ESTADOS UNIDOS: Neoconservadores a la defensiva

La filtración de un memorando enviado por un alto oficial del Pentágono (Ministerio de Defensa de Estados Unidos) al Comité de Inteligencia del Senado parece indicar que la belicista fracción neoconservadora del gobierno está a la defensiva y desesperada.

Esa interpretación se basa en la hipótesis de que los neoconservadores filtraron la información, para respaldar la decisión de atacar a Bagdad adoptada este año por el presidente George W. Bush, aunque el material de inteligencia divulgado aporta escasa justificación de la invasión y ocupación de Iraq.

El Comité y la Agencia Central de Inteligencia (CIA, por sus siglas en inglés) pidieron al Departamento de Justicia que investigue la filtración, causante de la publicación el lunes de un artículo en el influyente periódico neoconservador The Weekly Standard.

El presidente del Comité, Pat Roberts, señaló que la filtración fue ”enorme” y puede haber comprometido ”información altamente secreta”, sobre fuentes de inteligencia, métodos de recolección de datos e investigaciones en curso.

También expresó que en su opinión, la filtración no se debió a integrantes ni funcionarios del Comité.

El propio Pentágono emitió un inusual comunicado de prensa en el cual señaló que la filtración fue ”deplorable y quizás ilegal”.

El artículo, titulado ”Caso cerrado”, resumió un extenso memorando enviado el 27 de octubre al Comité por el subsecretario de Defensa para políticas, Douglas Feith.

Ese documento respondió al pedido de los senadores de que Feith fundamentara su afirmación, durante una audiencia a puertas cerradas en julio, sobre vínculos operativos estables entre la organización extremista islámica Al Qaeda y Bagdad descubiertos por agencias estadounidenses de inteligencia.

La Casa Blanca considera a Al Qaeda responsable de los atentados del 11 de septiembre de 2001 en Nueva York y Washington.

Esa afirmación y otras en el mismo sentido de altos funcionarios del Poder Ejecutivo antes del ataque contra Iraq encabezado este año por Washington no han sido probadas hasta ahora, y tampoco las relacionadas con presuntas armas de destrucción masiva en poder de Bagdad.

Investigaciones periodísticas han señalado a la sección del Departamento de Defensa dirigida por Feith como responsable de manipular datos de inteligencia para convencer a Bush y, por su intermedio, a la población del país de que urgía atacar al derrocado presidente iraquí Saddam Hussein.

Según el artículo, el memorando consiste básicamente en 50 fragmentos de informes primarios de inteligencia de cuatro agencias estadounidenses especializadas en la materia, sobre presuntos vínculos entre Al Qaeda e Iraq de 1990 a 2003.

Algunos de esos informes incluyen breves análisis, pero la mayoría se limitan a citar fuentes no identificadas, que son consideradas confiables o probablemente bien informadas por quienes los elaboraron. Sólo unos pocos se atribuyen a declaraciones de funcionarios iraquíes o miembros de Al Qaeda capturados por fuerzas estadounidenses.

El autor del artículo, Stephen Hayes, sostuvo que se trata de evidencia ”detallada, concluyente y corroborada por múltiples fuentes”, pero el único dato corroborado por varios informes es que en 1999 hubo contactos en Afganistán entre integrantes de Al Qaeda y funcionarios iraquíes.

La mayor parte de los informes citados se refieren a presuntos encuentros o contactos indirectos en los que agentes de Al Qaeda habrían pedido a Bagdad diversas formas de apoyo, entre ellas refugio, entrenamiento y, en una ocasión, armas de destrucción masiva.

Analistas que apoyaron la guerra, como el columnista William Safire, del diario The New York Times, se apresuraron a afirmar que el artículo de Hayes respaldaba la decisión de atacar a Bagdad, pero funcionarios de inteligencia retirados opinaron, por el contrario, que los datos no fueron concluyentes, además de destacar que su filtración es un hecho muy grave.

