Cerca de cuatro de cada 10 mujeres brasileñas en edad fértil fueron operadas para poner fin a su fecundidad, según cálculos aceptados por los especialistas, a partir de investigaciones realizadas en los últimos años.
Ese fenómeno, singular en el mundo, se debe a una cultura de la laqueadura (del corte y ligadura de las trompas de Falopio) como método preferido de anticoncepción, incluso entre mujeres jóvenes, dijo a IPS el médico Antonio Carlos Rodrigues da Cunha, que estudia el tema en la Universidad de Brasilia.
El cálculo de 40 por ciento de esterilizadas no es preciso, pero es acogido por los expertos en general, a partir de varios estudios, incluso por parte de la Federación Brasileña de Sociedades de Ginecología y Obstetricia.
En Italia, las esterilizaciones de mujeres fértiles no llegan a uno por ciento, comparó Cunha.
En 1996, la Sociedad Civil Bienestar Familiar hizo una amplia encuesta entre mujeres de 15 a 49 años de edad y registró, entre las que buscaban evitar el embarazo, que 52 por ciento habían elegido la esterilización.
Cerca de 80 por ciento de las brasileñas en edad fértil usan métodos anticonceptivos, que para casi todas son hormonas (en píldoras anticonceptivas o inyectadas) o laqueadura, en similar proporción, señaló Cunha, quien destacó la necesidad de diversificar las alternativas y estimular las reversibles.
En los estados centrooccidentales que componen la nueva frontera agrícola del país, la esterilización registrada llega a 59 por ciento, y no se debe descartar que la proporción sea aun mayor, ya que en muchos casos hay intervenciones quirúrgicas clandestinas.
En las áreas más pobres de Brasil, es frecuente que políticos ofrezcan a las mujeres esterilizaciones gratis, para conquistar votos en las campañas electorales.
La rápida adopción de los anticonceptivos en lás últimas décadas contribuyó a una reducción drástica de la tasa de crecimiento anual de la población brasileña, de 2,89 por ciento en los años 60 a 1,64 por ciento en los 90.
La opción por la esterilización se hace muchas veces por falta de información sobre otros medios anticonceptivos. Eso se refleja en la gran cantidad de arrepentimientos de mujeres que buscan deshacer la laqueadura, observó Cunha en su investigación entre usuarias del Hospital Universitario de Brasilia.
La mitad de quienes fueron esterilizadas cerca de los 25 años de edad están arrepentidas, y muchas creían que sus trompas sólo habían sido ligadas, de modo que bastaría desatarlas para volver a ser fértiles, sin saber que fueron seccionadas y que la cirugía para revertir esa intervención sólo es exitosa en 50 por ciento de los casos, señaló.
La cultura de la esterilización fue construida a partir de los años 60, cuando el cuerpo de las mujeres se convirtió en escenario de disputas políticas, dijo a IPS Solange Rocha, coordinadora de proyectos de SOS Cuerpo, organización no gubernamental feminista de la nororiental ciudad de Recife.
En aquel tiempo, Estados Unidos fomentaba el control de la natalidad en América Latina con la idea de que eso evitaría nuevas revoluciones tras la cubana, mientras la dictadura militar brasileña quería, en cambio, más población en el inmenso territorio del país, por razones de seguridad nacional, recordó.
La esterilización masiva de mujeres fue tema de varias comisiones parlamentarias de investigación desde entonces hasta 1991, apuntó Rocha.
En los años 80, el movimiento por los derechos de la mujer logró que se creara un programa oficial de salud integral femenina, con la intención de superar el uso político de la planificación familiar y establecer la idea de derechos, subrayó.
Pero no se obtuvo el cambio de paradigma deseado, y sigue el trueque de 'laqueaduras' por votos, ante la ausencia de soluciones para la pobreza, criticó la activista.
Las mujeres pobres son forzadas a aceptar ese método, y sus condiciones no les permiten elegir otros, como las de las capas medias, opinó.
La esterilización aumenta el riesgo de contagio del virus de inmunodeficiencia humana, causante del sida (síndrome de inmunodeficiencia adquirida), ya que las mujeres se sienten menos vulnerables y pierden el argumento de la anticoncepción para negociar con sus maridos el uso de condones, arguyó Rocha.
Tal como Cunha, demandó más acción educativa, más información para que las mujeres puedan elegir entre las alternativas eficaces para evitar embarazos indeseados.
La epidemia de esterilizaciones fue oficializada en Brasil por una ley de 1996, que asegura acceso a la laqueadura a las mujeres con dos hijos y por lo menos 25 años, o incluso menor edad si tienen un matrimonio estable.
El gran problema, según Cunha, es que los pobres aún tienen importantes dificultades de accesso a los medios anticonceptivos, y especialmente a la información sobre ellos.
La demanda de laqueaduras supera mucho la capacidad del sistema público de salud, comprobó Suzana Cavenaghi, demógrafa de la Universidad de Campinas, en un estudio hecho en 2000 en hospitales y clínicas de seis capitales estaduales.
De 77 mujeres embarazadas que solicitaron esa operación, sólo 30 alcanzaron su meta.
Los hospitales, ante la fuerte presión, terminan por aplicar sus propios criterios para hacer la cirugía, en vez de cumplir la ley, por ejemplo al dar prioridad a las mujeres de más edad y con más hijos, en perjuicio del derecho de las demás.
Eso determina que muchas mujeres, pese a ser pobres, recurran a clínicas privadas, que en Río de Janeiro cobran por lo menos el equivalente a 150 dólares por la operación.
Dircilea da Silva Vieira, portera de un edificio de Río de Janeiro, se esterilizó en una clínica privada hace 17 años, cuando antes de que se aprobara la ley que permite acceder a la operación en forma gratuita en hospitales públicos.
Eso ocurrió cuando ella tenía 30 años y dio a luz a su segundo hijo.
Mi marido se opuso y no firmó la autorización requerida por la clínica, que aceptó la firma de una prima, contó Vieira a IPS.
No teníamos condiciones económicas para tener más hijos, alegó, y agregó que entonces conocía otros métodos anticonceptivos y que y no se ha arrepentido. El marido terminó por aceptar su decisión.
En Brasil, la esterilización muestra una marcada desigualdad de género. Los hombres a los que se ha practicado vasectomía (corte de los conductos deferentes, que conducen los espermatozoides) son menos de tres por ciento, según Cavenaghi. En Estados Unidos son 12 por ciento, cerca de la mitad de la proporción de mujeres esterilizadas.