El liderzgo de Brasil en la lucha por abrir los mercados agrícolas tiene una razón poderosa: dar rienda suelta a su enorme potencial exportador que choca con el proteccionismo y los subsidios, en especial de los países ricos.
Brasil se convirtió este año en el mayor exportador mundial de soja y carne vacuna, y ya lo era tradicionalmente de café, azúcar y jugo de naranja.
El superávit comercial sin precedentes de este año, más de 22.000 millones de dólares, se debe enteramente a la agricultura y la agroindustria. El saldo favorable de los negocios agrícolas superará incluso ese monto, pero una parte irá a cubrir el déficit del sector industrial.
Con 52 millones de toneladas, la cosecha de soja brasileña de este año es menor a la de Estados Unidos, estimada en 72 millones de toneladas. Pero por su menor consumo interno cuenta con más excedentes, lo que le permite por primera vez superar las exportaciones estadounidenses.
La actual cosecha exportable de granos, afrecho y aceite representa ingresos de 8.365 millones de dólares, según la Asociación Brasileña de las Industrias de Aceites Vegetales. Es el principal rubro de las ventas externas del país desde la década pasada.
El ritmo de crecimiento debería llevar al país, en algunos años, al primer lugar en producción, ya que su cosecha anual creció 52,5 por ciento en los últimos tres, algo inimaginable en la agricultura de las naciones industriales.
El país alcanzó esa pujanza al superar la colonización cultural que lo hizo dedicarse a cultivos de clima templado, y desarrollar una tecnología de cultivos tropicales, favorecida por la fotosíntesis, mayor conversora de energía solar, dijo a IPS Luiz Hafers, vicepresidente del Consejo Nacional del Café, que nuclea a los caficultores.
Ese ritmo podría acelerarse si se eliminaran obstáculos como las altas tasas de interés que afectan al crédito en Brasil y las barreras de los mercados externos, opinó Hafers, también ex presidente de la Sociedad Rural Brasileña, organización de empresarios agrícolas.
Las distorsiones del comercio internacional, provocadas por el proteccionismo y los subsidios, hacen que Europa produzca azúcar a un costo de casi 700 dólares la tonelada y lo exporte al mismo precio que el brasileño, de unos 180 dólares por unidad, ejemplificó Hafers.
Se estima que las subvenciones agrícolas del Norte industrial alcanzan 1.000 millones de dólares diarios.
Además de sus productos tradicionales, como café y azúcar, Brasil se está convirtiendo en fuerte exportador de madera, papel y celulosa, camarones y alcohol, observó.
La decisión de varios países de adicionar etanol a la gasolina para sustituir otros derivados de petróleo y reducir la contaminación urbana, está creando un gigantesco mercado para el alcohol de caña de azúcar, que Brasil emplea en sus automóviles hace más de 25 años.
El alcohol se obtiene a partir de la caña de azúcar, del maíz, la remolacha y de otros vegetales. Pero el de caña es más barato, especialmente por la tecnología de destilación desarrollada por empresas brasileñas.
Brasil se presenta como el único que puede responder en los próximos años a la creciente demanda mundial de etanol, reconoció el presidente de la Organización Internacional del Azúcar, Peter Baron, que participó la semana pasada en un seminario sobre los dos productos.
Ningún otro país puede producir alcohol a costos tan bajos, destacó.
Como se trata de combustible automotor, el mercado potencial tiene otra magnitud, muchas veces superior al de bienes agrícolas que forman parte de la cadena alimentaria. En Brasil y Estados Unidos ya circulan automóviles impulsados tanto por gasolina como por alcohol o por una mezcla de ambos.
La fruticultura es otra frontera subexplotada que ofrece amplios horizontes al país, señaló a IPS el economista en temas agrícolas Antonio Buainain, profesor de la Universidad de Campinas, ubicada a 100 kilómetros de Sao Paulo.
En carnes las perspectivas también se ven espectaculares.
Brasil alcanzó en agosto el liderazgo en volumen exportado de carne vacuna, superando a Australia y Estados Unidos. La Confederación Nacional de Agricultura prevé para este año la exportación de 1,3 millones de toneladas, unos 1.500 millones de dólares, casi 30 por ciento más que en 2002.
Con un rebaño subutilizado, de más de 170 millones de vacunos, el país tiene mucho para avanzar técnicamente en ganadería y por eso su potencial de expansión es inmenso, evaluó Buainain.
En materia de carnes, se suma la avicultura y la producción porcina, sectores que ganaron competitividad internacional en las últimas dos décadas, para hacer de Brasil un creciente exportador, que conquista nuevos mercados en todos los continentes, añadió.
En diez años, el país también será gran exportador de leche, producto en que aún es importador neto, vaticinó Hafers, confiando en la evaluación de un vecino de mi hacienda en Bahía, nororiental estado de Brasil.
El de Hafers no es un vecino cualquiera.
Es un ganadero neocelandés, que dejó su país para hacer inversiones en Brasil, pues en su opinión será la mayor potencia lechera de la Tierra en unos diez años, gracias a la productividad de sus pastizales favorecidos por la ausencia de inviernos, explicó Hafers.