MUSICA-BRASIL: Llorones más populares y jóvenes

Más de un siglo después de su surgimiento, el choro (literalmente, llanto) se afirma como el más importante género de música instrumental de Brasil, cuyo futuro parece asegurado por ”llorones” cada vez más jóvenes.

Danilo Brito, ganador del Premio Visa de Música Brasileña en septiembre, es la prueba de la sorprendente revitalización en las dos últimas décadas de ese ritmo inquieto, cultivado por virtuosos de instrumentos poco usuales, como el bandolim (un tipo de mandolina) y el cavaquinho, especie de pequeña guitarra, semejante al cuatro venezolano.

Brito, hijo de una familia de músicos aficionados de Sao Paulo, tiene sólo 19 años, empezó a tocar bandolim a los seis y a los 13 grabó su primer disco, asumiendo la osadía en el título ”Moleque atrevido” (Muchachito atrevido, en el sentido de insolente).

Es también compositor, pero su afición son las obras de autores conocidos e históricos, de 40 a cien años atrás, el ”choro tradicional”.

No está solo. En la disputa final del Premio Visa, dos tercios de las 15 composiciones presentadas eran viejos ”chorinhos”. Y eran muchos los ”llorones” entre los 514 músicos inscritos en esta edición del concurso, que cada tres años es dedicado a la música instrumental.

”Cuidar a la música auténtica de Brasil” fue la promesa de Brito al agradecer el premio que, además de darle fama, le brindó unos 40.000 dólares y la grabación de otro disco, lanzado al inicio de este mes, ”Perambulando” (Deambulando), con cuatro composiciones suyas y ocho de los antiguos maestros.

En la primera edición del Premio Visa, en 1998, se reveló otro virtuoso del bandolim, Hamilton de Holanda, que tenía entonces 21 años de edad y se ubicó en tercer lugar por la votación de los jurados, pero primero en la preferencia popular.

Desde entonces ya grabó cinco discos y conquistó el reconocimiento de varios críticos y músicos como el ”mejor bandolinista del mundo”. A partir de una beca para estudiar en Francia, en 2001, desarrolló una carrera internacional y se presentó en muchos países, principalmente europeos.

Hamilton empezó a aprender tocar el bandolim a los cuatro años de edad en Brasilia, y a los 16 ya era profesor de ”choro”. Actualmente cultiva diversos géneros y ritmos y ha optado por una ”música contemporánea, sin limitaciones”, aunque reivindica que su ”raíz” es el choro.

Su singularidad es haber creado un bandolim de cinco cuerdas dobles en vez de las cuatro habituales, para ampliar los acordes y prescindir de músicos acompañantes.

Él y Brito son ejemplos conocidos de jóvenes que adhirieron al ”choro”, que hace un tiempo era visto más como música de viejos nostálgicos, y por eso en peligro de quedar al margen del gran mercado.

Pero son muchos los jóvenes músicos y los grupos surgidos en los últimos años que le dan vitalidad y renovación a ese género musical, incluso en capitales donde su presencia no era tradicional, como Sao Paulo, Brasilia y otras ciudades lejanas de Rio de Janeiro, su cuna.

Se empezó a hablar de ”choro” a fines del siglo XIX, no para designar un tipo de música sino como denominación del estilo de bandas compuestas por flauta, guitarra española y cavaquinho, que luego agregaron bandolim y nuevos instrumentos de viento.

Su creación es atribuída a Joaquim Calado, un excelente flautista que vivió en Río de Janeiro de 1848 a 1880. En la época eran populares polcas, valses y otros ritmos europeos cuya adaptación al estilo brasileño produjo una música rápida, con vertiginosa profusión de sonidos y mucha improvisación.

Era música de los salones y otros lugares de encuentro de la incipiente clase media carioca. Los negros, que más tarde ejercerían gran influencia en el surgimiento del samba, recién conquistaron la libertad con la abolición de la esclavitud en 1888.

En esta primera fase se destacaron las composiciones de una figura singular de la música brasileña, Francisca Gonzaga, más conocida como Chiquinha, pianista y precursora del feminismo al desafiar las costumbres de la época y frecuentar ambientes musicales que se consideraban impropios para ”hijas de familia”.

El ”chorinho” es aun cultivado sobre todo por grupos comunitarios que tocan en casas de familia, patios y bares de los barrios. Sus discos nunca están entre los más vendidos, como ocurre en general con los de música instrumental, que tienen un pequeño pero creciente mercado en Brasil.

Poco conocido en el exterior, en comparación con el samba y la bossa nova, que identifican a Brasil en el mundo, el choro empieza a ganar prestigio internacional. El cineasta finlandés Mika Kaurismaki, que vive en Brasil hace más de una década, lo eligió como tema de su nuevo filme, ”Brasileirinho”, estrenado el mes pasado en el Festival de Berlin. (

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