El presagio de racionamiento eléctrico en Chile para 2004, con el fin de afrontar la sequía asociada al fenómeno climático de «La Niña», reabre el debate sobre la racionalidad de la política energética y sus impactos ambientales.
No sólo está en tela de juicio la proliferación de centrales hidroeléctricas, impulsada en la pasada década, sino su sustitución futura por generadoras a gas natural y la efectividad de las campañas de ahorro impulsadas por las autoridades, dijo a Tierramérica Roberto Román, especialista del Departamento de Ingeniería Mecánica de la Universidad de Chile.
Se entrecruzan los temores por la sequía que pueda acarrear La Niña y el aumento de la demanda de energía eléctrica, que duplica el ritmo de crecimiento del producto interno bruto (PIB), explicó Román, también vinculado a la ambientalista Chile Sustentable.
Según el diario El Mercurio de Santiago, en el sector privado hay temores de que se reitere el próximo año "el temido apagón de luz" en la zona central de Chile, ocurrido entre 1998 y 1999, cuando otro episodio de La Niña obligó a racionar el suministro. La Niña se caracteriza por temperaturas oceánicas inusualmente frías en el Pacífico ecuatorial y suele suceder al fenómeno también cíclico pero cálido de El Niño.
El Mercurio afirmó que según estudios de la gubernamental Comisión Nacional de Energía (CNE) si la demanda crece como se prevé a un ritmo anual de ocho por ciento, se necesitarán 15 nuevas centrales en los próximos 10 años y no la decena planificada.
Sin embargo, Laura Elgueta, encargada de comunicaciones de CNE, descartó un racionamiento en 2004.
No es posible asegurar ahora que se avecina una sequía en Chile por La Niña y, además,"en el próximo año no tendría que llover ni una gota para comenzar a pensar en racionamiento", dijo la funcionaria a Tierramérica.
Una de las razones de la inquietud del sector privado se debe a que la única central hidroeléctrica en construcción es la de Ralco, en el curso superior del río Bío-bio, 500 kilómetros al sur de Santiago.
La oposición de organizaciones ecologistas y de familias de indígenas pehuenches cuyas tierras serían inundadas por la gigantesca represa de Ralco de 35 kilómetros cuadrados, dio lugar a recursos judiciales que retrasaron dos años las obras de esta central, cuya inauguración estaba prevista para 2002.
La central es construida por el consorcio Enersis, adquirido en 1997 por Endesa-España, y se sumará a la represa de Pangue, inaugurada en 1996.
Entre ambas intervendrán 70 kilómetros del cauce del Bío-bio, la mitad del curso superior de este río, dañando irreversiblemente un ecosistema único, según ambientalistas.
Este controvertido proyecto será la última central hidroeléctrica que se construya en Chile bajo el programa de la CNE.
"Tenemos la política de biodiversificación de la matriz energética, en el sentido de no crear dependencia de una sola fuente", señaló Elgueta.
En la pasada década se negoció un acuerdo con Argentina para el suministro permanente de gas natural a Chile mediante tres gasoductos que cruzan la cordillera de Los Andes, con lo cual se fomentará el desarrollo de las termoeléctricas, dijo.
Pero Román advierte que no es razonable basar el aumento de la capacidad eléctrica del país exclusivamente en centrales de gas natural, considerando sobre todo que su abastecimiento está poco claro.
"Seguramente los precios del gas natural van a sentir el impacto del aumento del petróleo en poco tiempo más, sobre todo si Argentina está saliendo de su recesión", advirtió.
Según Elgueta, la CNE favorece el fomento de fuentes de energía renovables, siempre que contribuyan a aumentar la generación eléctrica, que sean sustentables y competitivas en términos económicos, lo cual las hace aplicables en pequeña escala en medios rurales donde no llegan los suministros de fuentes convencionales.
Es necesario diversificar las fuentes dando prioridad al uso de recursos renovables, opinó por su parte Román, quien con un equipo de ecologistas prepara una propuesta de política energética.
La incorporación de pequeñas centrales hidráulicas sin embalses, el uso del aún no explotado potencial geotérmico y del viento son las principales propuestas de los ecologistas, junto con la racionalización del consumo.
Según la Organización Latinoamericana de Energía (Olade), las fuentes geotérmica, eólica y solar tienen su mayor aplicación en México, seguido por Costa Rica, El Salvador, Nicaragua, Argentina y en una mínima escala Perú.
En el resto de la región no hay desarrollo significativo de fuentes renovables. América Latina y el Caribe producen nueve por ciento de la energía mundial y consumen 6,7 por ciento.
* Publicado originalmente el 5 de julio por la red latinoamericana de diarios de Tierramérica.