– El rechazo del Senado brasileño a la propuesta gubernamental para fijar el nuevo salario mínimo en el equivalente de 83 dólares constituye la mayor derrota política del presidente Luiz Inácio Lula da Silva en sus casi 18 meses de mandato.
Al mismo tiempo, el valor de 88 dólares fijado anoche por la cámara alta representa un impacto extraordinario -equivalente a unos 553 millones de dólares anuales- en el ya deficitario sistema de previsión social de Brasil.
El salario mínimo, cuyo valor representa hoy la quinta parte del que tenía cuarenta años atrás, sirve de base para todos los reajustes de las prestaciones de la seguridad social cuyo déficit, a pesar de la reciente reforma del sistema, todavía representa un peso considerable en el presupuesto nacional.
Allí reside el dilema de Lula, quien llegó 25 años atrás a la vida política con una trayectoria de dirigente sindical de oposición frontal a la dictadura militar con reivindicaciones salariales de los obreros metalúrgicos de Sao Paulo. En 1980 creó el izquierdista (y ahora gobernante) Partido de los Trabajadores (PT).
Según el Departamento Intersindical de Estadísticas y Estudios Socioeconómicos, para recuperar su poder de compra de hace cuarenta años, el salario mínimo debería ser fijado en el equivalente de unos 452 dólares.
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Lo que está en juego aquí no es el sueldo mínimo, lo que se discute es el poder, resumió el líder de la bancada oficialista en el Senado, Fernando Bezerra, quien admitió que se trata de una derrota política que refleja la insatisfacción de la base parlamentaria del gobierno.
El senador del PT Aloísio Mercadante se consoló afirmando que el gobierno cuenta con una mayoría muy precaria en el Senado, pero habíamos logrado vencer en votaciones importantes con argumentos.
La Central Unica de Trabajadores, fundada por Lula hace 21 años, subrayó este viernes en una declaración que había abogado por un salario mínimo este año de 300 reales (unos 97 dólares), pero que espera que la cámara baja confirme la votación del Senado y que el gobierno federal encuentre recursos para financiar ese aumento.
Oponerse a un aumento más significativo del sueldo mínimo costó noches de sueño a Lula y, según sus allegados, hasta lágrimas, pero finalmente se impuso su compromiso prioritario con la estabilidad fiscal.
La derrota no puede ser atribuida, como otras veces, a un descuido del gobierno. El propio presidente habló con numerosos senadores en busca de votos, y ministros poderosos como el jefe del gabinete José Dirceu, el titular de Hacienda, Antonio Palocci y el de Coordinación Política, el comunista Aldo Rebelo, se hicieron presentes en el Senado para presionar a los disidentes.
Las disensiones comenzaron por el propio PT, tres de cuyos representantes votaron con la oposición, mientras que cinco senadores del Partido del Movimiento Democrático Brasileño -que ocupa dos sillones en el gabinete de Lula- también se decidieron en contra el gobierno.
La propuesta de la oposición obtuvo 44 votos contra 31 del oficialismo, contando también con el respaldo de dos legisladores del Partido Liberal, al que pertenece el vicepresidente de la República, José Alencar, y de dos del Partido Socialista Brasileño.
El proyecto debe volver ahora a la Cámara de Diputados, que ya había aprobado el valor fijado por el gobierno y que tendrá oportunidad de ratificar el proyecto original.
Pero, aunque esto finalmente ocurra, queda en pie el significado político de la derrota de Lula en el Senado, que puso al desnudo la falacia de que contaba con una sólida base parlamentaria.
Si la cámara baja opta por ratificar la cifra aprobada por el Senado, quedarán al presidente dos opciones: aceptar el impacto del aumento en el presupuesto previsional y promulgar el sueldo mínimo de 88 dólares o vetar la ley.
En caso de veto presidencial, no habría aumento salarial alguno y continuaría rigiendo el valor vigente desde hace más de un año, hoy equivalente a unos 77 dólares.
