Las medidas paliativas no bastan para enfrentar los litigios comerciales que se repiten en el Mercosur con una frecuencia dañina. Es necesario promover una integración económica y productiva además de comercial, exhortaron analistas brasileños.
Si no se atacan los problemas de fondo, las crisis se repetirán en forma periódica, afectando la credibilidad del Mercosur (Mercado Común del Sur) y sus negociaciones externas, advirtieron.
Por eso, hay que repensar el bloque, hacer un diagnóstico de los sectores problemáticos y, a partir de ese conocimiento sobre deficiencias en tecnología, equipos o capital, fomentar la integración y complementariedad en cadenas de producción, dijo a IPS Michel Alaby, presidente de la Asociación de Empresas Brasileñas para la Integración en el Mercosur (ADEBIM).
El Mercosur debe perfeccionar el libre comercio, pero tiene que avanzar también en la integración de las economías de sus miembros, a través de políticas agrícolas, industriales y sociales comunes, sentenció Marco Aurelio García, asesor para Asuntos Internacionales de la Presidencia, en un artículo publicado en diarios brasileños el miércoles.
El Mercosur está integrado por Argentina, Brasil, Paraguay y Uruguay, con Bolivia, Chile y Perú como países asociados. Brasil y Argentina son las mayores economías del bloque.
El gran problema es que Argentina tiene una industria menos competitiva que la brasileña, producto de una política que la degradó desde 1976, evaluó Tullo Vigevani, investigador del Centro de Estudios de Cultura Contemporánea y profesor de la Universidad Estatal de Sao Paulo.
En cambio, Brasil siempre mantuvo, incluso en sus gobiernos más liberales, el fomento a algunos sectores industriales, usando instrumentos estatales como el Banco Nacional de Desarrollo Económico y Social (BNDES), comparó. Además, la mano de obra argentina es más cara, agregó.
El experto en relaciones internacionales descarta la diferencia de escala entre los mercados nacionales como razón de los desequilibrios, a la que llamó un falso problema. El libre comercio ofrece potencialmente a cada país miembro acceso a todo el mercado, argumentó.
En su opinión, son necesarias políticas comunes de desarrollo, pero sin renunciar a la lógica de la competitividad, sino induciendo la modernización, lo que exige incrementar el crédito a largo plazo, quizás asociando el Fonplata, el BNDES, la Corporación Andina de Fomento y el Banco Interamericano de Desarrollo.
Hasta ahora, quedaron en la retórica, en la simple intención, los anuncios de integración de las cadenas productivas involucrando todos los países del Mercosur, observó. Pronto se verá si el discurso del actual gobierno brasileño, presidido por Luiz Inácio Lula da Silva, tiene otro carácter.
Pero Vigévani señaló un hecho alentador, que promete llevar la integración a otras áreas. La Sociedad Brasileña para el Progreso de la Ciencia se reunirá con su homóloga argentina del 1 al 5 de noviembre, en Buenos Aires, para discutir programas conjuntos para el desarrollo científico y tecnológico del Mercosur.
Alaby cree mejor esperar una mejor coyuntura para la negociación amplia, de alto nivel, buscando soluciones definitivas para una verdadera integración económica.
Este es un momento de animosidad, en que la emoción supera la razón. Los argentinos sólo quieren limitar por cuotas la importación de electrodomésticos brasileños, y luego incluirán nuevamente los vehículos automotores, justificó.
En tensas negociaciones en Buenos Aires esta semana, empresarios de ambos países acordaron que Brasil limitará sus exportaciones a 90.000 cocinas este año y 47.500 en el primer semestre de 2005.
Para los refrigeradores, se fijó una cuota de 42.370 unidades entre el 20 de julio y 30 de septiembre, período en que una comisión técnica definirá las cuotas futuras. El forcejeo sigue en relación a las máquinas lavarropas. Los argentinos proponen 35 por ciento de su mercado para los brasileños, que quieren más.
Brasil pierde exportaciones con estos acuerdos, pero es la solución posible ante la tensión vigente, dijo el presidente de la Confederación Nacional de la Industria brasileña, Armando Monteiro Neto.
Estas disputas se repiten regularmente desde 1999, cuando Brasil devaluó su moneda adoptando el cambio flotante. Los argentinos se quejaron de inmediato de la invasión de los textiles, pollos y calzados brasileños, y se acordaron las mismas medidas paliativas de las cuotas o restricciones voluntarias, recordó Alaby.
Pero también los brasileños restringieron en un momento el arroz y a productos lácteos de sus socios, fijando precios mínimos. Es decir, las reglas firmadas fueron violadas por todos.
Ahora se agravó, porque Argentina anunció medidas unilaterales en vísperas de la Cumbre del Mercosur del 7 y 8 de julio, desviando las discusiones de temas vitales del bloque para el conflicto comercial, observó Alaby.
Moriremos discutiendo siempre lo mismo si seguimos olvidando el pasado, repitiendo siempre los mismos errores, advirtió el líder empresarial.
En su visión, repensar el Mercosur comprende que cada país tenga claro sus objetivos, que se implanten la supranacionalidad no sólo del tribunal de controversias sino también de las cadenas productivas y otras instancias, y que se elijan los sectores para la reconversión, creando condiciones, incluso financieras, para que cada país produzca lo que hace mejor.
Si no hay políticas conjuntas, sometiendo todo a la libre competencia, será el fin del bloque, porque Argentina no puede simplemente aceptar que el Mercosur acentúe su desindustrialización, admitió Vigevani.
El embajador argentino en Brasil, Juan Pablo Lohlé, señaló el viernes en una charla en Río de Janeiro que Argentina, Paraguay y Uruguay, puedan emplear salvaguardias ante las diferencias de escala con respecto a Brasil.
El superávit comercial de un país pequeño no amenaza la economía del socio mayor, pero si es al revés, sí, argumentó.