La posibilidad de que exista un importante yacimiento de petróleo debajo del golfo de México en aguas jurisdiccionales de Cuba es motivo de las más diversas conjeturas en este país, en contraste con el silencio oficial.
Los comentarios han ido creciendo a medida que se acerca agosto, cuando se supone que la firma petrolera transnacional Repsol-YPF informará del éxito o del fracaso de las prospecciones iniciadas en junio pasado en áreas contratadas con el gobierno cubano de Fidel Castro.
El contrato de la plataforma semisumergible noruega Eric Raude le cuesta a esa empresa 195.000 dólares diarios. Algo tiene que haber, nadie gasta por gusto tanto dinero, comentó, sentencioso, el taxista Manuel Bello.
La firma de origen español, con fuertes inversiones en América Latina, realizó trabajos de prospección a más de 30 kilómetros de la costa norte y a unos 1.500 metros de profundidad, en el punto denominado Yamagua-1, con una capacidad potencial de 1.628 millones barriles, de acuerdo con las pruebas sísmicas.
Los otros posibles objetivos de perforación identificados por Repsol YPF son Ocuje, con una capacidad estimada de 435 millones de barriles, Obatalá con 1.237 millones, y Charaguito con 2.816 millones de barriles.
Algunas versiones aseguran que ya se estarían realizando las pruebas de laboratorio para determinar la calidad del producto extraído de Yamagua-1. Según otras, la búsqueda aún continúa porque hay que llegar hasta el fondo.
Repsol YPF posee derechos mineros sobre seis de los 59 bloques de exploración abiertos a licitación a mediados de 1999 por el gobierno cubano en un área de 112.000 kilómetros cuadrados de su zona económica exclusiva del golfo de México.
A fines de la década del 70, la Convención de los Derechos del Mar, en el marco de la Organización de las Naciones Unidas, estableció la jurisdicción de las 200 millas para los estados ribereños, a partir del cual se fija una zona económica exclusiva y en la que el país ejerce soberanía sobre sus recursos naturales. La frontera marítima entre Cuba y Estados Unidos, así como con México y otros países vecinos, se definió a principios de la década del 80.
Ya al anunciar la licitación, expertos cubanos pusieron énfasis en que se trata de una zona especialmente rica en crudo y próxima a países petroleros como México y Venezuela. Por qué no habría de tocarnos también a nosotros el cuerno de la fortuna, siguen diciendo hasta hoy.
A pesar de las conjeturas previas, el presidente Castro finalmente no dio la esperada primicia sobre un hallazgo de petróleo en su discurso del lunes 26 de este mes en los festejos de un nuevo aniversario del asalto al Cuartel Moncada, en 1956, celebrado en esta isla como Día de la Rebeldía Nacional.
Es que hace falta una inyección fuerte de optimismo, dicen muchos cubanos que soñaban con un anuncio de ese tipo, que por ahora se frustró.. Otros siguen buscando señales en el rostro del mandatario. Ayer se veía contento, así que puede haber buenas noticias, comentó la semana pasada Oscar Reynoso, trabajador jubilado del transporte, ante una aparición pública de Castro.
Al margen de conjeturas, existe coincidencia en que el hallazgo de petróleo ligero sería desde todo punto de vista positivo y daría un vuelco total a la vulnerable economía cubana, cuyo talón de Aquiles está justamente en la dependencia externa de los hidrocarburos.
Reynoso recordó que el sector transportista fue, precisamente, uno de los más golpeados con el abrupto recorte de suministros de combustible de Rusia, que hasta 1989 abasteció a Cuba con 13 millones de toneladas de crudo. La tubería por la cual nos llegaba el crudo se cerró al desaparecer la Unión Soviética y el campo socialista, afirmó.
La disminución en 60 por ciento de las importaciones de crudo llevó a una baja de hasta 70 por ciento en la capacidad de refinación del país. La industria y el transporte colectivo estuvieron al borde del colapso por falta de combustible.
Según datos oficiales, el país produjo entre 1990 y 1998 unos cinco millones y medio de toneladas menos de derivados de petróleo, con rebajas sustanciales en renglones como gasolina, fuel oil, diesel oil y nafta industrial.
Cuba importa actualmente unos 100.000 barriles diarios y produce unos 75.000 barriles por jornada de gas y petróleo. Pero hasta ahora sólo ha encontrado crudo pesado con mucho azufre y gas, que utiliza para generar la electricidad en esta isla con 11,2 millones de habitantes.
La producción doméstica se concentra en un área de 200 kilómetros de largo y entre 10 y 20 kilómetros de ancho en la costa norte de las provincias de La Habana y Matanzas, situada esta última a un centenar de kilómetros de la capital del país.
Las reservas probadas en esa área, donde operan con contratos de exploración a riesgo compañías de España, Canadá, Francia y Suecia, entre otros países, superan los 100 millones de toneladas, aunque de crudo de baja calidad.
En la actualidad, el país gasta cada por año cerca de 1.000 millones de dólares en la adquisición de petróleo, cuyos precios altos y en alza en el mercado mundial hacen temblar a las debilitadas arcas fiscales.
Una parte de esas importaciones de crudo y derivados viene de Venezuela, que suministra unos 53.000 barriles diarios, gracias a un convenio fuertemente criticado por sectores de oposición de ese país sudamericano.
La Habana paga 80 por ciento de ese hidrocarburo a precios de mercado y 90 días después de la entrega. El plazo de pago para el 20 por ciento restante es de 15 años, con dos más de gracia y a dos por ciento de interés anual.