El gobierno de Estados Unidos pareció dar este martes un paso atrás en su enfrentamiento con Cuba, cuando el presidente George W. Bush se limitó a un cauto mensaje a la oposición anticastrista en el exilio, que celebraba el Día de la Independencia.
Bush recibió en la Casa Blanca a representantes de la oposición cubana en el exilio y emitió un breve comunicado en que expresó su esperanza de que el pueblo cubano goce pronto de las mismas libertades y derechos que los estadounidenses.
Funcionarios estadounidenses discutían pocas horas antes si el presidente debía anunciar iniciativas contra el presidente cubano Fidel Castro, como es habitual cada 20 de mayo. No hubo acuerdo al respecto.
La represalia más notable del último mes —la expulsión de 14 diplomáticos cubanos de territorio estadounidense— se había tomado la semana pasada.
Integrantes del ala más conservadora del gobierno de Bush, cercanos a la comunidad cubano-estadounidense anticastrista, solicitaron, según diversas versiones, que se limite o corte drásticamente las remesas que los cubanos radicados en este país pueden enviar a sus familiares en la isla.
También habrían propuesto la suspensión de los vuelos contratados a través de los cuales los cubanos radicados en Estados Unidos visitan su país de origen.
Pero funcionarios pertenecientes al ala más moderada del gobierno advirtieron que estas medidas jugarían a favor de Castro, quien las aprovecharía para encender el sentimiento antiestadounidense dentro de Cuba.
Además, agregaron, molestarían también a buena parte de la propia comunidad cubano-estadounidense.
Mientras, crece en el Congreso legislativo estadounidense el apoyo a las propuestas de levantar la prohibición de viajes a Cuba que pesa sobre los ciudadanos estadounidenses.
La Casa Blanca se comprometió a vetar cualquier ley que alivie el embargo comercial que rige hace 43 años contra Cuba, pero asesores de Bush advirtieron que tendría poco sentido llamar la atención sobre las divisiones en esta instancia.
Las relaciones entre Cuba y Estados Unidos, muy malas desde el triunfo de la revolución encabezada por Castro en 1959, pasan hoy por su peor momento en al menos un decenio.
Funcionarios del gobierno e incluso organizaciones no gubernamentales que tradicionalmente se han opuesto al embargo condenaron las penas de hasta 28 años de prisión a la que fueron condenados más de 70 opositores en Cuba el mes pasado.
Además, los secuestradores de un buque que pretendían huir a Estados Unidos fueron ejecutados por un pelotón de fusilamiento también el mes pasado, luego de un juicio sumario calificado de injusto por organizaciones de derechos humanos.
Analistas acusaron a Castro de aprovechar la invasión a Iraq, iniciada en marzo, para decapitar el creciente movimiento prodemocrático cubano, que ganó impulso en los últimos meses.
Bush alimentó la animadversión de Castro el 20 de mayo del año pasado al anunciar en Miami, bastión del anticastrismo en Estados Unidos, medidas de reforzamiento del embargo.
También el año pasado, el subsecretario de Estado (vicecanciller) para Control de Armas y Seguridad Internacional, John Bolton, acusó a Cuba de desarrollar armas biológicas.
El jefe de la Sección de Intereses (representante) de Estados Unidos en Cuba, James Cason, se entrevistó el año pasado con conocidos disidentes cubanos, les ofreció el uso de su residencia en La Habana para sus reuniones y los apoyó públicamente, actos a los que el gobierno de Castro consideró agresiones.
Este año, los funcionarios consulares estadounidenses enlentecieron, además, la entrega de visas a cubanos que desean emigrar a Estados Unidos.
Es difícil no leer estas acciones del gobierno de Bush como un intento deliberado de aumentar la tensión entre los dos países, dijo el especialista en asuntos cubanos Geoff Thale, de la Oficina en Washington sobre América Latina (WOLA).
Las autoridades estadounidenses decidieron la semana pasada expulsar a 14 integrantes de la misión de Cuba en la Organización de las Naciones Unidas (ONU) en Nueva York, por conducta incompatible con sus deberes diplomáticos, una frase utilizada usualmente en referencia al espionaje.
El diario The New York Times informó varios días después que el Buró Federal de Investigaciones (FBI), el organismo estatal a cargo de las operaciones de contrainteligencia, no había hallado ninguna evidencia en ese sentido.
Un funcionario anónimo del FBI, incluso, dijo al periódico que la expulsión parecía una decisión de carácter político.
Analistas atribuyen la medida a la intención de satisfacer a los cubanos anticastristas de Miami, estrechamente vinculados con el hermano del presidente Bush, el gobernador de Florida Jeb Bush.