CIENCIA-ARGENTINA: Nuevos frutos de la década del cerebro

Los tratamientos de enfermedades como la esquizofrenia, la depresión, el desorden bipolar y la epilepsia podrían mejorar con un hallazgo clave de una científica argentina: la función de las neuronas no está determinada genéticamente y puede variar con el estímulo adecuado.

”Si pudiéramos estimular al grupo de neuronas que trabaja mal con un patrón de actividad que las indujera a producir el neurotransmisor que les falta, podríamos subsanar anomalías asociadas con esos desordenes mentales”, dijo a IPS Laura Borodinsky, en entrevista por correo electrónico desde la estadounidense Universidad de California, en la occidental ciudad de San Diego.

A cargo de un equipo de seis científicos, Borodinsky (doctora en química), lideró el desarrollo de la investigación que comenzó en 2001 y se publicó este mes en la revista científica británica Nature como una cosecha tardía de la llamada ”década del cerebro”, propuesta en 1990 por Estados Unidos.

Ese año el gobierno de Estados Unidos resolvió aumentar el presupuesto destinado a las áreas de investigación científica del cerebro a fin de avanzar en el tratamiento de enfermedades mentales, y de otras que son degenerativas del cerebro como el mal de Parkinson y el de Alzheimer.

El desafío recibió respuesta de la comunidad científica mundial, aun en países en desarrollo donde se trabaja con escaso presupuesto para ciencia básica como en Argentina.

En este país también se realizaron importantes estudios sobre el cerebro como los referidos a la forma en que éste dispone de neuronas ”de repuesto”, por ejemplo, o los relativos a vínculos entre la desnutrición y la capacidad cognitiva en los niños.

El estudio de Borodinsky no se realizó en Argentina sino en Estados Unidos, adonde la química había viajado para realizar un estudio de posgrado en 2001.

”Nos guste o no, Estados Unidos es el país con más recursos para investigación”, dijo Borodinsky, una entre 5.000 científicos argentinos que estudian o trabajan en el exterior.

Si se avanza en la aplicación de su hallazgo, basado en estudios con embriones de sapos, se podría mejorar el tratamiento de enfermedades humanas mentales o neurológicas. Entre las enfermedades que podrían mejorar con el descubrimiento, la epilepsia es la única considerada estrictamente neurológica.

En cuadros psicóticos como la depresión, el desorden bipolar (que lleva al paciente de picos de ansiedad a picos depresivos) y la esquizofrenia, coexisten los abordajes que las consideran estrictamente desórdenes mentales, aquellos que les atribuyen origen neurológico y los que contemplan ambas causas, según Borodinsky.

Los últimos estudios en materia de esquizofrenia coinciden en indicar que el mapa cerebral de los pacientes deja ver un deterioro concreto. Pero se ignora si esas huellas de daño son causa o consecuencia del progreso de la enfermedad.

Borodinsky comenzó su investigación observando el comportamiento de neuronas de la médula espinal de embriones de sapos. La idea era estudiar las células nerviosas en el momento en que aún no se comunican entre sí en la llamada sinapsis. Entonces observó que cada neurona tenía distintos patrones de actividad eléctrica.

Para estudiar si efectivamente las neuronas eran capaces de alterar sus funciones, en una segunda etapa la investigadora inyectó proteínas conocidas como canales de potasio en los mismos embriones y observó que la actividad eléctrica se inhibía. En cambio cuando inyectaba canales de sodio las neuronas se excitaban.

Tras ese proceso de manipulación, la identidad de las células se había alterado. ”Comprobamos que los cambios tempranos -en neuronas aún inmaduras- pueden modificar la identidad de esas células” nerviosas, concluyó Borodinsky.

Habrá que esperar ahora el salto del laboratorio a las pruebas en humanos.

Hasta ahora se creía que la adquisición de identidades diferentes para los distintos tipos de neuronas necesarias al funcionamiento del sistema nervioso respondía a un programa genético, explicó la doctora. Pero este trabajo prueba que no es así, es decir que no habría tal determinismo, y que las neuronas son pasibles de producir cambios en sus funciones.

”Cómo se extrapola este hallazgo a un humano adulto es difícil de predecir. Hay que trabajar mucho para eso”, dijo la científica. ”El nuestro es un trabajo de investigación básica, pero creo que cuando se entienden mecanismos básicos de procesos celulares se está más cerca de entender sistemas más complejos”, aseveró.

Borodinsky admitió que hay ”muy pocas cosas definitivas” en el diagnóstico de enfermedades mentales y neurológicas. ”El sistema nervioso sigue siendo un misterio en muchos aspectos”, reconoció.

No obstante, en algunos pacientes con desórdenes mentales se observan anomalías en la producción de neurotransmisores.

Por ejemplo, en algunos esquizofrénicos se percibe producción defectuosa de dopamina y serotonina, dos de los neurotransmisores generados por las neuronas para conectarse entre sí, explicó.

Cuando hay trastornos en la producción de un determinado neurotransmisor ”se puede ver afectada la sinapsis”, es decir la conexión de unas neuronas con otras, lo que se asocia a un trastorno neurológico.

Hasta el momento, el tratamiento de la esquizofrenia se basa sobre psicoterapias y fármacos destinados a corregir los desequilibrios en la producción de neurotransmisores. Pero los medicamentos se limitan a mejorar la calidad de vida del paciente, y no funcionan en todos los casos, según la especialista.

El hallazgo de Borodinsky permitiría avanzar en el desarrollo de tratamientos con medicinas que ayuden a inhibir o a aumentar la producción de determinadas señales químicas -según el tipo de desorden-, y a controlar de esa manera más eficazmente los síntomas.

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