremos decirle al compañero presidente Hugo Chávez que no puede seguir entregando concesiones en la Sierra y en la Guajira (península colombo-venezolana) sin consultar con nosotros como manda la Constitución. Habla muy bonito de nosotros, pero no han demarcado nuestras tierras, clamó la dirigente wayúu Ángela González.
Los reclamantes son seguidores de Chávez. La mayoría luce en su frente cintas rojas con consignas en favor del gobierno utilizadas durante la campaña para el referendo que ratificó el mandato presidencial en agosto.
Otros llevan gorras rojas, el color del gobernante Movimiento Quinta República y los activistas de Caracas que les acompañan lanzan consignas contra el Área de Libre Comercio de las Américas.
Compañero Chávez, acompáñenos, rezaba una pancarta. Vito barí atañoo yiroo oshishibain (No queremos explotación del carbón), dice otra. Una tercera completó el No usado por Chávez en el referendo (no revocar su mandato) de modo que pidiera No al carbón. Esta revolución no como carbón, gritaban otros.
La Sierra de Perijá, que marca parte de la frontera entre los dos países y ha sufrido una vasta deforestación del lado colombiano, así como su estribación hacia la árida península de la Guajira, contienen ricos yacimientos de carbón.
Colombia explota en la zona las minas de Cerrejón y La Loma, base de su producción de unas 40 millones de toneladas anuales del mineral.
En Venezuela se activaron desde 1987 las minas de Guasare, en el extremo noroeste del país, y se llegó el año pasado a producir ocho millones de toneladas, estimándose que en toda la región Sierra-Guajira hay reservas de al menos 400 millones de toneladas, es decir, para una producción como la actual durante 50 años.
La producción está a cargo de Carbones del Guasare, de la Guajira, del Socuy y Caño Seco, mediante consorcios entre Carbozulia, del Estado venezolano, y las firmas trasnacionales Anglo American, de capitales sudafricanos y británicos, la alemana Ruhrkohle, la holandesa Interamerican Coal y las divisiones carboníferas de los gigantes energéticos Chevron-Texaco, de Estados Unidos, y Shell, de Gran Bretaña y Holanda.
El año pasado, Carbozulia y la Companhia Vale do Rio Doce, de Brasil, constituyeron un nuevo consorcio, Carbosuramérica, para nuevas explotaciones en la zona a fin de producir hasta 10 millones de toneladas anuales en una década, según explicó el presidente de la empresa brasileña, Roger Agnelli.
Todo el carbón es llevado en camiones hasta el puerto de la capital regional, Maracaibo, pero está en proyecto la instalación de un ferrocarril y la construcción, en la orilla occidental del golfo de Venezuela, de un puerto de aguas profundas que facilite las exportaciones carboníferas de este país y Colombia.
Venezuela está quedando como una plataforma de salida al mar Caribe, con la apertura de puertos, puentes, carreteras y ferrocarriles a los intereses de países y trasnacionales que necesitan sacar su mercancía, sacrificando el ambiente y los derechos de los pueblos, deploró el ecologista Lusbi Portillo, de la no gubernamental Sociedad Homo et Natura.
Por esa razón nos oponemos a estos proyectos minero-portuarios, enclavados en el IIRSA (programa de Integración de Infraestructura Regional Sudamericana, alentado por la naciente Comunidad Sudamericana de Naciones) y que llevará a Europa y Estados Unidos recursos energéticos, mineros, madereros y de biodiversidad, agregó Portillo.
En el camino para sacar el carbón se contaminan aguas, se obstruyen caños, se enrarece el aire que respiran hombres, animales y plantas, se altera el paisaje que es hábitat de pueblos originarios y se fuerza a campesinos e indígenas a dejar sus tierras de labranza, dijo a IPS Jorge Hinestroza, del Frente de Defensa del Agua y la Vida.
Por su parte, Jesús Palmar, un indígena wayúu, relató a IPS que hace 17 años Carbones del Guasare compró el lote que ocupaba su comunidad, de 36 hectáreas en la zona Matera Nueva, por algo menos de 2.500 dólares, y les ofrecieron como compensación adicional darles empleos, construirles una vía y ayudarles con otros servicios.
Nos equivocamos. Nada de eso fue verdad. Hemos vivido abandonados a dos kilómetros del portón de la compañía. En enero hubo un derrame de gasóleo, como de 120.000 litros, en el caño Paso del Diablo, y murieron peces, iguanas y ardillas. Antes sembrábamos, cosechábamos y vivíamos, y ahora estamos más cerca de la muerte, expuso Palmar.
Hinestroza sostuvo que durante años se han contaminado ríos y caños con desechos químicos, detergentes, desengrasantes y residuos de carbón. Las comunidades al paso del carbón respiran humo. Los animales están naciendo con defectos (muestra fotografías de cabras con malformaciones) y la salud humana está en riesgo, asentó.
Los ríos, Guasare, Socuy y Cachuirí, están en la influencia del río Limón, el principal en el norte de la cuenca del lago de Maracaibo y de donde toma agua el acueducto regional.
Otro ecologista, Alexander Luzardo, destacó a IPS que el conflicto por el carbón engarza con otra deuda del Estado venezolano, que según la Constitución de 1999 debió producir una ley para demarcar los territorios indígenas, y eso no se ha hecho.
Ezequiel Anare, un dirigente yucpa, comentó a IPS que algunos funcionarios de compañías nos ofrecen dinero para que nos quedemos tranquilos, pero no lo haremos. Le pedimos al presidente que retire a esas compañías. Queremos demarcar nuestras tierras, donde vivimos, sembramos y soñamos. Somos el guardián de la Sierra, subrayó.
La marcha en Caracas congregó activistas de derechos humanos y ecologistas que se han opuesto al gobierno de Chávez y grupos de entusiastas que le apoyan, como los de la red de medios comunitarios. Mezclado en la multitud marchó también Douglas Bravo, el más famoso de los comandantes de guerrillas comunistas en Venezuela en los años 60 y 70.
Esta es una manifestación de un reinicio autónomo e independiente del movimiento popular, dijo a IPS Bravo, ahora promotor de grupos ambientalistas. Al mismo tiempo, es el inicio de una nueva etapa del movimiento soberano ecologista, contra la globalización y las multinacionales, señaló.
Los ambientalistas coinciden en que Venezuela tiene una política equivocada al apostar por la explotación del carbón y contradice su compromiso como firmante del Protocolo de Kyoto, el programa internacional en vigor para reducir las emisiones de dióxido de carbono.
Panapera reclamó que el gobierno nos oiga: no queremos el carbón. Pero, además, aquí están nuestros arcos y nuestras flechas. Si llegan los mineros los flecharemos, y si es necesario morir luchando por nuestra tierra, moriremos, afirmó. (