El socialismo como alternativa a la sociedad que combina desperdicio con escasez y las condiciones que permiten a Finlandia tener la enseñanza más eficaz del mundo fueron señalados como ejemplos en el Foro Mundial de la Educación (FME) que se realiza en la ciudad brasileña de Porto Alegre.
América Latina alcanza ahora su más alto grado de escolarización de niños y jóvenes, justamente cuando acumula la mayor cantidad de pobres.
La educación preescolar alcanza a 51 por ciento de la matrícula, la primaria a 93 por ciento y la secundaria a 62 por ciento, mientras el analfabetismo afecta a 11 por ciento de la población adulta de América Latina, según la Organización de las Naciones Unidas para el Educación, la Ciencia y la Cultura.
Casi 50 por ciento de los 500 millones de latinoamericanos son pobres, y 20 por ciento de ellos indigentes.
En las últimas décadas aumentaron mucho las oportunidades de acceso y permanencia en el sistema educativo, inclusive para los sectores pobres. Pero se profundizó la pobreza, sostuvo Pablo Gentili, coordinador del Observatorio Latinoamericano de Políticas Educacionales de la Universidad Estatal de Río de Janeiro.
Así, las virtudes tradicionalmente atribuidas a la educación, como factor de reducción de la pobreza y la desigualdad, no se comprobaron en la región.
Argentina y Uruguay, países usualmente señalados por su alto nivel de vida similar al del mundo rico, vieron multiplicarse a sus pobres en pocos años, pese a la elevada escolarización, observó Gentili, un argentino residente por muchos años en Brasil.
La segregación, que antes ocurría en la puerta de la escuela, ahora se vive en el interior del sistema educativo, concluyó el experto, afirmando que el derecho a la educación no se materializa con una mala enseñanza.
La percepción de la baja calidad de la educación, que penaliza a los maestros por su insuficiente capacitación, se acentuó por evaluaciones comparativas entre decenas de países, en las que Finlandia se clasifica como el mejor, recordó.
Pero una investigación de las razones de la excelencia finlandesa demuestra que es el país menos corrupto, de menor desigualdad, con los mayores salarios docentes y las inversiones educativas más abultadas del mundo, destacó Gentili, al hablar en la primera conferencia del FME, el miércoles por la noche.
Mientras un alumno de primer a quinto grado de Finlandia cuesta al país 3.000 euros (unos 3.600 dólares) al año, el promedio latinoamericano se limita a 120 euros (145 dólares), comparó.
Además, esa nación del norte de Europa cuenta con un programa de formación continua de los profesores, una estructura democrática de gestión educacional y, por encima de todo, es gobernada por una mujer, Tarja Halonen, y su administración pública cuenta con equilibrio de género, acotó.
En América Latina es todo al revés, y por tanto no hay condiciones para un buen desempeño de los alumnos, la calidad de la enseñanza no puede ser medida por las pruebas de evaluación, y hay que considerar un concepto de calidad social, esto es el contexto en que se vive, sentenció el profesor.
Y Gentili acabó recomendando miren a Finlandia como ejemplo, ya que por razones políticas hay resistencia a mirar el caso cubano.
Sin embargo, no se da en forma automática que los países más ricos y desarrollados tienen mejor educación, aclaró el especialista a IPS.
Hay casos de países menos desarrollados que, por la prioridad que otorgan al sector, logran elevar la calidad de la enseñanza, como Cuba, Irlanda hace algunas décadas y algunos países asiáticos, explicó.
Por eso recomendó evitar la trampa de las evaluaciones que comparan sólo los puntos obtenidos por alumnos de cada país y que identifican calidad sólo por el aprendizaje, olvidando que en América Latina los recursos son escasos y además se pierden por la corrupción y la mala gestión y faltan otras políticas sociales.
István Meszáros, otro ponente en la conferencia inaugural sobre La educación más allá del capital, defendió un mundo socialista de individuos libremente asociados, como superación del capitalismo insustentable que produce basura en abundancia, mientras mantiene mayorías en la escasez.
El pensador marxista húngaro, profesor en la Universidad británica de Sussex, dijo que la educación socialista es inseparable de la autogestión de la sociedad y tendrá que ser continua y regida por el principio de la horizontalidad equitativa, en lugar de la jerarquizada que impone el capital.
La defensa de una educación pública universal y de calidad fue repetida por otros oradores que participaron en la ceremonia inaugural del FME, incluyendo autoridades de gobierno.
Intensos abucheos impidieron que concluyera su discurso el secretario de Educación del estado de Río Grande del Sur, José Fortunati, quien dejó el acto protestando contra la intolerancia y los que no quieren un debate de ideas democrático.
También el representante del Ministerio de Educación, Eliezer Pacheco, presidente del Instituto Nacional de Estudios e Investigaciones Educacionales, recibió algunos abucheos, lo que indica que maestros y profesores están insatisfechos con el gobierno de Luiz Inácio Lula da Silva.
Una nueva clase media, además de los neoliberales, los neoconservadores y la derecha religiosa, constituyen un grupo de poder en Estados Unidos contra el cual hay que luchar para desarrollar una educación democrática, expuso el profesor y sindicalista Michael Apple.
Las pruebas y programas nacionales uniformes que se están implantando en su país, responden al deseo de esta clase media de no perder sus ventajas, de mantener sus credenciales superiores, ahora que los certificados de graduación valen menos debido al acceso a la educación que conquistaron pobres, negros y mujeres, explicó.
Combatir la enajenación, la dominación y la discriminación son las tareas actuales de la educación, afirmó por su parte el brasileño Emir Sader, coordinador del Laboratorio de Políticas Públicas de la Universidad Estatal de Río de Janeiro, en la conferencia de este jueves sobre el tema Conocimiento, poder y emancipación.
Sader acusó a los medios de comunicación y a la industria cultural de producir un nuevo analfabetismo, imponiendo un conocimiento en la lógica de la mercancía y el consumo.