EEUU-COREA DEL NORTE: Crece presión para un acuerdo en serio

Estados Unidos debería comprometerse seriamente a resolver la cuestión nuclear con Corea del Norte, al menos para obtener el apoyo de países asiáticos en caso de que se precisen medidas fuertes, recomendó un grupo de expertos.

”Estados Unidos no ha persuadido a sus socios de la región de la seriedad de sus negociaciones, y esto dificulta, si no imposibilita, la aprobación de éstos para una postura más dura”, advirtió el Consejo de Relaciones Exteriores en un nuevo informe, titulado ”Enfrentando el desafío nuclear de Corea del Norte”.

”Si las negociaciones fracasan o la inteligencia estadounidense confirma que Corea del Norte ha reprocesado combustible nuclear empobrecido (para construir armas nucleares), es improbable que nuestros socios quieran ejercer más presión” sobre ese país, previno el gabinete de estrategia con sede en Washington y Nueva York.

Hasta ahora, el gobierno de George W. Bush está profundamente dividido entre los ”halcones”, concentrados en el Pentágono (Departamento de Defensa) y fuerzas moderadas encabezadas por el Departamento de Estado, según el grupo de tareas que elaboró el informe.

El grupo estuvo dirigido por Amb Morton Abramowitz, ex presidente de la Fundación Carnegie para la Paz Internacional, y James Laney, embajador ante Corea del Sur entre 1993 y 1997.

El resultado ha sido una política incoherente que creó confusión entre los socios de Washington en la región, como Corea del Sur, China, Japón y Rusia, los cuales ”temen que Estados Unidos ataque las instalaciones nucleares de Corea del Norte y provoque una guerra en la península”.

Bush debería entonces defender una diplomacia seria, recomienda el informe, que también exhortó a designar un alto funcionario con ”plena responsabilidad de coordinación de la política estadounidense, trato con los aliados y negociación con Corea del Norte”.

El informe, que reitera algunas de las recomendaciones realizadas en febrero por otro grupo de tareas patrocinado por el Centro para la Política Internacional, de Washington, y el Centro de Estudios de Asia Oriental de la Universidad de Chicago, se publica en medio de incertidumbre y preocupación por las intenciones de Pyongyang.

En la víspera del primer encuentro en la Casa Blanca entre Bush y el nuevo presidente de Corea del Sur, Roh Moo Hyun, el pasado miércoles, Corea del Norte anunció su renuncia a su compromiso de ”desnuclearización” adoptado en 1992 frente a su vecina del sur.

La medida fue la última de una serie que comenzó en octubre de 2002, cuando Pyongyang admitió tener un programa secreto de enriquecimiento de uranio, en contra de los términos de un tratado bilateral con Estados Unidos.

Desde entonces, el Norte se retiró del Tratado de No Proliferación Nuclear, expulsó a los inspectores de la Agencia Internacional de Energía Atómica, afirmó que posee armas nucleares y declaró que está reprocesando combustible nuclear empobrecido de la central de Yongbyon.

Las operaciones de esa central habían quedado congeladas por el ”acuerdo marco” de 1994 entre Pyongyang y Washington.

Si las afirmaciones del gobierno norcoreano resultan ciertas, Pyongyang podría producir media docena de bombas nucleares antes de fin de año.

Tal posibilidad es una pesadilla para los funcionarios de seguridad nacional de Estados Unidos, quienes creen que Corea del Norte, desesperada por divisas, vendería sus armas nucleares a cualquier comprador, incluso grupos terroristas como Al Qaeda.

Por su parte, Pyongyang insistió en que las preocupaciones nucleares y de proliferación de Estados Unidos podrían ser plenamente atendidas si Washington acordara negociar un nuevo acuerdo bilateral.

El acuerdo incluiría un pacto de no agresión y la promesa de Estados Unidos de no obstaculizar los esfuerzos de Corea del Norte por obtener asistencia internacional, incluso créditos de agencias multilaterales como el Banco Mundial.

El resultado ha sido una parálisis. Washington insiste en que no hará nuevas promesas hasta que Pyongyang haya desmantelado de manera permanente su programa de enriquecimiento de uranio y recongelado la central de Yongbyon.

Washington está dispuesto a hablar con Pyongyang sobre cómo lograr esos objetivos, pero sólo en un contexto multilateral que involucre a otras potencias de Asia oriental.

Por otra parte, Corea del Norte insiste en obtener primero promesas de seguridad antes de desmantelar sus programas nucleares, y en que las conversaciones deben ser bilaterales y no multilaterales.

China actuó de mediadora el mes pasado en una conversación ”multilateral” que, aunque logró romper el hielo, no fue más que una reiteración de las posiciones anteriores de ambas partes.

La falta de progreso, sumada al éxito de Washington en Iraq, fortaleció la posición de elementos radicales de la administración Bush, como el secretario de Defensa Donald Rumsfeld, el vicepresidente Dick Cheney y el subsecretario de Estado para Control de Armas y Seguridad Internacional, John Bolton.

Estos funcionarios parecen convencidos de que Pyongyang nunca abandonará su programa de armas nucleares y favorecen la estrategia de aislar al Norte política y económicamente, en la esperanza de que el régimen se derrumbe desde dentro.

Rumsfeld incluso hizo circular un memorando el mes pasado en que pedía al gobierno que persuadiera a China de cooperar en tal estrategia, una idea que fue considerada absurda por especialistas de la región.

Altos funcionarios del Pentágono también sugirieron un bloqueo naval de Corea del Norte para impedirle exportar material físil, misiles y drogas ilícitas, atacar a Yongbyon y otras instalaciones nucleares sospechosas si el reprocesamiento de combustible nuclear ya comenzó, e incluso ”decapitar” el régimen como Washington lo hizo en Iraq.

La última sugerencia fue planteada por un funcionario anónimo en una entrevista concedida al diario The New York Times en la víspera del encuentro del pasado miércoles entre Roh y Bush.

El problema, según el Consejo de Relaciones Exteriores, es que los socios de Washington en la región, incluida Corea del Sur, se oponen a sanciones más duras por temor a que desencadenen una guerra, pero por otro lado también se oponen a una ”Corea del Norte nuclear”.

”Nuestros socios regionales concuerdan en que Estados Unidos debería negociar seriamente con Pyongyang con miras a alcanzar una solución pacífica a esta crisis y, por lo menos, probar las intenciones de Corea del Norte”, señala el informe.

”Si tales negociaciones fracasan por falta de buena fe de Pyongyang, al menos los socios de Washington en la región estarán más inclinados a apoyarlo en cualquier confrontación del tipo que están considerando los halcones actualmente”, concluye el documento.

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