El triunfo electoral del flamante presidente de Indonesia, Susilo Bambang Yudhoyono, consolidó este año la identidad de Asia sudoriental como estandarte del Islam moderado.
Este mismo mes, desde un tribunal en Yakarta surgió un dato que Yudhoyono encontrará difícil de ignorar.
Un testigo malasio, Mohammad Nassir Abbas, reveló detalles que identifican por primera vez de manera fehaciente al clérigo indonesio Abu Bakar Bashir, de 66 años, con la organización radical islámica Jemaah Islamiyah, vinculada con la red terrorista Al Qaeda.
Abbas dijo al tribunal que Bashir era el líder de Jemaah Islamiyah, a la que las autoridades atribuyen los atentados con explosivos contra el centro turístico indonesio de Bali en que murieron 202 personas en 2002 y contra un hotel en Yakarta en 2003, con un saldo de 12 muertes.
A Yudhoyono también le resultará difícil ignorar la violencia que dejó este año 500 muertes este año en el rincón meridional de la budista Tailandia. Bangkok acusa de actos brutales, incluida la decapitación de monjes budistas, a separatistas musulmanes.
La ciudadanía indonesia eligió en septiembre a Yudhoyono presidente del más populoso país musulmán del mundo. En su campaña electoral, este general del ejército acusado de violaciones de derechos humanos se mostró decidido a cortarle el paso al radicalismo islámico.
Lo que haga el año próximo servirá como pista para lo que sucederá en la región en los tiempos que se vienen, dado el indudable peso político de Indonesia en la región y en el mundo islámico.
Por fortuna para Yudhoyono, el primer ministro malasio Abullah Ahmad Badawi coincide con él en alentar una cultura islámica moderada.
El Islam liberal es crucial para la región, dijo a IPS la socióloga Norani Othman, cofundadora de la organización progresista malasia Hermanas en el Islam. El concepto defiende un Islam que acepte las diferencias, que respete el pluralismo religioso y que esté abierto a la modernización y a los derechos democráticos.
Esta es la versión del Islam predominante en este país, sede de la segunda comunidad musulmana del sudeste asiático, como quedó de manifiesto cuando Abdullah y su coalición derrotó al opositor y archiconservador partido islámico Parti Islam SeMalaysia.
El predominio de las posturas de Abdullah en la continua lucha por las almas de los musulmanes malasios constituye, para Noraini, un bienvenido alivio, luego de la presión sufrida en los años 80 por los políticos para que limitaran el papel de las mujeres en el espacio público.
En las elecciones de Indonesia y Malasia, los partidos islámicos no lograron derrotar a los políticos que impulsaban una mezcla de moderación religiosa y nacionalismo.
Incluso los candidatos más religiosos abrazaron la moderación, como el clérigo Hidayat Nur Wahid, del Partido Justicia Próspera. Poco después de obtener un escaño en el parlamento, Hidayat desmintió las versiones que lo pintaban como partidario de imponer la ley islámica (shariá).
La moderación sumó nuevas voces, como la Red Islam Liberal, el Centro de Musulmanes Moderados y el Centro Islam y Pluralismo, que siguen la senda de las dos tradicionales organizaciones religiosas de Indonesia, Nahdlatul Ulama, con 30 millones de afiliados, y Muhammadiya, con 20 millones. Ambas se oponen a todo extremismo.
Noventa por ciento de los 238 millones de habitantes de Indonesia y 60 por ciento de los 25 millones de malasios son musulmanes. Pero no son éstas las únicas naciones de Asia sudoriental asoladas por el radicalismo islámico.
Los musulmanes constituyen una minoría de 3,3 millones de personas en la budista Tailandia, una de 3,9 millones en la católica Filipinas y de medio millón en la china Singapur. En todos esos países está encendida la alarma por la presencia de Jemaah Islamiyah.
Desde los atentados que dejaron 3.000 muertos en Nueva York y Washington el 11 de septiembre de 2001, los gobiernos están alerta ante el plan de Jemaah Islamiyah de crear un estado panislámico que incluiría a Indonesia, Malasia, Singapur, el sur de Filipinas, el sur de Tailandia y el reino musulmán de Brunei.
El compromiso de luchar contra una entidad política transnacional de tal guisa contrasta con la violencia local y separatista con que los gobiernos del sudeste asiático han debido luchar en los últimos años, como los conflictos en el sur de Tailandia, el sur de Filipinas y la provincia indonesia de Aceh.
El uso del terrorismo como método de lucha cambió el curso de la resistencia armada islámica contra los gobiernos seculares de la región. Eso atemoriza a muchos musulmanes moderados, dijo a IPS Nico Harjanto, investigador del Centro de Estudios Estratégicos e Internacionales con sede en Yakarta.
En una conferencia interreligiosa celebrada este mes en la provincia indonesia de Yogyakarta, Yudhoyono trató de aventar los temores, exhortando a defender la identidad del sudeste asiático como cuna de un Islam moderado.
El terrorismo es el enemigo de todas las religiones, dijo. El pluralismo es un hecho de la vida en Indonesia. (