América Latina y el Caribe son los primeros del Sur en desarrollo que adoptan una vara común para medir los recursos naturales y el desempeño de su manejo, con la esperanza de atraer fondos para conservación e inversiones que fluyan desde el Norte rico.
Se trata de contar con una herramienta adecuada para valorar los recursos de la región y tomar decisiones sobre ellos, dijo a Tierramérica Edgar Gutiérrez, director del Observatorio del Desarrollo de la Universidad de Costa Rica.
El centro académico participó en la elaboración de una propuesta para homologar indicadores ambientales regionales en 2004, que se incorporó al Plan de Acción del XIV Foro de Ministros de América Latina y el Caribe, reunido en esta capital hasta el 25 de noviembre.
Si usted tiene un recurso y no sabe cuánto dura o cuándo puede agotarse, no puede tomar decisiones adecuadas ni oportunas, explicó Gutiérrez.
La tarea estará cargo de un grupo de trabajo con apoyo del Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente, PNUMA.
De momento, un recurso como agua disponible o superficie boscosa, o un mismo problema, como población en pobreza o contaminación del aire, se miden de manera diferente en distintos países.
En Brasil o en Costa Rica se considera bosque la superficie cubierta en 80 por ciento o más con especies arbóreas, recordó Gutiérrez, pero otros países consideran bosques áreas en las que menos de 40 por ciento del terreno tiene árboles, como los utilizados para dar sombra a cafetales.
Un país puede entonces presentar como bosque lo que es una superficie bajo intensa explotación agrícola.
En Colombia hemos llegado a emplear hasta 170 indicadores sobre el panorama ambiental. Nuestro propósito es ubicar 10 o 15 esenciales que nos permitan monitorizar con certeza la calidad de nuestra gestión y por eso apoyamos normas homologadas, dijo a Tierramérica el viceministro colombiano de Vivienda, Ambiente y Desarrollo Territorial, Juan Pablo Bonilla.
Pero, ¿cómo homologar?
El foro en Panamá aprobó una baraja de hojas metodológicas con 25 categorías de registro, entre ellas, acceso al agua, áreas protegidas, biodiversidad marina, superficie forestal y riesgos ambientales para la salud.
Se considerará superficie forestal, por ejemplo, la tierra cubierta de copa (o su grado equivalente de espesura) en más de 10 por ciento del área, una superficie de más de media hectárea y con árboles que de adultos alcancen una altura mínima de cinco metros.
El indicador de población con acceso a saneamiento registrará el porcentaje que accede a servicios sanitarios para la eliminación de excrementos en su vivienda o en las proximidades inmediatas a ésta, con precisiones sobre el tipo de instalaciones que se consideran correctas para ese propósito.
Pero la homologación puede ser un fardo adicional.
Países muy pobres como Haití pueden agregar a sus crónicos problemas de pobreza -asociada a la deforestación para el consumo de leña- el lastre de ser señalados y medidos, por añadidura por sus vecinos, como explotadores de recursos naturales o malos gestores ambientales.
Eso es ver las cosas del lado pesimista, replicó Gutiérrez.
El lado optimista es que, bajo el paraguas de los procesos de integración regional y la gestión del PNUMA, los países más rezagados pueden construir la capacidad necesaria para conocer sus recursos y tomar las mejores decisiones sobre ellos, añadió.
Desde el flanco de las inversiones y la cooperación de agencias estatales o multilaterales puede ocurrir otro tanto.
Por ejemplo, los avances de gestión ambiental en Costa Rica han hecho que ahora agencias de ayuda al desarrollo vuelquen atención y recursos sobre vecinos como Honduras y Nicaragua, argumentó Gutiérrez.
En el foro de Panamá la iniciativa fue saludada como una muestra de cooperación horizontal Sur-Sur, pues se trata de un acuerdo de inspiración latinoamericana y caribeña, y no de ejecutar una propuesta de los países ricos.
La adopción de indicadores comunes nos ayudará a mostrar los avances que vamos logrando, cómo América Latina dibuja un camino, una hoja de ruta para aplicar al desarrollo sus recursos naturales, con un criterio de sostenibilidad, dijo a Tierramérica la ministra del Ambiente de Venezuela, Ana Osorio.
El Caribe de habla inglesa también quiere un marco común.
Para un país como el nuestro que tiene 700 islas, y el ambiente -sol, playa, aguas costeras- es el recurso básico de nuestra industria turística, contar con indicadores que certifiquen nuestra calidad debe ser un aporte importante, dijo a Tierramérica el ministro de Salud a cargo del Ambiente en Bahamas, Marcus Bethel.
Su par de Suriname, Clifford Marica, destacó que su país, de 164 mil kilómetros cuadrados, está cubierto de bosques en 80 a 90 por ciento y tiene abundancia de agua prístina, que sabemos que contribuyen al conjunto de la humanidad pero no tenemos un mapa preciso sobre cómo utilizarlos. Los indicadores pueden ayudar.
Este es uno de los ocho asuntos contemplados en el Plan de Acción adoptado en Panamá, junto a decisiones sobre desarrollo de fuentes alternativas de energía, cooperación para el aprovechamiento de los recursos genéticos, mejoras en la gestión de cuencas hidrográficas y acceso a la salud en los asentamientos humanos.
El tema mereció en el foro una mención especial del director del PNUMA, Klaus Toepfer: Estoy feliz con la iniciativa. Demuestra la madurez alcanzada por América Latina y el Caribe, señaló.
* El autor es corresponsal de IPS. Publicado originalmente el 29 de noviembre por la red latinoamericana de diarios de Tierramérica. (