Especialistas en sismología realizan investigaciones conjuntas en América Central y cooperan en programas de prevención de terremotos, que han causado miles de muertes y millonarias pérdidas en la región durante las últimas décadas.
La integración de los expertos tomó un nuevo impulso con la firma este año de un convenio entre el Centro Sismológico de América Central (CSAC), creado en 1998 y con sede en Costa Rica, y la fundación independiente noruega Norsar, que opera algunos de los observatorios sismológicos más grandes del mundo.
Estamos consolidando nuestro trabajo regional. El convenio con Norsar nos permitirá fortalecer la investigación y la capacitación, enfocadas sobre todo a estudiar mejor las zonas de mayor vulnerabilidad ante los sismos, dijo a Tierramérica Mario Fernández, director del CSAS.
Debido a la imposibilidad de predecir los terremotos, es necesario estar preparados en todo momento y la integración centroamericana en este ámbito se está convirtiendo en un ejemplo continental, destacó.
Los expertos comenzaron hace un par de décadas el registro histórico de los terremotos en la región y, luego, a intercambiar esa información y a cooperar para mitigar daños.
El CSAS colabora estrechamente con el Centro de Coordinación para la Prevención de Desastres Naturales en América Central, creado en 1991, con apoyo del gobierno noruego.
La inversión paga. El mejor monitoreo sísmico permite la mejor prevención y mitigación de los daños causados por terremotos, dijo a Tierramérica Alejandro Maldonado, presidente del Centro.
La labor del Centro ha fortalecido las redes regionales de supervisión de actividad sísmica, así como la capacitación en la materia, mediante becas de postgrado para expertos centroamericanos, explicó Juan Pablo Ligorría, subsecretario de la Coordinadora Nacional para la Reducción de Desastres Naturales de Guatemala.
América Central sufrió sismos devastadores en el siglo XX, como los de 1910 y 1989 en Costa Rica, el de 1972 en Managua, el de 1976 en Guatemala y el de 1986 en El Salvador, castigado en 2001 por otros dos en una semana.
Esos destructivos fenómenos naturales han ocurrido en el eje montañoso que cruza la región, y sobre las costas del Pacífico, cercanas a grandes centros urbanos.
La distribución de la actividad sísmica es altamente influenciada por la zona de subducción (deslizamiento del borde de una placa de la corteza terrestre por debajo del borde de otra) Cocos-Caribe, en el fondo del océano Pacífico, cuya distancia de la línea costera varía de 30 a 100 kilómetros.
Dicha zona libera 93 por ciento de la energía sísmica presente en América Central, apuntó Fernández.
También incide el sistema de fallas Polochic-Motagua- Chamalecón, ubicado cerca de la frontera entre Guatemala y Honduras, donde limitan las placas Caribe y Norteamérica (la segunda incluye toda América del Norte), y la denominada Zona de Fractura de Panamá, ubicada en el Pacífico, al sur de la frontera entre Costa Rica y Panamá, donde se rozan horizontalmente las placas Cocos y Nazca.
Además, en los últimos años se ha observado un importante nivel de actividad sísmica a lo largo de la llamada falla Escape de Hess, al este del Caribe nicaragüense.
Lo principal es conocer la recurrencia y ubicación de las fuentes sísmicas, cada cuánto se da la liberación de energía y la respuesta del terreno a las ondas telúricas, indicó Maldonado.
La sustitución de equipos analógicos por digitales ha marcado un avance en la región, y los futuros proyectos deben centrarse en investigación, comunicación y trabajos en el área de modelo de corteza terrestre, opinó Griselda Marroquín, del Servicio Nacional de Estudios Territoriales de El Salvador.
Nicaragua, por su parte, propuso crear un centro regional de alerta ante maremotos, con capacidad técnica y científica para localizar sismos que los puedan originar, en no más de 10 o 15 minutos, según el director del Instituto Nicaragüense de Estudios Territoriales, Claudio Gutiérrez.
Nicaragua tiene mucha experiencia en el sostenimiento de redes sismológicas, mientras Honduras no tiene red, pero Guatemala es el único país del área con un aparato para medir los niveles de gases volcánicos, apuntó.
Especialistas de la región también comparten, a partir de un programa guatemalteco, experiencias de ordenamiento territorial y normas de construcción, entre ellas las vinculadas con calidad de materiales y capacitación, tanto de la mano de obra como de los funcionarios que autorizan las edificaciones.
* Con aportes de Pilar Franco (México), Lidia Hunter (Nicaragua) y Sandra Rodríguez (El Salvador). Publicado originalmente el 25 de octubre por la red latinoamericana de diarios de Tierramérica. (