AFGANISTAN: Nace un narcoestado

La renovada campaña contra el comercio de heroína en Afganistán podría restarle al presidente Hamid Karzai del apoyo de vastos sectores de la población, advirtieron organizaciones humanitarias al gobierno de Estados Unidos.

Las organizaciones alertaron que las operaciones por la erradicación del cultivo de amapola (adormidera), materia prima del opio, la morfina y la heroína, frenarán los avances logrados por Afganistán tras caída del régimen del movimiento islámico Talibán en 2001.

Entre las instituciones firmantes de una carta dirigida esta semana a la secretaria de Estado (canciller) Condoleezza Rice figuran Care, Oxfam Internacional y Women's Edge Coalition, y las filiales afganas de las organizaciones ActionAid y Help the Children.

Otros firmantes de la carta son la Oficina de Coordinación de Organizaciones no Gubernamentales de Afganistán, American Friends Service Committee, Catholic Relief Service, International Rescue Committee y Mercy Corps.

La campaña masiva antidrogas lanzada con asistencia oficial estadounidense ”tiene el potencial de volcar a millones de afganos contra un gobierno que lucha por ampliar su alcance y por fortalecer su autoridad”, indica el texto.

Las organizaciones sostuvieron que el cultivo de adormidera ahora está presente en las 34 provincias afganas, dado el traslado de muchos cultivos a las zonas más alejadas del control del gobierno de Karzai.

Después de la caída de Talibán, Afganistán se convirtió en la principal fuente mundial de opiáceos, con alrededor de 87 por ciento de la producción de esa sustancia, según un reciente informe de la Organización de las Naciones Unidas (ONU).

El régimen de Talibán había ilegalizado el cultivo de adormidera en 1999 y prácticamente había erradicado los cultivos en 2001, según la Junta Internacional de Fiscalización de Estupefacientes de las Naciones Unidas.

Estados Unidos lideró ese año la coalición internacional que invadió Afganistán en respuesta a los atentados que dejaron 3.000 muertos en Washington y Nueva York el 11 de septiembre. El régimen de Talibán daba refugio a la red terrorista Al Qaeda, a la que se atribuyen los ataques.

Como los ingresos que los agricultores pueden obtener hoy con otros productos son 10 veces menores a los que logran con la adormidera, sus derivados se han convertido en la principal exportación del país. El comercio de opio representa hoy hasta 40 por ciento del producto total de Afganistán.

Según la estadounidense Oficina Nacional para la Política sobre Control de Drogas, de 2003 a 2004 la superficie cultivada con adormidera aumentó casi 240 por ciento y la producción de opio, 73 por ciento.

Como consecuencia, los casi 20.000 soldados estadounidenses y 7.000 miembros de la Fuerza Internacional de Apoyo y Asistencia (ISAF) apostados en Afganistán se ven obligados a sumar las operaciones antidrogas a sus actividades de seguridad y contrainsurgencia.

El gobierno de George W. Bush asignó 780 millones de drogas a las misiones militares para este año, de los cuales dos tercios deberán destinarse a la erradicación del cultivo de drogas.

Pero organizaciones de las sociedad civil de todo el mundo recomiendan revisar esos planes, pues la erradicación, en particular la fumigación aérea con herbicidas (que insumirá 152 millones de dólares, según diversas versiones), es un factor de desestabilización en las áreas rurales.

La campaña antidrogas priva de sus ingresos a millones de pequeños agricultores sin brindarles alternativas, argumentan los activistas humanitarios.

Una erradicación exitosa en 2005 ”socavaría la economía y devastaría a las familias ya pobres sin ofrecerles a los proyectos de desarrollo rural suficiente tiempo como para brindar fuentes alternativas de ingreso”, advierte la carta dirigida a Rice.

Las amenazas de erradicación ya tuvieron como consecuencia un aumento de los precios del opio, lo cual enriqueció a traficantes que cuentan con grandes inventarios y alentó el traslado de la producción a áreas más remotas del país.

Los planes oficiales sin alternativas viables podrían obligar a los agricultores a hipotecar sus pequeñas haciendas, con seguridad a los propios traficantes, y condenar a los niños y niñas al trabajo esclavo y a la prostitución, según las organizaciones firmantes.

”Una estrategia antidrogas efectiva debería contribuir a la estabilización de Afganistán y ayudar a las autoridades a construir un Estado y una economía legítimos”, dijo Paul Barker, director de los programas de Care en Afganistán.

El propio Karzai ha descartado la fumigación aérea. Cuando dos aviones no identificados rociaron cosechas del sur del país en noviembre, el gobierno afgano elevó una protesta formal a las Embajadas de Estados Unidos y Gran Bretaña, que negaron estar involucradas en el hecho.

Al mismo tiempo, ni Kabul ni las organizaciones niegan que el tráfico de drogas representa una seria amenaza a las perspectivas de largo plazo de este país asolado por más de una década de ocupación soviética y otro periodo similar de guerras civiles fratricidas.

Algunos analistas advierten que la economía de la droga y de la corrupción es tan ubicua que Afganistán podría convertirse muy pronto en un ”narcoestado”.

La clave para atender la situación sin grandes daños colaterales, según las organizaciones, requiere una reasignación del dinero destinado a las operaciones antidrogas, de modo que la campaña apunte a los intermediarios, grandes traficantes y sus protectores más que a los pequeños productores.

Los firmantes propusieron programas que abran camino a medios de vida alternativos para los campesinos. Mientras, la acción policial debería concentrarse en el arresto o desactivación de los grandes traficantes y a la ubicación y destrucción de laboratorios.

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