AMERICA LATINA: Ciudades en tratamiento contra la obesidad

La obesidad afecta a las grandes ciudades latinoamericanas, que invaden áreas agrícolas en una incesante expansión. Una solución razonable es crecer hacia dentro, por ejemplo al construir en altura, pero el desarrollo urbano no es necesariamente racional.

De 1960 a 1998, la población del centro de Ciudad de México se duplicó, pero en la periferia creció más de 11 veces, dijo a Tierramérica el arquitecto y urbanista Angel Mercado, de la Universidad Autónoma Metropolitana.

En 2000, la zona metropolitana de Ciudad de México abarcaba 156.188 hectáreas y tenía 17,3 millones de habitantes. Los expertos prevén que en 2010 su área urbanizada habrá aumentado a 200.888 hectáreas y su población a 20,4 millones, o sea que la densidad poblacional bajará de 111 a 102 habitantes por hectárea, agregó.

Las periferias crecen debido a ocupaciones de terrenos por parte de familias pobres, pero también por la creación de lujosos suburbios para grupos de altos ingresos, que escapan del ruido y la contaminación atmosférica, o de proyectos inmobiliarios masivos para estratos medios.

Buenos Aires tiene tres millones de habitantes, pero el área metropolitana llamada Gran Buenos Aires suma 12 millones, con "un creciente proceso de suburbanización", aunque la capital argentina se diferencia de otras grandes urbes latinoamericanas "porque nunca los ricos se fueron del todo de la ciudad", comentó a IPS la arquitecta Alicia Novik.

"El crecimiento horizontal de las ciudades es una tradición brasileña. Pero desde los años 80 en Sao Paulo tiene un carácter más perverso. Tiene menos que ver con la migración (del campo a las ciudades) que con el desplazamiento de la población (urbana) del centro a la periferia", indicó el urbanista Renato Cymbalista, del no gubernamental Instituto Polis.

La población del centro histórico de Sao Paulo disminuyó de 526.170 habitantes en 1980 a 373.914 en 2000, mientras Ciudad Tiradentes, un barrio periférico que antiguamente era la frontera entre zona urbana y rural, multiplicó su población en esos 20 años de 8.603 a 190.657 habitantes.

El área urbana de Bogota se duplicó de 17.000 hectáreas en 1980 a 35.000 en la actualidad, y 43 por ciento de sus barrios nacieron como asentamientos irregulares. Cada año llegan 700.000 nuevos habitantes a esa capital, según dijo a IPS la arquitecta Luz Angela Mondragón, subdirectora de Construcción y Espacio Público del Departamento de Planeación Distrital de la ciudad.

En la capital chilena, el municipio de Santiago-Centro registró una baja relativamente leve de su población entre los dos últimos censos: de 230.977 habitantes en 1992 a 200.792 en 2002. Maipú, el municipio periférico de mayor expansión, creció en la misma década de 273.521 a 468.390 habitantes.

Santiago-Centro tiene 77.514 viviendas, de las cuales 26.635 son casas y 45.218 apartamentos en edificios de altura. En Maipú hay 111.139 casas y sólo 13.403 apartamentos en ese tipo de edificios.

La construcción en altura en Santiago es un fenómeno nuevo, asociado con los efectos del sismo de marzo de 1985, que destruyó un tercio de los inmuebles de la comuna, y con la rehabilitación del centro que se inició en los años 90, explicó a IPS el jefe del programa de Repoblamiento del municipio capitalino, Bernabé Aravena.

Ese programa ha permitido recuperar 40 de 60 terrenos baldíos. Desde 1990 se han realizado 280 proyectos inmobiliarios en altura, los menores de 50 apartamentos, y otros de 500 a 600, en condominio. "Estamos hablando de 2,5 millones de metros cuadrados en permisos de edificación y más de 30.000 viviendas", indicó.

Las nuevas construcciones en el centro de la capital chilena deben tener un mínimo de cinco pisos y no más de 26. Para estimular el repoblamiento, el Estado bonifica parte del precio de los apartamentos a quienes abren cuentas de ahorro para vivienda en la banca local.

La última modificación al Plan Regulador de Santiago, en enero de 2003, obliga a conservar las fachadas de más de 620 inmuebles, aunque se los remodele interiormente para vivienda, añadió Aravena.

