Un grito de guerra sin cuartel contra la globalización descontrolada y a las agresiones al equilibrio ecológico del planeta fue lanzado este viernes en la capital portuguesa, al finalizar el XVII Congreso Mundial de Consumidores.
Para los 600 delegados de 115 países del mundo que forman parte de Consumidores Internacional (CI, o IC por sus siglas en inglés), otro poder es posible, con base en lo que su presidente saliente, Louise Sylvan, describió como ”forma activa para combatir los poderes que perfilan nuestras vidas”.
Sylvan afirmó que CI cuenta con integrantes de todas las culturas y religiones del planeta, y que ”en un mundo ideal, todos los países del mundo deberían contar con un movimiento de los consumidores fuerte, creíble y con experiencia”, aunque reconoció que eso ”es un objetivo difícil de lograr”.
Los participantes, procedentes de los cinco continentes, dialogaron toda esta semana y coincidieron en señalar como sus principales enemigos comunes a la globalización sin ética y el neoliberalismo económico extremo, que acarrean serias agresiones ambientales.
La nueva presidenta de CI, la brasileña Marinella Lazzarini, sostuvo que será necesario introducir algunos cambios organizativos, ”tales como la descentralización de las grandes campañas”, al existir diferencias regionales en los grandes temas futuros de la defensa del consumidor.
Citó a modo de ejemplo las cuestiones de la seguridad alimentaria, el agua potable para todos, los servicios públicos, el consumo sustentable y los organismos genéticamente modificados, problemas cuya dimensión y gravedad varía de región a región, y de país a país.
Para la activista uruguaya Anabel Cruz, ”la pobreza y el acceso al consumo son los mayores desafíos que afronta América Latina”, una opinión compartida por el keniata Samuel Ochieng, quien añadió que ”la globalización hizo surgir consumidores muy vulnerables, lo que se convirtió en un enorme problema en Africa”.
En Asia, ”los problemas no son diferentes, sólo que tal vez más agudos, debido al 'efecto demostración' de los países más ricos de la región, como Japón, Singapur o Malasia y las zonas francas chinas de Hong Kong y Macao”, comentó la filipina Soledad García.
La británica Sheila McKechnie y el holandés Felix Cohen apuntaron además que el neoliberalismo también ha provocado mayores desequilibrios dentro de los países industrializados.
Cohen recordó que ya existe ”una enorme cantidad de pobres en las sociedades desarrolladas”, y McKechnie añadió que ”las poblaciones afrontan gravísimos problemas con la globalización neoliberal, y esto es válido tanto para Gran Bretaña como para el resto del mundo”.
Esas inquietudes fueron interpretadas en la asamblea plenaria por Mario Soares, ex presidente (1986-1996) y líder histórico del socialismo democrático de Portugal, invitado especial al congreso.
La globalización en sí ”es una buena cosa, que resulta de que el mundo se ha convertido en una 'casa común', con un destino en lo esencial, igual para todos los seres humanos”, pero la visión del mundo como un mercado sólo ha favorecido a los países más ricos, opinó el político luso, presidente del Consejo Directivo de IPS.
Esta ”no es una visión universal”, ya que ”el mundo subdesarrollado continúa viviendo con sus rutinas, sus limitaciones, su tiempo propio”, y el movimiento de consumidores ”deberá asumir la contradicción efectiva que hoy existe entre países ricos y pobres, que ha ido agudizándose con la globalización de las economías”, sostuvo.
Según Soares, la globalización está ”en una fase perversa, de capitalismo financiero y especulativo, sin rostro, sin responsables directos, que tiene como único objetivo el lucro por el lucro”.
Es ”una globalización depredadora, un instrumento de dominación del imperio del capital, o hasta la americanización (en alusión a Estados Unidos) de la economía mundial”, pese a que la Unión Europea (UE) tiene también ”sus pesadas responsabilidades”, aseveró.
Cuando Estados Unidos comenzó a teorizar sobre ”la llamada 'nueva economía', se suponía que la globalización disminuiría la brecha entre países pobres y ricos, entre regiones y personas”, apuntó el ex presidente portugués.
”Fue eso lo que prometieron, pero no fue eso lo que ocurrió, sino que se produjo la concentración vertiginosa de capital en las grandes multinacionales, con presupuestos muy superiores a la mayoría de los Estados, y el fenómeno de fusión de empresas agravó la pobreza en el mundo y la concentración de capital”, enfatizó.
Soares concluyó que tal fue el origen del ”recrudecimiento de los conflictos sociales y la incomprensión de las diversas comunidades étnicas y religiosas en relación con Occidente, así como la indiferencia ante las gravísimas agresiones ecológicas a que está sujeto nuestro planeta”.
Consultado por IPS tras ser largamente ovacionado, sostuvo que ”el comercio no es todo”, y mencionó a modo de ejemplo que ”el agua potable, esencial para la vida, no puede ser considerada una mera mercadería”, y tampoco ”los océanos y sus riquezas, las grandes áreas forestales o la salud de los ciudadanos”.
Por otra parte, fustigó ”el poder de las grandes multinacionales, que internacionalizan también la comunicación social, sujeta al dominio de grupos económicos en un proceso de concentración acelerada, cuestionando las reglas democráticas fundamentales”.
El ex mandatario hizo especial hincapié en la defensa ”de los equilibrios ecológicos del planeta, absolutamente esenciales para la supervivencia de la humanidad”, y en la necesidad de ”reglas que eviten y disciplinen los abusos que incontroladamente son introducidos, sobre todo por los grandes devastadores de la naturaleza, que son los países ricos”.
También advirtió acerca de la fuerte presión de las multinacionales sobre la UE, donde pronosticó que será necesaria ”la defensa de los espacios públicos” para evitar la destrucción ”de aquello que tanto nos enorgullece, el modelo social europeo”.
Ese modelo, opuesto al estadounidense, ”asegura la protección ante el desempleo, la enfermedad y la vejez, dando a todos un mínimo de bienestar y de auxilio”, aseveró Soares.
Eso ”implica también la lucha contra la exclusión social, y el respeto por la dignidad de los inmigrantes, cuyos derechos y deberes deben ser iguales” a los de todos los ciudadanos de la UE, concluyó. (