El café, que tradicionalmente alcanza y sobra en Venezuela para exportar un excedente, está de hojas caídas al cierre de la cosecha 2003-2004, con menor volumen y cuellos de botella en su elaboración que distancian el grato ritual de sentarse ante una taza humeante.
¿Dónde está el café?, pregunta Carmen Piñero, residente en un barrio de clase media del sudeste de Caracas, ante los anaqueles del supermercado vacíos del producto. Es increíble que no podamos tomarnos nuestro guayoyito (cafecito claro) de toda la vida antes de salir a trabajar, comenta a IPS.
El café tiene en Venezuela una infinidad de nombres (negrito, marroncito, conlechito, guayoyo, marrón fuerte, marrón claro, con leche oscuro, aguarapado, cerrero) y de coartadas para la convivencia en el hogar, la oficina, los negocios, el restaurante o la sala de espera.
Para alimentar esos ritos cotidianos, durante las últimas décadas Venezuela produjo anualmente más de 1,5 millones de quintales (de 46 kilogramos), y consumió 1,3 millones de unidades. Se autoabastecía y dejaba un remanente para exportar, sin fallas importantes en la cadena de comercialización que corona el consumidor final.
Pero desde la cosecha 2001-2002 la producción cayó, llegando apenas por encima del millón de quintales, producto del abandono de fincas o la merma en su producción causada por el envejecimiento de los cafetos y la ausencia de nuevas inversiones.
Pequeñas empresas de cultivadores, Paccas (Productores Asociados de Café) han dado cuenta del abandono, parcial o total, de unas 70.000 de las 172.000 hectáreas que hasta la década pasada estuvieron sembradas con café, y la menor demanda es un desestímulo que provoca más contracción, advirtieron en uno de sus comunicados.
Situación similar han enfrentado países de América Central, donde en los últimos años se han perdido 600.000 puestos de trabajo por los bajos precios del grano, como parte de una crisis mundial que afecta a 25 millones de agricultores.
En Venezuela rige para varios rubros agrícolas un sistema concertado de precios entre productores, agroindustria y gobierno. El precio así fijado para el café verde sin procesar es de 46,87 dólares el quintal, y las torrefactoras entregan el producto molido a 88,54 dólares.
Pero los caficultores venezolanos afirman que no han estado recibiendo precios justos, pues desde hace seis años nos han obligado a mantener un valor para nuestra producción muy por debajo de la cifra internacional, dijo a IPS el cafetalero Maximiliano Pérez.
Los precios en el mercado de Nueva York bordean los 90 dólares por quintal.
Vicente Pérez, de Paccas Sucre, en el oriente venezolano, dijo a IPS que para estimular la agricultura del café los precios finales al consumidor deberían casi duplicarse, y pasar de los actuales 2,34 dólares por kilo a 4,16 dólares.
Hacia allá debimos ir con aumentos paulatinos en los últimos años, y en cambio lo planteado ahora es un alza brusca, comentó Pérez. Se trata de la sobrevivencia económica de 50.000 familias, que viven del cultivo del café en este país de 25 millones de habitantes.
La mayor parte de los jornaleros en las fincas cafetaleras devenga el salario mínimo mensual, fijado en 130 dólares. Muchas familias cultivan el grano en minifundios de menos de cinco hectáreas.
El segundo frente de descontento llega de las torrefactoras, con una lucha entre grandes y pequeñas empresas.
Los grandes han llegado a ofrecer a los productores hasta 104 dólares por quintal y nosotros no podemos comprar a esos precios, señaló una fuente del gremio de pequeños industriales. Más de 50 pequeñas y medianas firmas han cerrado sus puertas y unas 15.000 personas han quedado sin empleo en los últimos dos años.
Las principales industrias sostienen que, simplemente, se está ante una cosecha inferior a la de años anteriores, y desestiman las acusaciones de acaparamiento, pues no tenemos suficiente capacidad instalada, para monopolizar el tostado y molido del café.
La gran industria señala que por esa razón hay menos café molido regulado y cuando llega a los supermercados, vuela, pues es más barato.
Ante la dificultad de autoabastecimiento, las pequeñas y medianas industrias proponen importar más de 40.000 quintales para reiniciar sus operaciones. Sin embargo, el gobierno considera que no tiene sentido importar café cuando las empresas tienen suficiente como para abastecernos, según dijo el ministro de Agricultura, Arnoldo Márquez.
Márquez dijo que, debido al control de cambios implantado en Venezuela hace más de un año, las empresas ya no pueden comprar café de contrabando a precios más bajos que los del mercado nacional. El café ingresado de contrabando fue estimado por su cartera en unos 200.000 quintales al año, entre 1999 y 2003.
Otro foco de escasez se debe a que una pequeña parte de la producción venezolana ha migrado a Colombia, donde también los precios son altos. Márquez lo estimó en 120.000 quintales el último año.
El consumidor paga con semanas de escasez por estas dificultades. En ocasiones debe recorrer largas distancias para hacerse de un kilogramo del producto, o comprar las variedades premium o aromatizadas, que son más costosas.
La escasez ha influido en la migración de parte de los consumidores hacia bebidas gaseosas, comentó Vicente Pérez. Es un fenómeno internacional, verificado durante la Semana Internacional del Café que se realizó en noviembre en San José de Costa Rica.
Hasta finales del siglo XX, el venezolano consumía al año 2,4 kilogramos de café, pero en el último año sólo consumió 1,79 kilogramos, de la variedad arábica, la que produce el país. (