Fundaciones y médicos voluntarios en Haití diseñan planes alternativos de lucha contra el sida ante la carencia de recursos estatales y las limitadas donaciones de la comunidad internacional.
Los servicios públicos carecen de fondos necesarios para atacar con efectividad al sida (síndrome de inmunodeficiencia adquirida), sobre todo luego de que donantes como la Unión Europea y el Banco Mundial suspendieran su asistencia a Haití.
La medida fue tomada por entender que el presidente haitiano, Jean Bertrand Aristide, ganó las elecciones en 2001 de modo fraudulento.
Otros donantes también condenan supuestas violaciones de los derechos humanos por parte del gobierno, y señalan que los planes contra el sida no han sido efectivos.
Mi madre y mi abuela me ayudaron a tenerlo ahí mismo, dice con una sonrisa Marie Michelle, de 27 años, mientras balancea a su bebé Wensel, de seis meses, y señala una cama sin tender en su casa del marginado barrio de Cité Soleil, en Puerto Príncipe, muy posiblemente el más pobre del hemisferio Norte.
Esta madre joven, de pelo desaliñado, vive en una casa de dos cuartos oscuros, sin ventanas. Los muebles son sólo la cama y una silla rota. No hay comida para la cena ni carbón para el horno.
Fuera de la casa, varios niños corren semidesnudos, mientras una niña juega con piedras sentada en un callejón polvoriento y un hombre se lava en calzoncillos con agua que trajo en un bidón de metal, dejando en el suelo una estela de espuma de jabón.
Marie Michelle tiene sida, como muchos de los 250.000 habitantes de Cite Soleil, que sobreviven con menos de un dólar diario, asinados y rodeados de basura.
Más de siete por ciento de los ocho millones de habitantes de Haití son portadores del VIH (virus de inmunodeficiencia humana, causante del sida). La gran mayoría son mujeres, muchas de ellas embarazadas. Todos los años nacen en promedio 5.000 niños con VIH en Haití.
Muchas personas infectadas no saben que tienen sida. Piensan que alguien les ha hecho un maleficio, dijo la canadiense Miriam Silva, de la organización internacional Médicos sin Fronteras.
Silva trabaja como voluntaria en el estatal Hospital Saint Catherine Laboure, no muy alejado de la casa de Marie Michelle, y participa de un programa para prevenir la transmisión del VIH de madre a hijo.
Este programa es aplicado por el independiente Grupo Haitiano para el Estudio del Sarcoma Kaposi (un tipo de cáncer causado por el VIH) e Infecciones Oportunistas (Gheskio, por sus siglas en inglés).
También cuenta con respaldo del Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia, hospitales privados y los servicios sanitarios del gobierno de Haití.
Gheskio coordina una red de 25 clínicas, cuyo objetivo es alcanzar a las embarazadas de todo el país.
Casi 70 por ciento de las haitianas dan a luz en sus casas, pero ahora gracias a esta campaña, que cuenta con el apoyo de varias parteras voluntarias, las madres como Marie Michell se someten a exámenes previos al parto, reciben medicamentos, asesoramiento y se realizan pruebas de VIH.
En el primer año de aplicación, el programa alcanzó a casi 2.000 embarazadas. Seis por ciento de ellas estaban contagiadas por el VIH, y 99 de éstas aceptaron realizarse controles y tomar drogas antirretrovirales antes de dar a luz, lo cual reduce la posibilidad de transmisión del virus al niño en nueve por ciento.
Pero sólo la mitad de las 99 permanecieron en el programa hasta el final. Las otras renunciaron quizás porque no querían que las demás personas supieran que tenían VIH. Marie Michelle permaneció y su hijo Wesnel está con buena salud por ahora.
Pero los médicos no tendrán la seguridad de que está fuera de peligro hasta que cumpla los 18 meses. Además, Marie Michelle, quien ya no toma ninguna medicación, amamanta a su bebé, lo que acrecienta las posibilidades de transmisión de la enfermedad.
Si ella estuviera tomando los medicamentos antirretrovirales, las posibilidades de contagio serían menores.
Dicen que no pueden pagar los medicamentos que necestian. No tiene sentido proteger al bebé y no a la madre, señaló el médico Jean William Pape, de Gheskio.
Pape cree que los millones de dólares prometidos por el Fondo Mundial de las Naciones Unidas para la Lucha contra el Sida, la Tuberculosis y la Malaria, y la nueva iniciativa de Washington contra el sida por 15.000 millones de dólares ayudarán a cambiar esta situación.
Se espera que en los próximos cinco años, el Fondo de las Naciones Unidas provea 66 millones de dólares y, aunque todavía no se han anunciado cifras concretas, se espera que Washington dividirá cerca de 1.000 millón de dólares entre Haití y al costa nororiental sudamericana.
Mientras, el médico investigador estadounidense Paul Farmer, creador de la fundación Socios en la Salud, lanzó una cruzada en todo Haití en contra del análisis de costo-efectividad de los tratamientos, y destaca una visión moral y social del problema.
Un programa de asistencia a enfermos de VIH en Haití que era dirigido por Farmer, profesor en la estadounidense Universidad de Harvard, se vio afectado cuando los que lo financiaban afirmaron que no era costo-efectivo.
El análisis de costo-efectividad busca determinar si un programa para la prevención del VIH logra que el costo por infección evitada sea inferior al costo del tratamiento y cuidado de la persona con sida, y además que sea inferior al de otros servicios de salud como programas contra el tabaco o la diabetes.
Cualquier defensor de una estrategia de costo-efectividad que se queda quieto viendo cómo mueren millones de personas no sabe nada de economía. ¿Cuál es el costo de millones de huérfanos del sida? Prostitución infantil, criminalidad, alienación, niños en conflictos armados… y la lista sigue, dijo Farmer.
En Haití, se calcula que hay unos 162.000 de los llamados huérfanos del sida (los que pierden a sus padres debido a esa enfermedad), y el número aumenta.
Farmer destaca el apoyo del Fondo Mundial, pero sostiene que sólo darle dinero a las organizaciones no gubernamentales no es la salida, sino que se debe destinar una gran parte al Ministerio de Salud.
El sistema de salud pública en Haití ha mejorado en los últimos años, pero todavía está lejos de alcanzar a gran parte de la población.
Tenemos que remediar de alguna forma esta falta de visión de parte de la comunidad internacional, que debería ayudar al sector público haitiano antes que socavarlo, sostuvo Farmer.