INDÍGENAS-CHILE: Cultura mapuche, buena para la salud y el paladar

Medicinas y platillos tradicionales de los mapuches, el principal pueblo indígena de Chile, se abren paso en el mercado y el gusto del público. Farmacias y restaurantes se convierten en nueva fuente de ingresos para esta etnia y en la mejor vitrina de su cultura.

Marta, de 81 años, utiliza el medicamento Pelu para la dolorosa artrosis que padece. María Isabel, de 60, es fiel al Uñoperken, recetado para el colon irritable, y Érica, de 45, tiene un mioma uterino y no duda en ingerir Kintral, indicado para el cáncer.

Desde hace un mes, estas tres chilenas complementan sus tratamientos de la medicina tradicional con productos mapuches, hechos con base en 47 hierbas nativas traídas de los campos de la región de la Araucanía, 700 kilómetros al sur de la capital, donde se concentra la mayor parte de esta etnia.

Todas son clientas de Makewelawen, la primera farmacia mapuche del país, inaugurada dos años atrás en la sureña Temuco, capital de Araucanía, y que ya cuenta con cuatro tiendas esparcidas por el país, dos en Santiago y una en Concepción.

Las clientas no escatiman elogios a los efectos de las 45 gotas que ingieren diariamente (hierbas diluidas en agua y alcohol), que vienen en frascos de 40 mililitros, con precios de entre cuatro y cinco dólares.

”Contamos con todos los permisos exigidos por el Ministerio de Salud”, señaló a Tierramérica Cecilia Ramírez, la química farmacéutica encargada de uno de las tiendas de Santiago. Además, están en marcha los trámites para patentar las medicinas, cuyas únicas contraindicaciones son el embarazo y la lactancia.

Esta ”medicina tradicional complementaria”, como la define Ramírez, está indicada para tratar más de 50 patologías, y se ha transformado en un verdadero fenómeno entre chilenos y extranjeros, asegura.

En Temuco, un hospital administrado por una comunidad mapuche complementa la medicina occidental con la indígena, en una iniciativa incentivada desde hace 10 años por un programa especial del Ministerio de Salud.

En la cosmovisión mapuche, no existen las ”enfermedades”. Los dolores físicos y del espíritu son producto del desequilibrio entre el cuerpo y el alma. Esto significa que cuando una persona no está en armonía es proclive a recibir un ”mal”, que debe ser tratado integralmente por una machi, o curandera.

El éxito de esa irrupción cultural se expande a la gastronomía.

El primer restaurante especializado en comida mapuche, Kokaví, abrió sus puertas en Temuco semanas atrás. Allí se encuentran los ingredientes más apetecidos por los chilenos: la quínoa (cereal rico en proteínas y libre de colesterol) y el merkén, polvo con base en el ají cacho de cabra (un tipo de pimiento) y a semillas de cilantro molidos.

En esta gastronomía también están presentes las carnes de vaca, cerdo, ave, caballo y cordero, cereales como el trigo y el maíz, los piñones autóctonos de la Araucanía, las patatas, los frijoles y diversas verduras.

Incluso antes de la inauguración de Kokaví, los platos y alimentos tradicionales habían alcanzado cierta notoriedad, incorporados a los menús de varios hoteles y restaurantes prestigiosos.

”La gente quiere retomar lo ancestral porque está cansada de los problemas de salud que acarrea la comida chatarra”, dijo a Tierrramérica Eliana Queupumil, una de las fundadoras de la agrupación Ad Malen, que reúne a varias familias mapuches de Santiago y que prepara banquetes basados en su gastronomía.

”La comida mapuche es más natural porque está hecha con alimentos orgánicos de gran valor nutricional”, como el multrun o catuto (galletas blandas de trigo), los digüeñes (hongos comestibles que crecen en los robles) y el muday de trigo (bebida típica), sostuvo.

En el nuevo ”nicho” de cultura mapuche ya existe la concentración de la propiedad.

Rosalino Moreno Catrilaf es dueño de la farmacia Makewelawen, de Kokaví y de Mapuche Kimün, un periódico en lengua mapuche de circulación en Santiago y el sur de Chile.

”Creo que en un mundo globalizado como éste, desarrollar empresas y negocios es la única forma de mantenernos vigentes, cultivar nuestra concepción del mundo y difundir nuestra cultura sin los prejuicios que le ponen los occidentales”, dijo Catrilaf al diario Las Últimas Noticias, que lo presentó como fundador del primer consorcio mapuche.

El empresario sueña con una universidad que dicte cursos en su lengua materna (mapudungun) y un centro de salud integral que trate a los pacientes exclusivamente con técnicas mapuches.

Las flamantes tiendas y negocios representan la creación de nuevas fuentes de trabajo para el pueblo mapuche, mayoritariamente sumido en la pobreza.

Los mapuches (algo más de 600.000 personas) constituyen 87 por ciento de la población indígena de Chile, y cuatro por ciento del total de sus 15 millones de habitantes.

”Me alegro del 'boom' que están teniendo ahora nuestros productos, pero creo que se han demorado mucho en descubrirlos”, dijo a Tierramérica el presidente de la Asociación de Empresarios Mapuches, Francisco Painepán.

Painepán, dueño de la ferretería Lautaro, advirtió sin embargo que el concepto de desarrollo de su pueblo es muy diferente al occidental. Ellos ”trabajan para vivir y no viven para trabajar”.

”Nuestro progreso económico va en directa relación con la preservación de nuestra identidad”, dijo. Un mapuche nunca sacrificaría su vida familiar y personal por aumentar su capital, afirmó.

* La autora es colaboradora de IPS. Publicado originalmente el sábado 19 de febrero por la red latinoamericana de diarios de Tierramérica. (

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