ENERGIA-BRASIL: Innovaciones versus subsidios en biodiesel

La fiebre de investigaciones, innovaciones y proyectos que despierta el biodiesel en Brasil enfrenta un aguafiestas, personificado en la necesidad de subsidios para que la producción del nuevo combustible sea factible en términos económicos.

Serán necesarios 260 millones de dólares en subvenciones anuales para poner en la práctica el programa que autoriza la mezcla de dos por ciento de biodiesel en el combustible derivado del petróleo utilizado en motores diesel (o gasóleo) a partir del próximo año, estimó un estudio del denominado Núcleo de Asuntos Estratégicos de la Presidencia de la República.

El problema es que los aceites vegetales, que se convierten en biodiesel por medio de una reacción química con etanol o metanol, cuestan más caro que el gasóleo. Es antieconómico sustituir un producto por otro más costoso, aunque en pequeña proporción.

Pero así se hace en todo el mundo, se señala. En Europa ya se produce mucho biodiesel a partir de variados aceites y usando el metanol para la conversión, denominada ”transesterificación”. Lo que se busca es reducir la contaminación de las ciudades a costa de subsidios, explican los expertos.

El investigador Carlos Khalil, del Centro de Investigaciones y Desarrollo (Cenpes) de la firma petrolera estatal Petrobras, cree haber obtenido una solución, al desarrollar una tecnología que permite producir el combustible directamente de la semilla oleaginosa.

La innovación ahorra la etapa industrial de extracción y refinado del aceite, volviendo económicamente viable el combustible renovable, dispensando subsidios, aseguró Khalil a IPS. El aceite vegetal tiene precios que alcanzan el doble del gasóleo, pero no cuando aún está dentro de las semillas, arguyó.

La técnica, probada en laboratorio, consiste en triturar el grano con el solvente, usando un filtro para separar la parte sólida y obteniendo un biodiesel de gran pureza, explicó. Utilizar aceite como materia prima a veces comprende el costo de la purificación, ya que el combustible con impurezas afecta motores, acotó.

Ahora están en desarrollo los equipos y el proceso para producción industrial, lo que se hace en el nororiental estado de Río Grande del Norte, donde Petrobras promueve investigaciones de campo, con la siembra de ricino para la producción de biodiesel.

El investigador apuesta principalmente al ricino, aunque la tecnología obtuvo buenos resultados también con soja, cacahuete y girasol. El ricino es un ”cultivo rústico” y contiene hasta 54 por ciento de aceite, contra 18 por ciento de la soja, arguyó.

Además, con el ricino se espera cumplir la inclusión social, aspecto prioritario del biodiesel en los planes de gobierno del izquierdista Luiz Inácio Lula da Silva. Esa oleaginosa puede ser producida en muchas áreas semiáridas del nordeste de Brasil, región más pobre del país.

La técnica de Cenpes, si es aprobada en la práctica, permitirá superar el escepticismo de muchos que destacan el obstáculo económico para hacer efectivo el programa del biocombustible.

Subsidios significan socializar costos y su necesidad no es superada por la nueva tecnología, contrarrestó Osvaldo Stella Martins, un investigador del Centro Nacional de Referencia en Biomasa (Cenbio), vinculado a la Universidad de Sao Paulo.

”Nada cambia”, ya que el aceite vegetal sigue obteniendo precios muy superiores al gasóleo, casi tres veces en el caso del ricino, y un productor de oleaginosas preferirá obviamente venderlas a la industria de aceites, argumentó.

Con el aumento de escala de producción y el alza en los precios del petróleo es posible que los valores se acerquen, ya que el costo del aceite de ricino es elevado más por un desequilibrio de demanda y oferta mundial que por los costes de producción.

Pero a esa altura de los hechos la lógica económica favorecerá a la gran empresa y no a los pequeños agricultores. En lugar de beneficios sociales, los subsidios podrán favorecer ganancias de la gran industria de soja en el futuro, comentó Stella Martins a IPS.

El país debería analizar mejor y más ampliamente qué objetivos se pretenden con el programa de biocombustibles, pues muchos argumentos defienden intereses sectoriales y todavía hay muchas cuestiones pendientes, observó Martins.

El tenor de aceite en el ricino es mayor, pero su producción exige 100 veces más mano de obra por hectárea y, considerando el área sembrada, su productividad se equivale a la de la soja, matizó.

De todas formas, la búsqueda de soluciones técnicas se diseminó por Brasil en los últimos años. En Río de Janeiro se trata de hacer biodiesel a partir de la grasa extraída del agua servida urbana y en otras ciudades se experimentó con aceites ya usados en los restaurantes e industrias.

La Empresa Brasileña de Investigación Agropecuaria (Embrapa), un organismo del Ministerio de Agricultura, creó con apoyo de la Universidad de Brasilia un equipo para producción local, en pequeña cantidad, hasta 240 litros por día. El proceso usado es térmico, y no químico como el de la ”transesterificación”, sin necesidad por tanto del etanol.

Así, una hacienda, comunidad o cooperativa de agricultores puede producir su propio combustible, incluso para generar electricidad si se trata de población aislada.

El gobierno brasileño decidió, por razones ambientales y de inclusión social, además de reducción de importaciones, promover el uso del biodiesel. La autorización para mezcla de dos por ciento debe ser formalizada a fines de este mes, pero será facultativa.

Para hacerla obligatoria, el país necesitaría producir 740 millones de litros por año, un volumen que sólo se alcanzará en 2007, previó la secretaria de Petróleo, Gas y Combustibles Renovables, Maria das Graças Foster.

La producción crecerá gradualmente, buscando cumplir la meta de elevar la adición del biodiesel a cinco por ciento hacia 2010.

Compartir

Facebook
Twitter
LinkedIn

Este informe incluye imágenes de calidad que pueden ser bajadas e impresas. Copyright IPS, estas imágenes sólo pueden ser impresas junto con este informe