AMBIENTE: El dilema entre ozono y clima

Los gases hidrofluorocarbonos (HFC) y perfluorocarbonos (PFC) pueden restaurar la capa de ozono, pero agravan el calentamiento global. Un grupo de 120 expertos está evaluando este dilema y espera presentar alternativas en 2005.

Los HFC y PFC son usados como sustitutos de los clorofluorocarbonos (CFC), que destruyen el ozono estratosférico, en refrigeradores y aparatos de aire acondicionado de viviendas, vehículos, comercio e industria.

La sustitución de los CFC fue estipulada por el Protocolo de Montreal, tratado internacional firmado en 1987 con el fin de salvar la debilitada capa de ozono que, ubicada entre 20 y 30 kilómetros de altitud, filtra las radiaciones ultravioletas.

Los compromisos asumidos en ese acuerdo se vienen cumpliendo con creces.

En algunos países ricos los CFC fueron abolidos antes del plazo fijado, en 1996. Brasil espera lograrlo en 2007, aunque como país en desarrollo tiene tiempo hasta 2010.

Pero sus sustitutos, los HFC y PFC, también tienen efectos dañinos, son gases de efecto invernadero (provenientes de la combustión de fósiles) que atrapan el calor solar en la atmósfera y contribuyen al cambio climático.

Ambos están en la lista de sustancias que deben controlarse bajo el Protocolo de Kyoto (1987), que aún no entra en vigor.

La comunidad científica global ha intensificado durante la última década el estudio de la interrelación entre el agotamiento de la capa de ozono y el cambio climático.

Uno de los desafíos más grandes tiene que ver con el manejo de gases que, como los propios CFC, exacerban ambos fenómenos ambientales.

Para encarar el problema, el científico Panel Intergubernamental sobre Cambio Climático (IPCC, por sus siglas en inglés) invitó en agosto a su par, el Panel de Evaluación Económica y Tecnológica del Protocolo de Montreal (TEAP) a una reunión en La Haya.

Allí se creó un grupo de 120 expertos, dedicado a elaborar, hasta el primer semestre de 2005, un informe evaluando las alternativas en todos sus aspectos.

Será un análisis del ”ciclo completo de los gases, sus efectos directos e indirectos” en el clima y en el ozono, señaló a Tierramérica el especialista Roberto Peixoto, brasileño que participa en ese proceso, y vicedirector del Instituto Mauá de Tecnología, en Sao Paulo.

Los criterios no serán lineales, se considerará todo el sistema. Un gas de mejor desempeño en refrigeración puede no ser recomendable si su producción exige más energía procedente de combustibles fósiles, ejemplificó Peixoto.

El balance final de todo el ciclo puede ser negativo.

Además están en juego factores económicos y tecnológicos, los intereses de las industrias productoras de gases y equipos afectados, otras cuestiones ecológicas y limitaciones nacionales o locales, observó el experto.

”Hay que considerar casos en que un gas dañino es indispensable y reforzar el uso responsable, evitando escapes”, acotó.

En Europa, especialmente en Alemania, se comprobó que el isobutano es una alternativa eficaz en refrigeradores domésticos, pero su uso se limita a aparatos en que una pequeña cantidad de ese gas inflamable no presenta riesgos, informó.

Es una ”alternativa a ser considerada, pero que exige fuertes inversiones en seguridad”, destacó a Tierramérica el experto ambiental Paulo Vodianitskaia, de la compañía Multibrás, la mayor fabricante de electrodomésticos en América Latina y subsidiaria de la transnacional estadounidense Whirlpool.

Una empresa brasileña, por ejemplo, acabó en quiebra por adherirse a esa “vertiente europea”, adoptando el ciclopentano e isobutano en su producción industrial.

En este caso fueron fatales problemas administrativos internos y algunos gastos en seguridad, no cubiertos totalmente por el Fondo Multilateral del Protocolo de Montreal, destinado a promover la reconversión industrial en los países pobres, reveló a Tierramérica la asesora técnica Liamarcia Silva Hora, del Ministerio de Medio Ambiente.

“Hay que ajustar las opciones a la realidad económica local”, reconoció.

Brasil prohibió la producción de refrigeradores de CFC a partir de 2001.

Pero el país aún tiene en uso 36 millones de refrigeradores fabricados antes de esa fecha que siguen utilizando CFC.

Para eliminar totalmente ese gas en 2007, el gobierno anunció, al celebrarse el 16 de septiembre el Día Internacional de Preservación de la Capa de Ozono, que apelará a 26,7 millones de dólares del Fondo Multilateral para distribuir 12.000 equipos de recuperación de CFC, la construcción de diez centros de reciclaje y la capacitación de 35.000 técnicos en refrigeración.

Brasil es el tercer mayor consumidor de esos gases de los países en desarrollo, superado sólo por China e India.

La sustitución del CFC se hace principalmente por HFC, como fluido refrigerador de aparatos domésticos y de aire acondicionado.

Pero el efecto invernadero del HFC es 1.300 veces más potente que el del dióxido de carbono, señaló a Tierramérica el ecologista Sergio Dialetachi, coordinador de energía de Greenpeace Brasil.

Como contrapartida, Vodianitskaia de Multibrás, señala que la emisión limitada de HFC representa sólo dos por ciento del efecto invernadero total.

Los CFC comenzaron a aplicarse 70 años atrás, pero sus daños (su capacidad para destruir los átomos del ozono estratosférico) aparecieron 30 o 40 años después.

El agujero de la capa de ozono sobre la Antártida alcanzó este año una superficie récord de 28 millones de kilómetros cuadrados, equivalente a la registrada por primera vez en 2000, según anunció el 17 de septiembre la Organización Metereológica Mundial.

*Publicado originalmente el 20 de septiembre por la red latinoamericana de diarios de Tierramérica. (

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