W. Patrick Lang, ex jefe de la sección de Medio Oriente de la Agencia de Inteligencia de Defensa, dijo al diario The Washington Post que el artículo contenía sólo ”la lista de un montón de informes no confirmados, muchos de los cuales indican que los dos grupos (Al Qaeda y los funcionarios iraquíes) intentaron en forma reiterada establecer algún tipo de relación”.

Pero también subrayó que si hubieran llegado a entablar una relación productiva, no se comprendería por que continuaron los intentos de establecerla.

Otros funcionarios de inteligencia retirados comentaron que el artículo de Hayes confirmaba las críticas a la oficina de Feith por elegir los informes en bruto que apoyaban su posición de antemano favorable a la guerra, sin someterlos al tipo de análisis riguroso que suelen realizar las agencias del sector.

”Esto se hizo para deslumbrar a personas no excesivamente educadas”, comentó a IPS Greg Thielmann, veterano de la Oficina de Inteligencia e Investigación del Departamento de Estado (Ministerio de Relaciones Exteriores), retirado en 2002.

”Uno se pregunta si esto es lo mejor que pueden hacer. Si se trata de exponer este tipo de material, es mejor tener algo más que mostrar”, opinó.

Thielmann no considera sorprendente que Bagdad y Al Qaeda estuvieran en contacto durante el periodo cubierto por los informes, pero piensa que eso ”estuvo más en el terreno de la recolección de datos de inteligencia que en el de la colaboración operativa”.

En opinión de Melvin Goodman, ex alto analista de inteligencia de la CIA, la filtración es una muestra de desesperación.

”Creo que tenían que filtrar algo así, porque los neoconservadores (del gobierno) no tenían en qué apoyarse. Tratan de difundir la idea de que había motivos para la guerra, y cuentan con 'cretinos útiles' como Safire”, afirmó.

La idea de que la filtración fue ”autorizada” o ”vista con simpatía” por los halcones del Pentágono o sus aliados en la oficina del vicepresidente Dick Cheney es ampliamente aceptada en Washington.

El Weekly Standard, especialmente mediante artículos de Hayes y del director ejecutivo del periódico, William Kristol, ha actuado como portavoz de halcones como Feith, su superior inmediato el subsecretario de Defensa Paul Wolfowitz y sus amigos en el entorno de Cheney, como el poderoso I. Lewis Libby, a quien sus amigos llaman ”Scooter”.

Si la hipótesis de una filtración deliberada se confirmara, eso significaría que los neoconservadores están dispuestos incluso a sacrificar secretos de Estado para conservar el poder que ejercen en el actual gobierno.

”El objetivo de silenciar a los críticos es tan abrumador que parece justificar la difusión a los cuatro vientos secretos de seguridad nacional”, según Thielmann.

El y Goodman señalaron impactantes semejanzas entre esta filtración y la que identificó en julio como agente de la CIA a Valerie Plame, esposa del embajador retirado Joseph Wilson, quien acababa de poner en aprietos al gobierno.

Wilson había revelado que viajó a Níger, por encargo de la CIA, para verificar un informe sobre la compra a ese país, por parte de Bagdad, de uranio para fabricar armas nucleares, y sostuvo que cuando Bush se refirió a esa presunta compra en un informe al Congreso, a comienzos de este año, manejó datos cuya falsedad conocía o debió conocer.

El evidente propósito de la filtración sobre Plame a Robert Novak, columnista del Washington Post, fue desacreditar a Wilson, mediante la insinuación de que el viaje a Níger le fue sugerido por su esposa.

Aquella filtración, indagada en la actualidad por la Oficina Federal de Investigaciones, causó enorme irritación en la comunidad de inteligencia, ya que puso fin a la carrera de Plame como agente secreta, e incluso puede haber puesto en peligro su vida y la de personas que han cooperado con ella en tareas de espionaje.

”Obviamente, nadie que se preocupe por los verdaderos intereses de seguridad nacional estadounidenses revelaría ese dato. Esto muestra que estamos ante un grupo venal y desesperado”, aseveró Goodman. (

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