La caída del presidente de Haití, Jean-Bertrand Aristide, fue un plan deliberado de Estados Unidos, o la consecuencia indirecta de la negligencia o la ”distancia” de Washington con el país caribeño.
Pero casi todos coinciden en que distintas fuerzas contrarias a Aristide han operado en la capital de Estados Unidos desde que el ex sacerdote católico, partidario de la teología de la liberación, lanzara una campaña contra la pobreza en el país más indigente del hemisferio occidental.
Esas fuerzas de Washington incluyen al Instituto Republicano Internacional sobre Asuntos Internacionales, vinculado con la Fundación Nacional para la Democracia, que trabajó estrechamente con la oposición civil en Haití.
Políticos del Partido Republicano del presidente George W. Bush, como el ex senador Jesse Helms, demonizaron al presidente haitiano, obligado a abandonar su país el 29 de febrero mientras rebeldes armados tomaban el control de importantes ciudades en el norte y avanzaban sobre Puerto Príncipe.
Helms, a su vez, influyó en funcionarios de derecha como Roger Noriega, su colaborador durante varios años y ahora secretario de Estado adjunto para Asuntos del Hemisferio Occidental, y Otto Reich, enviado presidencial para América, promotor junto al ex senador de leyes contra el régimen cubano de Fidel Castro en los años 90.
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Mientras la administración de Bush se ocupaba de su ”guerra contra el terrorismo”, funcionarios de menor rango avivaban las llamas en el polvorín político de Haití.
Los actores en las sombras de la oposición a Aristide, el primer presidente de Haití elegido de forma democrática, son bien conocidos, pero sus motivaciones no lo son tanto.
La enemistad de esos políticos estadounidenses con Aristide puede ser personal, sugirió a IPS el experto Robert Fatton Jr., rector y presidente del Departamento de Asuntos Exteriores de la Universidad de Virginia.
”Había algo en Aristide que generaba un profundo odio en miembros de la elite haitiana y en algunos republicanos de derecha”, dijo.
”Ese sentimiento puede percibirse incluso ahora, porque (tras el derrocamiento de Aristide) Noriega declaró: 'No vamos a gastar dinero ni vidas de estadounidenses por Aristide'”, recordó Fatton.
”Desde 1990, cuando Aristide fue elegido por primera vez, la facción derechista del Partido Republicano lo consideró un enemigo de Estados Unidos, un problema, un hombre peligroso”, y ”ese antagonismo se reactivó cuando los republicanos volvieron al poder, encabezados por Bush hijo”, aseguró el académico.
Shannon Field, subdirector del Instituto para el Diálogo Mundial con sede en Johannesburgo, coincidió con esa visión.
Aristide recibió ”muchos ataques de los republicanos desde que Bush llegó al poder. Creo que muchos lo consideran no sólo un socialista, sino un populista, quizás el próximo Fidel Castro”, señaló Field, entrevistado por Radio Nederland.
Por otra parte, ”creo que Francia estaba preocupada también por las islas que controla en el Caribe (Guadalupe y Martinica), ya que si tienes a un líder fuerte independiente en Haití, puede exportar sus ideas revolucionarias y socialistas a esas islas”, añadió.
Field sostuvo que, de la misma forma, ”Estados Unidos tiene domino sobre las Islas Vírgenes y Puerto Rico”, y por eso Aristide ”era una amenaza”.
”Aristide tenía buenas relaciones con Cuba. Hay cerca de 200 médicos cubanos en Haití. Así que estoy seguro de que Noriega y Otto Reich percibían eso como peligroso”, añadió Fatton.
El analista destacó además que Aristide, si bien llegó al poder gracias a una clara retórica antiestadounidense y populista, ”seguía al pie de la letra las instrucciones del Fondo Monetario Internacional y del Banco Mundial”.
”Adoptaba una imagen radical, pero sus políticas económicas no eran radicales”, sostuvo.
Otros observadores señalan que fueron los intereses económicos los que provocaron la caída de Aristide.
En 1994, Aristide fue restituido en el gobierno, luego de un golpe de Estado militar, mediante una intervención militar estadounidense en que participaron 20.000 infantes de Marina (marines).
En realidad, ”las tropas de esta intervención, que la Agencia de Estados Unidos para el Desarrollo Internacional llama 'mejoramiento de la democracia', son técnicos y expertos”, escribió meses después la analista Jane Regan, hoy colaboradora de IPS Noticias.
”Sus armas son proyectos de desarrollo y una gran cantidad de dinero” y ”su objetivo es imponer una agenda económica neoliberal para socavar la participación popular en la democracia, garantizar la estabilidad política para que haya un clima apto para las inversiones e introducir a Haití en el nuevo orden mundial”, añadió.
Sin embargo, Fatton no considera relevantes los aspectos económicos.
”Haití no tiene ninguna importancia estratégica. Tiene muy poco que ofrecer. La gente habla de mano de obra barata, pero hay muchos países que la tienen. Haití carece de petróleo y de uranio”, señaló.
Los expertos también descartan que Washington haya intervenido para poner fin al narcotráfico desde es país caribeño, pues el propio Departamento de Estado informó que el tráfico de cocaina desde Haití cayó de forma drástica en los últimos dos años.
Fatton insiste en el odio republicano y de la elite haitiana hacia Aristide por su tendencia socialista. ”Es una obsesión”, señaló.
Desde 1994, Helms expresaba sus temores por Aristide. En una audiencia en el Senado ese año, el entonces legislador subrayó que ”en su autobiografía, Aristide se identifica con el revolucionario comunista argentino-cubano Ernesto 'Che' Guevara y con el presidente marxista chileno Salvador Allende”.
Fatton recordó que el presidente Bill Clinton (1993-2001) restituyó en el poder a Aristide, pero sólo luego de que éste aceptó la agenda del FMI y del Banco Mundial, y de que quedó en claro que ”sólo su discurso era radical”.