Carmen, de 12 años, empezó a trabajar como empleada doméstica a los 10, a cambio de casa, comida y poder estudiar por las mañanas. En Colombia hay por lo menos 323.000 menores de 18 años en similar situación, según la Organización Internacional del Trabajo (OIT).
La ley colombiana no permite trabajar a menores de 14 años, y es por eso que los especialistas llaman invisible al trabajo doméstico infantil, tolerado por la sociedad y por las instituciones encargadas de velar por el cumplimiento de las normas vigentes.
La niña vive en la localidad de Kenedy, al sur de Bogotá y trabaja en la casa de la ex patrona de su madre en el centro de la ciudad.
Comienza sus labores a las cinco de la mañana, ayudando a la señora a preparar el desayuno y acompañando a los niños hasta la parada del bus que los lleva al colegio, contó a IPS.
Cuando regresa a la casa, debe dejar limpia la cocina y prepararse para ir ella misma al colegio, donde cursa con dificultad el quinto y último grado de primaria. Llego cansada al colegio, y en las clases me da mucho sueño porque me acuesto tarde, después de que hago los oficios de la casa, explicó.
Carmen dice que no quiere trabajar y que preferiría estar en su casa con sus hermanos, pero que va a estudiar para tener otro empleo cuando sea grande, por ejemplo maestra o enfermera.
Marina, la madre de Carmen, relató a IPS que decidió enviar a su hija a trabajar con su ex patrona porque era el único modo de garantizar que pudiera estudiar. Tiene dos hijos más, de nueve y 11 años, que su padre abandonó y a los que tiene que mantener con su ingreso de unos tres dólares diarios.
El estudio de la OIT fue realizado por el Programa Internacional para la Erradicación del Trabajo Infantil (IPEC, por sus siglas en inglés) de esa agencia, en coordinación con el Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (UNICEF, por sus siglas en inglés), y la organización no gubernamental Save The Children (Salven a la Infancia).
La investigación se llevó a cabo en dos zonas de Bogotá y tres de la nororiental ciudad de Bucaramanga, donde se registró una importante asociación entre el número de horas trabajadas por menores de 18 años y sus años de retraso escolar.
Según el informe, un compromiso laboral de medio tiempo, o sea de 20 a 24 horas semanales, en promedio, suele acompañarse de tres a cuatro años de rezago en el sistema educativo.
Otros estudios indican que más de 87 por ciento de las personas de 18 años que trabajan son del sexo femenino, y que llegan a cumplir jornadas laborales de 17 horas.
Según varios trabajos de investigación, la mayoría de las niñas y niños que trabajan ganan menos de un salario mínimo (130 dólares mensuales en Colombia), sin contratos formales, sin seguridad social y con frecuente inasistencia a la escuela.
No puede decirse que el trabajo de por sí sea malo, pero termina siendo muy nocivo cuando desplaza la educación y cuando trastoca los momentos vitales de la infancia, o sea el juego, la exploración, la educación y la formación, dijo a IPS Consuelo Aponte, coordinadora del IPEC en Colombia.
Las investigaciones han demostrado que el trabajo infantil es un problema multicausal y complejo, con el que obviamente la pobreza se encuentra directamente relacionada, aunque no es el único motivo, indicó.
Vemos familias muy pobres que no ponen sus hijos a trabajar, afirmó la experta, para quien el trabajo infantil está asociado también con una cultura de arraigo ancestral, que valora el trabajo como una forma de educar para la vida.
Según Aponte, también inciden las deficiencias del sistema educativo, no sólo en materia de cobertura sino también en términos de pertinencia, o sea sus dificultades para adecuarse a diversos contextos sociales, así como la incapacidad de los maestros para motivar y retener a sus alumnos.
Faltan cifras precisas sobre la cantidad de trabajadores infantiles en América Latina y el Caribe, pero organismos internacionales calculan que son de 15 a 20 millones.
En Colombia hay aproximadamente 11,5 millones de menores de 18 años, y la primera encuesta sobre trabajo infantil realizada por el estatal Departamento Nacional de Estadísticas, divulgada en noviembre, indicó que trabajaban 1,5 millones, o sea 14,5 por ciento de la población de cinco a 17 años.
La tasa de ocupación infantil más alta fue 18,5 por ciento, en la región occidental, y la más baja 5,7 por ciento, en Bogotá. Del total de niñas y niños trabajadores, 52 por ciento no tenía remuneración, y sólo uno por ciento recibía un pago superior a un salario mínimo.
La situación es más preocupante en el área rural, que presenta una tasa de ocupación infantil de 22,5 por ciento, contra 11 por ciento del área urbana.
El 5 de este mes, expertos del IPEC, el UNICEF y Save The Children aprobaron en una reunión técnica, en la septentrional ciudad de Cartagena, una declaración en la que instaron a los gobiernos de América Latina y el Caribe a invertir más en educación, a fin de contrarrestar factores que causan trabajo infantil.
El IPEC lleva adelante en Bogotá y Bucaramanga un programa para que 550 menores de 18 años puedan estudiar y trabajar en condiciones aceptables, y una campaña de sensibilización de las comunidades por los medios masivos de comunicación, para promover y desarrollar políticas que erradiquen el trabajo infantil.