El presidente estadounidense George W. Bush afronta la primera prueba a su promesa de acabar con todas las tiranías del mundo, formulada hace un par de semanas. El desafío no fue lanzado en Medio Oriente, sino en el reino hindú de Nepal.
El 20 de enero, al dar inicio a su segundo periodo de gobierno, Bush declaró que la mejor esperanza para la paz en el mundo es la expansión de la libertad.
Es política de Estados Unidos buscar y apoyar el crecimiento de los movimientos e instituciones democráticas en toda nación y cultura, con el fin último de acabar con la tiranía en nuestro mundo, advirtió.
El martes 1, apenas 11 días después, el rey Gyanendra de Nepal tomó el control del poder absoluto por segunda vez en dos años al disolver el gobierno del centrista Partido del Congreso, declarar el estado de emergencia e imponer una fuerte censura a los medios.
El monarca del único reino hindú del mundo cuestionó la capacidad del gobierno encabezado por Sher Bahadur Deuba para restaurar la paz en el país, asolado por una guerra civil entre fuerzas gubernamentales y una guerrilla maoísta inspirada en el grupo peruano Sendero Luminoso.
La corona es tradicionalmente responsable de proteger la soberanía nacional, la democracia y el derecho del pueblo a vivir en paz, advirtió Gyanendra al informar del golpe de Estado por cadena de televisión. Más de 10.500 personas murieron por la guerra civil desde su inicio en 1996.
Poco después del discurso del rey, se declaró el estado de emergencia. Las líneas de teléfonos fijos y celulares fueron clausuradas y se prohibió el uso de aparatos satelitales, lo que aisló al país del resto del mundo.
Informes procedentes de Katmandú dan cuenta de que un millar de dirigentes políticos, sindicales y estudiantiles están arrestados. El Real Ejército Nepalés advirtió que un comité del Ministerio del Interior determinará el tiempo en que estarán recluidos, hasta por tres meses.
El legislador estadounidense Patrick Leahy, del Comité de Relaciones Exteriores del Senado, consideró el miércoles 2 que la democracia nunca es fácil y no debe subestimarse la amenaza maoísta. Pero —acotó—, la respuesta no debe ser socavar la democracia.
La respuesta, como dijo el presidente Bush en su discurso, es trabajar, con ayuda de la comunidad internacional, para fortalecer la democracia. El Congreso (legislativo) de Estados Unidos debería aplaudir esta oportunidad, dijo Leahy.
Pero no hay señales de que la política estadounidense respecto de Nepal vaya a cambiar, incluida la asistencia militar, a pesar de que el Departamento de Estado (cancillería) declaró que el golpe es un retroceso.
Washington considera terroristas a los rebeldes maoístas, al igual que el rey Gyanendra. El gobierno estadounidense ha sido un apoyo clave en la lucha contra la insurgencia, en especial mediante el suministro de armas y entrenamiento militar.
El año pasado, en la víspera del aniversario de los atentados del 11 de septiembre de 2001, una bomba explotó sin dejar víctimas en el American Center, una organización de intercambio cultural financiada por el gobierno estadounidense.
Ese acto, que no fue reivindicado por ninguna organización, aumentó el involucramiento de Estados Unidos en la contrainsurgencia, según el Grupo Internacional de Crisis, un instituto académico con sede en Bruselas.
Aunque reiteró su compromiso con una solución pacífica a la insurgencia, Estados Unidos donó otro millón de dólares en asistencia en seguridad y anunció su intención de procurar más fondos, sostuvo el Grupo
El Congreso legislativo estadounidense dispuso la entrega adicional de 2,2 millones de dólares en asistencia militar y 40 millones en ayuda económica. El presupuesto de 2006 prevé un aporte de unos 24 millones de dólares.
Dados los antecedentes de apoyo a la tarea contrainsurgente y la discreción con que el gobierno estadounidense reaccionó ante el golpe, se especula en Katmandú que el rey pudo haber anunciado a la Embajada sus intenciones con antelación, dijo el presidente del Grupo, el ex canciller australiano Gareth Evans.
El rey Gyanendra menciona con frecuencia como modelo al Pakistán gobernado por el general Pervez Musharraf. Aquí está en cuestión la hipocresía: Estados Unidos apoya a pleno el régimen autoritario pakistaní.
No hay solución militar al conflicto entre el gobierno nepalés y la insurgencia, dijo el senador Leahi. Nepal es como Afganistán, donde un puñado de extremistas con rifles y explosivos pueden causar conmoción y luego desaparecer en las montañas.
Al aterrorizar a la población rural y explotar el olvido gubernamental, los maoístas ampliaron su alcance a grandes áreas del territorio nacional, sostuvo el legislador estadounidense.
Así, los maoístas pueden ser los únicos ganadores del golpe de Estado. Ahora, pueden argumentar que no luchan contra un gobierno democrático, sino contra una monarquía anacrónica y represiva.
Tienen poco incentivo para negociar, afirmó Evans.
La pregunta que persiste es si Estados Unidos querrá involucrarse en Nepal, dado que ubica como prioridad la guerra contra el terrorismo en Afganistán y en Iraq.