"Las ventajas del repoblamiento del centro son muchas. Destaco el aprovechamiento de la infraestructura (de servicios) subutilizada. Por otra parte, es muy importante generar un mercado competitivo con el que conlleva la ocupación del suelo agrícola", afirmó el secretario regional del Ministerio de Vivienda y Urbanismo, Víctor Manuel González.

En Sao Paulo, los intentos de revitalizar el casco histórico y los barrios aledaños incluyen reinstalación de servicios públicos en viejos edificios, y apertura de centros culturales en inmuebles históricos.

Pero a eso se suman ocupaciones del Movimiento de los Sin Techo del Centro, que en julio invadieron cuatro propiedades, tres de las cuales eran antiguos hoteles.

"La tendencia demográfica aún no se invirtió. Hay más gente saliendo del centro que llegando", advirtió Cymbalista.

"El vaciamiento (del centro) no se interrumpirá si el poder público no establece mecanismos para abaratar los inmuebles", agregó el arquitecto, que propone también aplicar altos impuestos a la propiedad de edificios no ocupados.

En Bogotá no ha sido posible aprobar, como en la noroccidental ciudad colombiana de Medellín, una norma de uso prioritario del centro, y eso deja espacio a la especulación inmobiliaria con los llamados "lotes (sitios) de engorde" de la capital.

Por eso ha decaído el impulso al repoblamiento del centro de la capital colombiana que se inició en los años 80.

"La legislación de la ciudad ha sido muy contradictoria: mientras hay normas que proponen la redensificación de zonas céntricas, otras abren paso a la expansión", dijo Mondragón.

En Buenos Aires, Puerto Madero y Palermo Viejo son ejemplos de áreas céntricas rehabilitadas. El gobierno de la ciudad quiere hacer otro tanto con barrios del sur de la capital, pero la crisis económica se lo impide.

Expertos consultados en Argentina, Brasil, Colombia y Chile coincidieron sobre los altos costos ambientales de la expansión horizontal de las ciudades, que crea además una creciente demanda de infraestructura vial y de transporte, para que los habitantes de las periferias accedan a servicios y lugares de trabajo que permanecen en los centros urbanos.

En los cinturones urbanos, los déficit de vivienda van acompañados de escasez de agua potable, electricidad, redes sanitarias, escuelas y centros de salud, mientras en los centros existe por lo general una buena dotación de esos servicios.

Tal vez la excepción es Ciudad de México, donde no se ha planteado una política de construcción en altura ni parece tener éxito un programa de repoblamiento del centro, entre otras razones porque su infraestructura de suministro de agua potable y saneamiento está muy deteriorada, apuntó Mercado.

"Una de las discusiones que más gusta a los medios y a los académicos es si la ciudad debe crecer hacia fuera o hacia adentro y densificarse. Creo que es una discusión estúpida porque el crecimiento de la ciudad es imparable", dijo el ministro de Vivienda de Chile, Jaime Ravinet, en un discurso el 27 de agosto.

"Ni las murallas de la Edad Media detuvieron el crecimiento de las ciudades, menos lo hará el lápiz de un urbanista", afirmó el funcionario, iniciador del rescate del centro cuando fue alcalde de la capital, de 1990 a 2000.

Lo importante, según Ravinet, es que el crecimiento hacia fuera sea condicionado, de modo que las empresas inmobiliarias paguen servicios básicos e infraestructura vial para sus proyectos.

Con 100 habitantes por hectárea, Santiago no es una ciudad de baja densidad, sostuvo. Sao Paulo y Ciudad de México tienen 150 habitantes por hectárea, y Calcuta 364, mientras Londres, Berlín y Nueva York tienen de 40 a 50 habitantes por hectárea, y Roma 70.

Se trata de decidir "si queremos ser Calcuta o queremos ser Londres. Modestamente opto por Londres", afirmó el ministro, cuyos planes de expansión urbana son objeto de fuertes críticas por parte de organizaciones ambientalistas.

* Con aportes de Diego Cevallos (México), María Isabel García (Colombia), Mario Osava (Brasil) y Marcela Valente (Argentina).

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